Ecuador 2004

Tercera parte: Diez días de viaje por lo más turístico (31/10-10/11/2004)

Cuyabeno: explorando la Selva Amazónica ecuatoriana (31/10-4/11/2004)

En una agencia de Otavalo reservamos un tour de 4 días en la Reserva de Producción Faunística de Cuyabeno. Está situada en la provincia de Sucumbíos, en el noreste de la región amazónica de Ecuador. Su área es de 6 033,8 km2. y es uno de los lugares con más biodiversidad del planeta, junto con el Parque Nacional de Yanusi.

El bosque tropical cubre un total de 603.000 hectáreas, y cuenta con numerosos ríos y 13 lagunas. Se trata de un lugar con una gran biodiversidad, tanto en flora como en fauna. Se estiman en 12.000 las especies de plantas encontradas dentro de la reserva, con 60 especie de orquídeas. Tiene más de 550 especies diferentes de aves, más de 350 especies de peces y una gran variedad de reptiles como anacondas, caimanes y tortugas de río. Entre los mamíferos, destaca el mítico delfín rosado de río.

Un lugar así tenía que verlo, y además, después de haber estado tanto tiempo en la selva amazónica de Perú, tenía curiosidad por conocer la parte ecuatoriana. Por eso, cuando fuimos a las agencias para preguntar por los distintos tours que podíamos hacer en este país, uno de los que tuvimos claro que haríamos era este. También preguntamos por las Islas Galápagos, pero era muy caro y ya no podíamos gastar tanto. Pero sobretodo es que no nos quedaban días para todo.

Cogimos un autobús a Quito y llegamos allí a las 8:30 de la tarde. Cogimos un taxi para ir a Secret Garden a dejar parte de nuestro equipaje, y volvimos de nuevo a la terminal de autobuses. Allí recogimos nuestros billetes, que la agencia había reservado para nosotros, y nos montamos en el autobús a Cuyabeno que salía a las 9:30.

Dos horas después de salir, estuvimos retenidos en la carretera por culpa de un trailer con gas inflamable que se había atascado en la carretera y no conseguían sacarlo. Casi dos horas estuvimos sin poder avanzar, esperando que lo retiraran, y finalmente pudimos seguir. Hubo un momento que pasamos un control policial, y subieron unos policías para pedirnos el pasaporte.

A las 8 de la mañana llegamos a Lago Agrio y nos hicieron bajarnos del autobús porque había un problema con una llanta y había que llevarlo a un taller para la reparación. Después de una hora, el autobús regresó, y tuvimos como tres horas más de viaje hasta Puente de Cuyabeno. Hacía un calor terrible, y esto sumado a la incomodidad de los asientos, nos hizo el viaje muy desagradable. Nos prometimos coger un autobús de otra compañía que tuviera asientos más cómodos a la vuelta.

Por fin llegamos a las 11:30 a Puente de Cuyabeno y allí nos esperaba un señor de color muy alto. Nos llevó caminando hasta el albergue en el que nos íbamos a alojar, a unos 15 minutos de allí, y al llegar nos recibió Jorge, el dueño de la agencia de Otavalo donde hicimos la reserva. Nos llevó a nuestra cabaña para dejar nuestras cosas, y entonces nos encontramos con una chica suiza que conocimos en el hostal el Geranio donde se alojaba mientras estudiaba español en Otavalo.

Nos dieron el desayuno, y no mucho después, el almuerzo. A eso de las 4 de la tarde, fuimos con Jorge a caminar por la selva. Fueron sólo dos horas en la zona cercana al albergue, pero ya fue una primera toma de contacto. Nos enseñó algunas plantas del lugar como palmitos con raíces aéreas llenas de espinas y enormes ceibas con sus características raíces en forma de aletas que sobresalían del suelo, entre otras. Entre arácnidos/ insectos vimos las arañas comunitarias, una largatija en forma de hoja, unas hormigas que despreden una sustancia ácida que impide que crezca vegetación alrededor, las preciosas mariposas blue morpho y otras mariposas de distintos colores. Vimos una rana muy pequeña que al parecer era una de las más pequeñas que existen. Entre los mamíferos, sólo vimos al tití cuellinegro (un gracioso y pequeño mono, nervioso e inquieto).

