Fui a pasar un mes a este país del Mediterráneo, donde yo ya había estado antes durante mi viaje mochilero por Europa (Grecia 2002). Mi novio irlandés estaba allí enseñando inglés y fui a visitarle antes de irme a Sudamérica. Fue una oportunidad para conocer más a fondo este país, sus costumbres, sus gentes y un poquito de su lengua. También pude conocer más a fondo la ciudad de Atenas, pues estábamos viviendo cerca de allí, y otros lugares del país que no conocía como el Peloponeso, Meteora y la isla de Corfú.
Pasé las dos primeras semanas en un suburbio de las afueras de Atenas llamado Ilioupoli, que era donde Martin, mi novio irlandés, trabajaba como profesor de inglés. El vivía en un edificio donde se alojaban todos los profesores de esa escuela de inglés. El piso era tipo estudio, con un salón-cocina y unas escaleras que subían a una plataforma donde estaba la habitación. Era pequeño pero lo suficiente para una o dos personas, y al final acabé sintiéndome cómoda allí.
La ciudad de Ilioupoli no tenía nada de especial, era como las ciudades dormitorio cercanas a Madrid. Lo único que merecía la pena era el monte Ymittos, que con su presencia mejoraba un poco el paisaje. Un día subimos allí, una subida fácil teniendo en cuenta que se trata de un monte de tan sólo 163 m de altitud (no estoy del todo segura de este dato). Nos encontramos con algunas liebres y tortugas terrestres. El atardecer desde allí fue espectacular, con estupendas vistas de Atenas.
Algunos días íbamos a Atenas para caminar por las zonas turísticas y por las que no lo son tanto. Como a los dos nos gustaba mucho caminar, nos recorrimos buena parte de la ciudad y pude descubrir sitios que no vi en mi primera visita a Atenas en el año 2002. La última semana de mi estancia en Grecia estuvimos en el piso de un amigo de Martin que vivía en pleno centro de Atenas (él se había ido a trabajar de cocinero a una isla y nos dejó el piso), y aquello fue una buena oportunidad para explorar a fondo la ciudad. También pude disfrutar más de la gastronomía griega ya que fuimos a algunos restaurantes típicos. No me extiendo más en esta parte y ahora paso a contar el viaje que hicimos en Grecia en Semana Santa.
Viaje en Semana Santa (6-18/04/2004)
Olympia (06-8/04/2004)
El día 6 de abril salimos de casa a las 6 de la mañana para coger un tren en Atenas que nos llevaría a Pyrgos, lugar donde cogeríamos un autobús a Olympia. El recorrido en tren nos ofreció interesantes paisajes costeros. Cuando llegamos, caminamos hasta nuestro camping que se llamaba Diana, el cual estaba cuesta arriba partiendo de la calle principal. Allí pasamos dos noches de mucho frío.
Olympia es bien conocida por ser el lugar donde surgieron los juegos olímpicos (776 a.C.), los cuales se celebraban cada cuatro años. El santuario es conocido como Altis, y consiste en una serie de edificios. Allí se encuentra el Templo de Hera y el Templo de Zeus, el Pelopion y el altar (donde se realizaban sacrificios). También están el hipódromo y el Stadium, al este. El Metroon está al sur, con Echo Stoa al este. En esta foto estoy junto a la entrada del Estadium.

Stadium
Visitamos el museo de los Juegos Olímpicos antes de visitar la antigua Olympia donde visitamos las ruinas con los templos y el Stadium. En el museo arqueológico vimos la estatua de Hermes de Praxiteles sosteniendo en sus brazos al niños Dionisio, dios del vino.
Por la tarde nos sobró tiempo y caminamos hasta el pequeño pueblo de Floka, siguiendo la carretera del camping cuesta arriba y el anfiteatro.
Daphni (08-11/04/2004)
Al día siguiente cogimos un autobús a Tripoli, un pueblo medio grande donde Voulis, el amigo griego de Martin, y su mujer Elaine, nos recogieron para llevarnos a Daphni, el pueblo de Voulis. Nos había invitado a pasar la Semana Santa allí. El autobús de Olympia a Tripoli nos llevó por las maravillosas tierras de la Arcadia, poco turísticas pero de gran belleza, donde pequeños pueblos colgaban de escarpadas laderas que a mí me recordaron irremediablemente a las Alpujarras.