En la cena coincidimos con tres americanos y una escocesa que acababan de llegar de la casa del chamán, en la comunidad indígena. Venían emocionados porque habían tomado yagé (lo que en Perú llaman ayahuasca) y habían tenido muchas visiones. Después de escucharlos, Martin estaba decidido a tomar yagé cuando fuéramos a visitar al chamán durante el tour. Yo pensé que sería la oportunidad que no tuve en Perú, pero también me daba miedo. ¿Hasta qué punto podíamos fiarnos de este chamán?

Al día siguiente nos levantamos temprano para ir a ver aves en el río y vimos a las ruidosas oropéndolas, caciques, martín pescador verde y algunos atrapamoscas. También escuchamos palomas y motmots. Después del desayuno hicimo un poco de remo por el río y pudimos ver algunas aves más. Cuando volvimos al albergue, nos encontramos una chica francesa que acababa de llegar y que también iba a unirse al tour.

Después del almuerzo, cogimos el bote para ir a la Laguna Grande, también llamada Hormiga, a la que llegamos después de unas tres horas de trayecto por el río Cuyabeno. Por el camino vimos aves como el martín pescador amazónico, el huizote o pato aguja y la garza tigre. Me hizo mucha ilusión escuchar al tinamú ondulado, que emitía aquel misterioso y relajante sonido que escuché tantas veces durante mi estancia en la selva amazónica de Perú. Vimos también monos ardilla y monos capuchinos.

Cuando llegamos a la laguna, navegamos entre los árboles sumergidos, y nos acercamos a ellos en busca de animales. Era un lugar de belleza impresionante y lo que más llamaba la atención era aquel bosque inundado (en época de lluvias los árboles quedaban medio cubiertos por el agua). Fue una agradable sorpresa encontrarse a un montón de hoatzines (un ave muy peculiar con cierto aspecto prehistórico que tuve la suerte de ver en la selva de Perú) que hacían su habitual ruido estruendoso. También vimos algunos pájaros carpinteros y loros. En la entrada del lago había un delfín rosado pero no se veía muy bien. Jorge lo vio y nos lo dijo, pero yo no estoy segura de si llegué a ver algo porque estaba muy lejos.

Vimos una puesta de sol preciosa y después nos bañamos. Me daba un poco de miedo meterme ahí; una no puede evitar pensar en anacondas, caimanes y pirañas, pero Jorge insistía en que el lago era totalmente seguro y todos los turistas se bañaban. Yo no quise ser menos, así que me tiré al agua y disfruté de un agradable baño. Algunas zonas estaban más calientes y otras de repente más frías; eso sentía mientras nadaba un poco alrededor del bote. Lo peor fue cuando tuve que subir al bote, qué fuerza hacía falta para ello; si no llega a ser porque tiraron de mi desde dentro del bote, no habría podido.

Después continuamos nuestro viaje por el río, ya a oscuras porque estaba anocheciendo, en dirección a la casa del chamán en la comunidad Puerto Bolívar, a unas dos horas de camino desde el lago. Hubo algunos relámpagos de una tormenta que amenazaba con empezar, pero al final no llegó a llover. Fue un recorrido mágico mientras nos adentrábamos en la misteriosa selva con sus característicos sonidos nocturnos.

Llegamos a la casa del chamán a las 8 de la noche. Apareció como una visión en la oscuridad de la noche, la pequeña casa iluminada junto al río. Se supone que no podíamos comer si íbamos a tomar el yagé, pero yo cené porque tenía mucha hambre, al igual que todos los demás. La verdad que estaba muy cansada y tenía sueño, y lo que menos me apetecía era darme un viaje con el yagé, que a saber cómo me sentaría.

El chamán nos esperaba en la sala más grande de la casa. Estaba atavíado con sus collares y plumas. Nos contó cómo se hizo chamán y en qué consistió su preparación. Nos contó cómo se prepara el yagé y por qué lo usan los chamanes. Le preguntamos si tenía yagé para nosotros y nos dijo que sólo le quedaba un poco de lo que le sobró de los turistas anteriores. El caso es que no había suficiente ni para uno solo, así que decidimos compartir lo que quedaba entre los cuatro. Después de media hora la francesa y Martin empezaron a notar algunos efectos, pero la suiza y yo prácticamente nada. La francesa acabó vomitando y pasó una noche fatal. Cuando yo me tumbé y cerré los ojos, empecé a ver luces de colores y algunas imágenes indefinidas. Sentía mi cuerpo liviano, como si no pesara nada, y quería dejarme llevar en aquella agradable sensación. La dosis fue muy pequeña como para tener visiones y meterse en otro estado, así que ahí quedó la cosa, hasta que me quedé dormida.

Por la noche se oían ruidos de animales y el suelo estaba muy duro, así que no dormí muy profundamente. De repente se oyó un estruendo que nos asustó a todos. Era el tanque de agua que se había caído al suelo.

Al día siguiente, después de desayunar, el chamán vino a despedirse de nosotros. Ni siquiera nos preguntó qué tal fue la experiencia con la minidosis de yagé. El chamán me decepcionó y al final me alegré de no haber tomado la dosis completa; algo me hacía desconfiar de él. Además escuché de casualidad cómo le decía a Jorge que teníamos que pagar por lo poquito que habíamos tomado (aunque al final no nos lo pidió, supongo que no se atrevería).

Nos llevaron a la comunidad Tarapuy, donde íbamos a aprender a hacer casabe, pan tradicional de yuca. La comunidad pertenece a la tribu de los Siones, que no era para nada la típica tribu amazónica que os podéis imaginar; estos estaban ya muy culturizados. Supongo que visitar una tribu de las que apenas han tenido contacto con el hombre blanco, al estilo de la que salía en «La Selva Esmeralda» debe ser algo difícil porque ya no quedan muchas y están en lugares muy remotos y poco accesibles de la selva. Desde pequeña tengo el sueño de visitar una tribu amazónica de esas, pero parece que en esta ocasión no se ha cumplido; otra vez será. No nos enseñaron nada de la comunidad, sólo nos llevaron a la casa donde íbamos a hacer el casabe.

Seguimos nuestro viaje a través del río y tuvimos la suerte de ver a un ave que no había visto antes: un urutaú (pariente de los chotacabras), en la punta de un árbol. De repente alguien advirtió movimiento en el agua. Nos acercamos y vimos a un perezoso que se había caído y estaba tratando de salir. Al advertir nuestra presencia se quedó paralizado, con medio cuerpo fuera y medio dentro del agua. Intentamos moverle con un palo para acercarle a la orilla pero no hubo manera. Tenía demasiado miedo y se encogió como una bola. Me alegré mucho de ver un perezoso porque nunca había visto uno antes, ni siquiera en la selva de Perú donde estuve tres meses como voluntaria. Me dio pena que estuviera en el agua y esperaba que encontrara una manera de salir. Jorge nos dijo que quizás se tratara de una cría y por eso se había caído.

Cuando llegamos al lago vimos otra vez a los hoatzines y los monos ardilla. Luego seguimos hasta una zona del río donde nos paramos a pescar pirañas. En esa zona vimos un guacamayo azul y amarillo y un tucán de Cuvier. No hubo suerte con las pirañas pero yo casi pesqué un pez gato. En el camino de vuelta vimos a menudo al martín pescador amazónico, una preciosidad de ave.

Llegamos al albergue a la hora de la cena y nos encontramos tres nuevos turistas, un ingés y dos americanos. Después de cenar nos llevaron a ver caimanes en el bote. Nuestro guía llevaba una potente linterna que iba enfocando al agua y a base de insistir conseguimos ver dos caimanes pequeños. Nuestro guía cogió uno de ellos y lo subió al bote para enseñárnoslo.

El último día hicimos un trekking en la selva durante cinco horas. Las dos últimos fueron terribles porque el camino era muy malo y había que pasar muchos puentecitos donde hacía falta buen equilibrio (como tuve que hacer tantas veces cuando estuve en la selva de Perú, aún así nunca llegué a perder el miedo). Vimos una rana con forma de hoja. También vimos dos monos que no había visto antes: el mono lanudo común y el sakí ecuatorial (éste haciendo un sonido de la más peculiar). También escuchamos a los monos aulladores de lejos. A la vuelta nos esperaba una buena cena y luego a dormir, que al día siguiente había que madrugar mucho.