El mismo pueblo de Daphni estaba en la Arcadia y era de lo más tradicional. Llegamos allí a las 8 de la tarde y después de acomodarnos en la casa de Voulis que estaba en pleno centro, fuimos a disfrutar de las maravillosas vistas desde el gran ático que tenían. Verdes montañas y valles se extendían frente a nosotros con todo esplendor. Desde la plaza del pueblo, un poco más abajo, se podía disfrutar de aquella vista panorámica sentados en bancos o en las sillas de la cafetería que había allí. Las casas guardan la línea arquitectónica de la región, casas de piedra con amplios balcones de madera que se disponían a lo largo de múltiples calles que subían y bajaban; todo eran cuestas allí.
Al día siguiente fuimos al lago Ladonas (a 7 km del pueblo), una enorme masa de agua verdosa que no alcanzábamos a ver donde terminaba. Voulis y Elaine estuvieron pescando allí y por la noche cenamos esos peces; muy ricos, por cierto.
Salimos un rato al balcón a ver la procesión que salía de la iglesia que estaba al lado. En viernes santo la gente sale a la calle con los epitafios que son unos armatostes de madera adornados con flores que llevan el icono de Cristo resucitado (una pintura). Durante el tiempo de Cuaresma, las mujeres y los niños del pueblo adornan el epitafio con flores. No está permitido comer carne y pescado durante la Cuaresma, al menos los viernes y los últimos días antes de la resurrección, y esto es algo que los griegos se toman muy en serio.
El sábado fuimos con Elaine al monasterio de la Concepción que está a unos 950 m de altura y se cree que data del S. XII aunque tampoco es seguro. El monasterio ha sido abandonado en numerosas ocasiones y reconstruido, incluso sufrió un incendio. Actualmente vive una monja mayor que decidió irse allí después de muchos años de abandono y se ha dedicado a restaurarlo. Llamamos a la puerta y la monja nos invitó a pasar. Nos hizo ponernos una falda a Elaine y a mí. Por supuesto no hablaba inglés y Elaine hizo de traductora. Nos preguntó de dónde éramos y cosas así. Después de enseñarnos el monasterio, nos puso unos cafés griegos en minúsculas tazas, pan, aceitunas, un dulce típico hecho de sésamo llamado “halvas” y otro dulce que eran bloques de colores parecido a una gelatina dura que sabía como a jabón (decían que era una delicia turca). Por último nos dejó subir a la torre para tocar las campanas.
Después de visitar el monasterio, Elaine volvió al pueblo pero Martin y yo subimos a la montaña Afroditi que tiene 1200 m de altura. En la cumbre disfrutamos de unas vistas increíbles, rodeados de valles y montañas, y el aire dándonos con fuerza en la cara. Subimos después a un pico cercano.
Cuando bajábamos al pueblo, vimos a dos pastoras mayores típicas con sus cabras. Allí también era muy común ver a los burros y las ovejas, y en cuanto a la agricultura no hay mucho cultivo, tan sólo maíz (que secan colgando en hileras), algo de olivos, almendros, nogales y un poco de vid.
Al rato vimos un camino que salía de la carretera y se adentraba en la ribera de un río que estaba seco. Caminamos junto al río un rato y volvimos a la carretera que nos llevó al pueblo. Por la noche fuimos a la misa de Resurrección que era a las 11. Cantan todo el rato y el sacerdote está escondido la mayor parte del tiempo. Los cantantes, hombres del pueblo, pueden estar hasta las 2 de la mañana recitando salmos. Al llegar a la iglesia, encendimos una de las largas velas amarillas y las hundimos en la pila de arena, como allí suele hacerse, para hacer una petición. A las 12 menos 5 el sacerdote apaga las luces y a las 12 las enciende portando el fuego de Cristo resucitado. Ese fuego pasa de unos a otros y cada uno lleva su vela que tiene que intentar llegar a casa sin que se apague (y si eso ocurre encenderla de otra persona). Las campanas suenan mientras los petardos te dejan sorda.
El cabeza de familia hace una cruz con su vela en la entrada de la casa. Entonces se cena y lo típico es sopa de vísceras de oveja, carne de cordero, empanadillas de espinacas y huevos de pascua pintados de rojo (se hace un juego y al que se le rompa el huevo se lo come). También se comen pastas típicas y el pan dulce tsureki. La gente sale por ahí a celebrarlo hasta de madrugada.