Cascada de San Rafael y regreso a Quito (4/11/2004)

Al día siguiente nos levantamos a las 5:15 y después desayunamos rápidamente para ir en bote a Puente Cuyabeno. Teníamos el tiempo justo para coger el autobús de las 6 de la mañana a Lago Agrio. Llegamos allí a las 9 de la mañana y luego cogimos el autobús a Quito a las 10:30; esta vez probamos con una compañía distinta que tenía asientos más cómodos. Nos pasamos casi todo el viaje durmiendo de lo cansados que estábamos.

A eso de las 2 de la tarde, llegamos a la parada de la Cascada de San Rafael. Bueno, en realidad no había parada como tal, tan sólo le digimos al conductor que nos avisara cuando llegáramos allí para bajarnos. Nos paró en medio de la carretera y nos indicó de donde salía el camino a la cascada. Había que caminar media hora desde la carretera a la cascada, hasta llegar a un mirador. Tengo que decir que soy fan de las cascadas, y en cuento me comentan de alguna, hago lo posible para ir a visitarla. Esta merecía la pena de verdad, y fue una suerte que nos hablaran de ella antes de coger el autobús.

Esta cascada de la amazonía ecuatoriana es las más grandes de Ecuador y está rodeada por una espesa vegetación tropical. Está ubicada en el límite de las provincias de Napo y Sucumbíos, en la ruta hacia Nueva Loja, a 25 km de la ciudad de Tena. La cascada tiene una caída de más de 160 metros, formada por el descenso de las aguas del río Coca. Hay también tres saltos menores y un rápido.

Estuvimos un buen rato contemplando esta impresionante cascada y comimos allí mismo. Nos parecía que el mirador estaba muy lejos de la cascada y nos hubiera gustado acercarnos más. Quizás había algún camino que bajara hasta el fondo del barranco pero teníamos nuestro equipaje encima y además no teníamos mucho tiempo. Teníamos que regresar otra vez a la carretera para continuar nuestro viaje a Quito.

Como una vez más no tengo fotos que poner aquí, al menos os dejo un enlace de esta web donde podéis ver más información de la cascada, algunas fotos y un video.
Cascada de San Rafael, web Ecotravel

Tuvimos suerte porque nada más volver a la carretera, venía un autobús. Lo paramos y nos subimos a él. Llegamos a Quito a las 9 de la noche, y después de cenar algo, nos fuimos a nuestro albergue habitual, Secret Garden, a dormir.

Volcán de Illiniza y Ambato (5/11/2004)

A las 8:30 de la mañana vino a buscarnos nuestro guía, que también trabajaba para la misma agencia del tour de Cuyabeno. Nos dio la mala noticia de que no podía llevarnos a Cotopaxi porque estaba cerrado por una huelga y no estaba permitido el acceso. Nos propuso ir al volcán de Illiniza, que quedaba cerca del otro. Había también una chica holandesa en el tour con nosotros.

El volcán de Illiniza está a unos 55 km al sudoeste de Quito y está potencialmente activo. Consta de dos picos cubiertos de nieve: Illiniza Sur (5.248 m) e Illiniza Norte (5.126 m). Dicen que son las mejores montañas de aclimatación en Ecuador, y se utilizan como una ascensión preparatoria para picos más altos como Cotopaxi y Chimborazo. De todos modos, nosotros no hicimos ninguna ascensión de este tipo. Para este tipo de ascensiones hace falta contratar un paquete especializado de montaña y vas con guías especializados. Para subir hasta la cumbre de estos volcanes hace falta equipo especial como crampones y piolet, y también dormir en los refugios de montaña, así que al final hacen falta más días y más pasta, por lo cual lo descartamos.

Después de comprar comida en el pueblo cercano, nos dirigimos a las inmediaciones del volcán. Aparcamos en un bosque de Polylepis, que es un género de árboles de los Andes tropicales, que pueden crecer hasta a 5000 m de altura (siendo el género de árboles angiospermas que crecen a mayor altitud en el mundo). El guía nos dio algo de comida a las 11 (bueno, era un pollo asado con patatas fritas) y yo no comí nada porque no tenía hambre (habíamos desayunado hace poco y en gran cantidad). En la hora que dije que no porque luego me quedé sin comer, y eso que la comida estaba incluida en el precio. Seguramente el guía quiso comer a esa hora porque no había desayunado para ahorrar (eso lo pude deducir por cosas que pasaron después). Lo de este guía tuvo tela, ya os iré contando; historias para no dormir.

Tras la comida, empezamos a subir el volcán, pero la chica holandesa no se encontraba bien y teníamos que parar cada dos por tres. A ese ritmo, no pudimos avanzar mucho, así que ni siquiera llegamos hasta el refugio. En unas tres horas ya estábamos de vuelta y yo estaba decepcionada por lo corta que fue la excursión. Además yo tenía un hambre tremenda y no pude comer. El guía me dijo que le dio el resto del pollo a unos niños pastores que vimos por el camino, y el tío no me avisó por si me la quería comer yo. Ya empezaba a cabrearme y era sólo el principio; aún nos quedaban dos días con él.

Cuando íbamos en el coche el guía nos habló de una planta que es símbolo del páramo, chuquiragua. Al parecer está en peligro de extinción en estado silvestre y crece a 3000-4000 m sobre el nivel del mar. Tiene muchas propiedades medicinales y los indígenas la utilizaban tradicionalmente para tratar diversas afecciones.

Fuimos a pasar la noche a Ambato, capital de la provincia de Tungurahua, situada a 2500 m sobre el nivel del mar. Tiene unos 329000 habitantes y tiene mucho movimiento comercial. Fue destruida varias veces por terremotos y erupciones volcánicas; el último fue un terremoto en 1949. El guía nos llevó a un hotel y después buscamos un sitio para cenar. Como yo me había quedado con ganas del pollo, acabamos cenando en un restaurante de pollos asados que encontramos.

Volcán de Chimborazo y Riobamba (6/11/2004)

Por la mañana, el guía vino a buscarnos y nos llevó a desayunar a una cafetería. El tío intentó que le pagáramos la cena la noche anterior y parecía que también esperaba que le pagáramos el hotel, pero no lo hicimos. Esta vez en el desayuno no sacó el dinero para pagar lo suyo, así que acabamos pagando nosotros. No quise darle más importancia pero luego pasaron cosas que ya acabaron con mi paciencia.

En la carretera que iba a Chimborazo había mucha nieve; parecía como si de repente nos estuviéramos adentrando en el invierno. El Chimborazo, con 6310 m, es el volcán y montaña más alta de Ecuador y además el punto más alejado del centro de la Tierra, debido a que el diámetro terrestre en la latitud ecuatorial es mayor que en la latitud del Everest. Por eso se le llama también «el punto más cercano al Sol». Su última erupción conocida fue en torno a 550 dC. Su parte superior está completamente cubierta por glaciares.

Cuando nos fuimos acercando a tan imponente volcán, me dio pena no tener la oportunidad de subirlo hasta su cumbre, a mi que tanto me gusta subir montañas, sobre todo si son las más altas de un país. Recordé cuando subí el Teide, montaña más alta de España y también volcán, pero la dificultad para subir el Chimborazo sería mayor. Bueno, otra vez será, si es que puede ser, y si no, al menos ahí estuvimos, a los pies de tan impresionante elevación de la Tierra.

Hacía frío y el guía estaba desganado. Nos metimos en el refugio que estaba cerca del aparcamiento y el guía cogió nuestra botella de agua mineral para preparar una infusión para los tres. Después nos dijo que podíamos caminar solos hasta el siguiente refugio que estaba a media hora de allí pero él no quería ir porque tenía frío. Había mucha niebla pero pudimos encontrar el camino hasta el refugio. Era una gozada caminar por la nieve; quién nos iba a decir que íbamos a hacer eso en Ecuador. Aprovechamos para jugar un rato con la nieve, ya que no podíamos hacer mucho más. Era una pena que no pudiéramos caminar más por allí; solos no podíamos ir muy lejos con aquella niebla.
Cuando regresamos, el guía nos pidió 2$ por lo que habíamos consumido en el refugio (una infusión que hizo con nuestra agua mineral) y 1$ de admisión (lo cual no nos había comentado antes). Nos negamos a pagar y él no quería irse hasta que pagáramos. Yo me enfadé porque ya estaba harta de que se aprovecharan de nosotros por ser extranjeros; cosa habitual en este tipo de países, por desgracia. Al final el del refugio le dijo al guía que le perdonaba el dinero que teníamos que pagar y nos fuimos.