Al día siguiente la gente asa un cordero en el campo y nosotros fuimos al río Ladonas para hacer chuletas a la parrilla y de paso hacer algo de piragüismo. Fueron unos días muy agradables y tranquilos, en este pueblecito griego del Peloponeso, donde no hay apenas turistas pero donde mejor pude conocer la cultura griega de cerca.
Corfú (13-16/04/2004)
El lunes cogimos un autobús a Patras y de allí un ferry a Corfú donde nos pasamos toda la noche. Corfú es la segunda isla más grande de las islas jónicas y está muy relacionada con la historia y la mitología griega. Yo más que nada me había empeñado en ir allí porque me había leído hace años el libro de Gerald Durrel de «Mi familia y otros animales», en el que el autor habla de su vida en la isla y la fauna con la que se va encontrando.
Pasamos dos noches en el precioso pueblo de Pelekas, en una pensión familiar. Visitamos las playas de Pelekas y Mirtiotissa que dicen que es una de las más bellas de la isla. El hecho de no disponer de coche nos limitó un poco pero aún así conseguimos ver bastante en los tres días que teníamos.


Después cogimos un autobús al pueblo de Spartillas y antes paramos en Pyrgi, un pueblo turístico al lado del mar, donde todo parecía estar hecho para los turistas y ahora estaba desierto por estar en temporada baja. En Spartillas no había nada para turistas y plantamos la tienda en el campo. Entonces emprendimos 12 km que nos separaban de la montaña de Paleokastritsa (la montaña más alta de la isla) y el monasterio que lleva su nombre. Cerca había otro pueblo, Strinillas, muy bonito. Las vistas desde las montañas eran impresionantes, hasta Albania se veía. De vuelta nos trajo una pareja en coche. Y nos levantamos a las 6 de la mañana al día siguiente para ver el amanecer y coger el autobús.
El día que nos marchamos de Corfú, cogimos un barco a Igoumenitsa. Queríamos ir a Metsavo pero en Ioannina, lugar donde teníamos que hacer la conexión, perdimos el autobús. Aprovechamos para ver el lago de Ioannina y caminar junto a él; es un lago enorme. Aparte de eso, no hay mucho más que ver allí.
Meteora (16-18/04/2004)
En Ioannina cogimos un autobús a Kalambaka y cruzamos las montañas de Pindhos (las más altas del país) por el paso de Katara. El paisaje era espectacular y había nieve en las montañas.
En las proximidades de Kalambaka están los monasterios de Meteora, o monasterios suspendidos en el aire. Están localizados en el norte de Grecia, en la llanura de Tesalia, valle del río Pinios. Están clasificados como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde el año 1988, y son construcciones sobre impresionantes masas rocosas grises, talladas por la erosión y llamadas Meteora. Se encuentran hasta una altura de 600 m y están habitados desde el siglo XIV por monjes cristianos ortodoxos (ermitaños que buscaban estar más cerca de Dios).


En Kalambaka estuvimos en un camping dos noches y visitamos siete monasterios en total. Saliendo de Kalambaka, hay un circuito de 17 km que permite dar la vuelta a los monasterios. Tuvimos la suerte de conocer una pareja que nos llevó a la mayoría de ellos, si no habría sido imposible visitar tantos. En algunos entramos y me hicieron poner una falda para guardar el decoro. La verdad que el paisaje de Meteora es impresionante y parece increíble que hubiera seres humanos viviendo allí arriba


Estuvimos comiendo en Kastraki, un pueblo a 20 minutos de Kalambaka. Luego volvimos al camping para pasar la última noche. Así terminaba nuestro viaje de Semana Santa en Grecia. A mi me quedaba una semana más en Atenas y después se acabó. La verdad que esta vez he podido conocer mejor este país ya que la primera vez tuve una visión superficial y todo fue muy rápido. Pensé que era curioso como un país que nunca estuvo entre los primeros de mi lista, acabé visitándolo dos veces, y con poco tiempo entre medias. Pero la verdad que no me decepcionó y todavía me quedan ganas de volver una vez más si hay otra oportunidad.