El guía nos llevó a Riobamba en silencio y nos dejó allí sin más. Yo le dije que nos tenía que dar el almuerzo porque estaba incluido y él se negó. Ya no quise discutir más pero tenía idea de quejarme en la agencia en cuanto llegáramos a Quito.

Riobamba es la capital de la provincia de Chimborazo, situada a 20 km del volcán del mismo nombre, y a 2754 m sobre el nivel del mar. Me pareció más bonita que Ambato y tuvimos más tiempo para caminar por ella también. Lo primero que hicimos fue buscar un hotel y comprarnos algo para comer en un supermercado. A continuación caminamos hasta la estación de tren para comprar los billetes a la famosa «Nariz del Diablo». Allí nos dijeron que hubo un derrumbe en la vía por lo que teníamos que ir en autobús hasta Alausí y allí coger un tren.

La Nariz del Diablo: el tren al abismo (7/11/2004)

A las 8 de la mañana del día siguiente cogimos el autobús a Alausí. Estaba a tope de turistas que iban a hacer lo mismo que nosotros. Paramos en un pueblo llamado Cajabamba donde había un mercado de ganado donde indígenas de las comunidades cercanas iban a vender o comprar animales. Era curioso de ver y a todos los turistas, incluidos nosotros, les encantó. Yo hice muchas fotos en diapositiva, pero sólo una en papel que es la que he podido escanear y poner aquí.

Por fin llegamos a Alausí sobre las 10:30 y fuimos directos a la estación de tren. Tuvimos que hacer cola durante casi una hora para conseguir nuestros billetes a la Nariz del Diablo. Alausí era un pueblo pequeño típico y me gustó más que Riobamba, así que al final me alegré de que tuviéramos que ir allí en autobús.

A las 12:30 cogimos el tren a la Nariz del Diablo, una pared de roca muy empinada. A este tren se le ha calificado como el «ferrocarril más difícil del mundo» y va desde Riobamba a Alausí, anque originalmente el destino final era la ciudad de Duran. Nosotros nos subimos al techo, que era más emocionante.

El tren desciende hacia un profundo acantilado, pero yo esperaba vistas más impresionantes. Además se me hizo muy corto, pero claro, nos perdimos parte del trayecto a causa del derrumbe y tuvimos que ir desde Alausí. De regreso a Alausi, cogimos el autobús a Riobamba y de ahí a Baños, último destino de nuestro viaje.

Baños: aguas termales, volcanes y cascadas (8-9/11/2004)

Llegamos a Baños al anochecer del día 7 de noviembre. Lo primero que hicimos fue buscar hotel y encontramos uno por 4$ la noche que se llamaba San Cristóbal. Estaba en la calle 16 de diciembre, donde había muchos otros hoteles, restaurantes y agencias. Desde el primer momento pudimos comprobar que era una ciudad muy turística, ya que casi se veían más turistas por allí que lugareños, además de que hay negocios de turismo por todas partes.

Esta ciudad está en la provincia de Tungurahua y a unas 3 horas al sur de Quito. Está ubicada estratégicamente en el centro de Ecuador, entre los Andes y la Amazonia ecuatoriana, a 1820 m sobre el nivel del mar, en las faldas del volcán Tungurahua (está en activo). Su clima es primaveral templado húmedo durante todo el año, con una temperatura media de 18 °C. Esta situado entre los Parques Nacionales Sangay y Llangantes, y se la llama «pedacito de cielo» por la belleza de su entorno. Posee cinco balnearios municipales con aguas minerales y sulfurosas. La ciudad en sí no tiene mucho para ver, pero cabe destacar la basílica de la Virgen del Rosario de Agua Santa, donde me hice una foto nada más llegar.
Al día siguiente, tomamos un estupendo desayuno en el restaurante de enfrente mientras miramos las distintas opciones de actividades para hacer en los dos días que íbamos a pasar allí. Son muchos los deportes de aventura que ofrecen las distintas agencias de la ciudad: rafting, kayaking, descenso de cañones, escalada, paseos a caballo, senderismo, canopy, ciclismo de montaña, quads, etc. De momento decidimos alquilar unas bicis para ir a las cascadas ese día y para el día siguiente haríamos rafting o paseo a caballo (no decidimos cuál de las dos todavía).

Fuimos a una agencia a alquilar las bicis y nos dejaron un mapa que mostraba la ruta de las cascadas. Nuevamente tengo que decir que soy fan de las cascadas, así que para mi esta ruta era un regalazo. Por supuesto no tuvimos tiempo de visitar todas las cascadas, tuvimos que hacer una selección. Primero pasamos por la cascada de Agoyán, la más alta de los Andes ecuatorianos (61 m de altura), a unos 7 km de Baños.

Elegimos visitar la cascada del Manto de la Novia que desemboca en el río Pastaza. Su nombre viene de su color blanco que parece el velo de una novia. Está a 11 km de Baños y tiene unos 40 m de altura. Decidimos ir allí en teleférico y regresar andando. Para entrar a ver la cascada, había que entrar en una propiedad privada. Pagamos 50 céntimos y conversamos con el dueño, un hombre de pacífico semblante que tenía un perro Golden. Estuvimos mirando un buen rato como el hombre tiraba un palo al agua y el perro se lanzaba a por él; así unas cuantas veces. El hombre nos contó que estaba comenzando un sitio de ecoturismo allí y nos enseñó las instalaciones que había construido.

Caminamos hasta el puente colgante, de más de 100 m de longitud sobre el río Pastaza. En el camino me encontré este gracioso cartel que indicaba algunos sitios de los alrededores, como la tarabita San Pedro. Habría sido interesante ir allí, la tarabita más larga del país, pero en ese momento no lo sabíamos. Otra vez será.

Tras pasar el puente colgante, donde aproveché para hacer fotos de las impresionantes vistas, cogimos las bicis para ir hasta la cascada de Río Verde o Pailón del Diablo. Esta es la cascada más alta, con aproximadamente unos 80 m de altura, y llama la atención la vegetación que la rodea y las rocas que dividen la cascada. Dejamos las bicis en la entrada y caminamos hasta allí por un sendero donde había muchos otros turistas. La cascada era muy bonita y la caída impresionante. Tengo buenas fotos en diapositiva que aquí no puedo poner. Allí nos relajamos un rato antes de volver porque el entorno era muy agradable; sólo me hubiera gustado que no hubiera tantos turistas.

Como esta cascada estaba a 18 km de Baños y se estaba haciendo tarde, decidimos volver en taxi. Queríamos ir a una de las piscinas de aguas termales y fuimos a las piscinas de la Virgen, que cerraban a las 10 de la noche. Estas piscinas de aguas sulfatadas están al pie de la cascada Cabellera de la Virgen, y el agua tiene una temperatura de unos 54ºC. Alternamos los baños en las calientes aguas con las duchas frías que venían de la cascada. Yo salí mareada de allí con tanto cambio de temperatura pero después me quedé muy relajada.

Al día siguiente, nuestra primera opción era hacer rafting, pero preguntamos el precio y nos pareció demasiado caro. Entonces alquilamos un quad para ir a sitios cercanos la cascada de Inés María y el Puente de San Martín. Era la primera vez que montamos en quad y fue divertido. Primero fuimos por la misma carretera del día anterior (vía Baños-Mera-Puyo) hasta un camino que bajaba al río Pastaza. A la altura del Puente San Martín, el río Pastaza pasa por un estrecho cañón formando la cascada Inés María. Después de disfrutar de la belleza natural de este lugar, condujimos nuestro quad hasta el Zoo de Baños. Allí había una gran representación de la fauna de Ecuador como loros y guacamayos, tucanes, cóndores andinos, tapires, capibaras, jaguares, osos de anteojos, y monos de varias especies, entre otros.

Por la tarde hicimos una ruta a caballo de cuatro horas de duración. Yo había montado a caballo antes, pero hacía ya unos cuantos años que no lo hacía, así que me sentí casi como si fuera la primera vez. Nuestros caballos eran un poco salvajes y les daba por galopar a menudo, incluso cuando íbamos por la carretera, lo cual daba bastante miedo. Lo bueno de esta ruta es que tuvimos la oportunidad de ver algunas cascadas que no tuvimos tiempo de visitar el día anterior.

Primero pasamos por la cascada de Ulba, de unos 40 m de altura, que se puede ver fácilmente desde la carretera Ulba-Runtún. Luego pasamos por la cascada de la Chamana que es un grupo de 7 cascadas de 42 m de altura. A continuación subimos hasta Runtún, y de ahí al mirador de la Cruz y de Bellavista, desde donde se puede ver una impresionante vista de Baños y del volcán de Tungurahua, pero como estaba nublado, no pudimos ver nada. Regresamos a baño por un camino de bajada que daba a un precipicio y de abrupto terreno. El caballo bajaba con mucho cuidado y a veces se resbalaba un poco. Estaba tan tensa que acabé con dolor de rodillas, pero después de todo me alegré de haber hecho la ruta.

Por la noche se podía ver el volcán Tungurahua en erupción desde Baños. Había tours que organizaban las agencias para a los miradores por la noche y ver mejor al volcán en erupción, echando humo y gases. Nosotros pensamos en hacer este tour, pero al final nos entró el sueño y no lo hicimos. Así terminaba nuestra estancia en Baños, la ciudad de los volcanes y cascadas, del relax y la aventura, un sitio lleno de posibilidades.

A continuación pongo un mapa con el recorrido del viaje después del tour en Cuyabeno, para que os hagáis una idea de en qué parte del país nos estuvimos moviendo.


Regreso a Quito y final del viaje (10-11/11/2004)

Llegamos a Quito a las 11 de la mañana, y tras dejar nuestro equipaje en nuestro alojamiento habitual Secret Garden, fuimos a hacer las cosas que teníamos pendientes. Entre ellas estaba ir a la oficina en Quito de la agencia de viajes con la que hicimos los tours para quejarnos sobre el guía y reclamar el dinero del almuerzo del último día. No nos devolvieron el dinero pero conseguimos que nos ofrecieran invitarnos a cenar como compensación y nos dijeron que regresáramos por la tarde.

Cuando volvimos allí, nos encontramos a mucha gente de la agencia (casi todos directivos) y al guía que estaba muy enfadado por nuestra reclamación. El caso es que se montó un pollo tremendo porque el guía empezó a gritar como loco y Martin acabó gritando también, y yo que intentaba explicar las cosas calmadamente, no hubo manera. Al final se nos quitó el hambre del disgusto y no fuimos a cenar con el director de la agencia. Fue una pena que nos pasara algo así en nuestro último día en Quito.

Por suerte, al llegar a Secret Garden, nos encontramos un concierto de música andina, aunque estaba ya casi acabando. Hablamos después con los músicos que resultaba que eran de Otavalo, y les contamos que estuvimos allí. A pesar de que la música andina me animó un poco, yo me sentía triste. Quizás porque mi gran viaje en Sudamérica estaba a punto de terminar. Seis meses en total había pasado entre Perú y Ecuador, y ahora regresar a casa de mis padres, en la aburrida ciudad de Torrejón de Ardoz, no me apetecía nada. Podía haberme quedado más tiempo si hubiera querido pues había dos ONGs que me ofrecían alojamiento y manuntención gratis a cambio de mi trabajo, pero tendría que quedarme sola porque Martin no quería quedarse, y entonces no tuve valor para dar un paso así.

Al día siguiente cogimos un taxi al aeropuerto para coger nuestros respectivos vuelos (eran con compañías y destinos diferentes). Yo volvía a España con Iberia y Martin a Irlanda con KLM. Después de las Navidades, teníamos idea de reunirnos de nuevo para probar a vivir en España una temporada. Pero yo seguía soñando con más destinos y no creía que pudiera asentarme en España definitivamente, y él era también bastante nómada, así que quién sabe que acabaría pasando. De momento decíamos adiós a Ecuador, y a Sudamérica, hasta otra ocasión de volver.

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