Después de estar seis meses en España, decidí emprender una nueva vida en Irlanda. Me fui allí sin nada planificado, sin saber cuánto tiempo me iba a quedar y sin nada esperándome. Pensé que si me salía una buena oportunidad y me gustaba la vida allí, me quedaría indefinidamente. Me fui a Cork para probar un sitio diferente, pues en Dublín ya había estado, y mi hermana me acompañó en esta aventura. Yo no encontré las oportunidades laborales que buscaba, pero siempre me las ingenié para tener algo de trabajo, y en mis vacaciones viajaba todo lo que podía por el país. Al final me quedé 10 meses que creo que fueron buen aprovechados por todo lo que allí experimenté. En mis últimos meses concentré mis esfuerzos en conseguir el dinero para emprender la siguiente aventura que sería ir a Sudamérica de voluntaria. A pesar de todas las dificultades, el país me gustó muchísimo y guardo un grato recuerdo de él.
Dublín (05-08/03/2003)
Yo ya había estado en Dublín hacía cinco años haciendo un curso de inglés con una beca que me concedieron. Viví en casa de una familia irlandesa en las afueras de la ciudad. En el mes que pasé allí tuve la oportunidad de conocer Dublín y algunos sitios de los alrededores, así que que esta vez para mí bastaba una corta visita de tres días antes de marcharnos a Cork.
Antes de empezar con el relato de este viaje, quería contar un poco sobre Dublín. Está ubicada cerca del centro de la costa Este de la isla y en la desembocadura del río Liffey. Originalmente fue fundada por los vikingos en 841 y ha sido capital del país desde la Edad Media. La población de la ciudad está en torno al medio millón de habitantes, pero sin contar con la zona periférica.
Salimos del aeropuerto de Barajas el día 5 de marzo por la tarde. Teníamos el vuelo con la compañía irlandesa Air Lingus. Al llegar nos enteramos de que el vuelo fue retrasado, así que nos tocó esperar. Cuando llegamos eran las 11 de la noche y cogimos un autobús que nos dejó en la estación central de autobuses. Nuestro albergue estaba cerca de la estación aunque nos costó un poco encontrarlo porque estaba en una calle escondida. Nuestra habitación era grande y tenía muchas literas. No nos gustaba mucho pero era la más barata. Sin embargo poco después me di cuenta de que a veces lo barato es caro por algo que me sucedió.Al día siguiente caminamos hasta el centro que estaba cerca del albergue y visitamos Trinity College, la Catedral de St. Patrick, el Castillo de Dublín y el Parque St. Stephen’s Green, entre otras cosas. No voy a contar nada de estos sitios porque sin fotos os vais a aburrir. De todas formas, hay miles de páginas con información turística de esta ciudad.
Cuando volvimos al albergue eran las 4 de la tarde y estábamos agotadas. Nos tumbamos un rato a descansar y yo cometí el error de dejar mi bolso junto a mi cama sin mucho cuidado. Me quedé dormida y cuando me desperté mi bolso no estaba. Pensando en todas las cosas que llevaba en el bolso (documentación, dinero, tarjetas del banco, móvil, gafas de sol graduadas, etc) casi me da un ataque. Tratando de controlarme bajé a la recepción para informar de lo sucedido. Me dijeron que había una comisaria de policía allí cerca, así que allá me fui después de llamar a mi casa para que anularan el móvil y la tarjeta visa. Apenas podía creer lo que me estaba pasando, era la primera vez que me robaban tantas pertenencias, y quién iba a decir que me iba a pasar en Irlanda! Menuda forma de empezar mi estancia en este país, encima que se trataba de mi país favorito hasta la fecha.
En la comisaría, mientras hacía la denuncia, vi como se abría una puerta de una oficina y de repente vi mi bolso en el suelo, justo al lado de la puerta. Estaba todo menos el dinero (menos mal que sólo eran 60€), la tarjeta visa, el móvil y la navaja multiusos. Por lo menos había recuperado parte de mis pertenecías, lo cual fue un alivio. Según me dijo la policía, una señora mayor se encontró el bolso tirado por la calle y lo llevó a la comisaría. Nosotras sospechábamos de una chica que estaba durmiendo al lado nuestro durante la siesta y que de repente cogió sus cosas marchándose repentinamente a otra habitación. Al final no hicimos nada porque no podíamos acusar a nadie sin pruebas, ya no queríamos más líos.
Al día siguiente cogimos el DART (un tren que va de Dublín a algunos pueblos de alrededor) para ir al pueblo de Howth y al de Bray. Yo ya había estado en Bray la otra vez. Hacía viento y llovía a ratos. Entre ir a un pueblo y otro nos tiramos casi todo el día en el DART.
Cuando regresamos al albergue hicimos la cena y nos arreglamos para salir. Mientras cenábamos conocimos a un argentino y un polaco que estaban allí. Salimos a Temple Bar, famosa zona de bares de Dublín. Había mucho ambiente debido a que aquel fin de semana había un partido de rugby entre Irlanda y Francia. Con motivo del partido, muchos franceses habían venido a Dublín. Nos sorprendió que la mayoría eran mayores y no se cortaban a la hora de intentar ligar con nosotras. Tampoco faltaron irlandeses que se nos acercaron. La otra vez como estaba con un grupo grande de españoles, apenas conocí irlandeses, pero esta vez sería distinto. La primera impresión que me dieron es que eran muy lanzados y bebían demasiados, así que de entrada no es el tipo de hombres que me interesan.
Cerraron los pubs sobre las 3 de la mañana y entonces fuimos a una discoteca o como aquí llaman “nightclub”. No teníamos reserva en el albergue aquella noche ya que después del robo no me apetecía pagar otra noche de alojamiento, aparte de que ya no me fiaba. Por eso pensamos tirarnos toda la noche por ahí hasta que abrieran el albergue a las 7 de la mañana. La discoteca costaba 10€ pero conseguimos convencer al de la entrada para que nos dejara gratis ya que sólo quedaba poco más de una hora para que cerraran.
Cuando cerraron la discoteca no teníamos ya más sitios donde ir, así que volvimos al albergue por si hubiera suerte de que estuviera abierto, pero estaba cerrado. El único sitio que encontramos para quedarnos y que estaba abierto era la comisaría. Así que allí nos metimos a esperar que llegaran las 7, vaya nochecita.
Entramos en el albergue en cuanto abrió, cogimos el equipaje y nos fuimos a coger el autobús a Cork que salía a las 8 de la mañana. Estábamos tan cansadas que nos pasamos casi todo el viaje durmiendo. Llovía mucho y hacía frío. El autobús paró en bastantes sitios antes de llegar a Cork.
Cork (8/03-30/12/2003)
Según nos íbamos acercando a Cork, la emoción iba en aumento. ¿Cómo sería el sitio donde íbamos a pasar los próximos meses, o años, o quién sabe si toda la vida? La verdad que no teníamos ni idea de que pasaría, íbamos allí sin nada planeado, tendríamos que buscar casa, trabajo, amigos,… empezar de cero, y si allí nos iba bien quizás asentarnos. Vamos a ver qué pasaba.
Cork es la segunda ciudad más importante de Irlanda, sólo superada en tamaño por Dublín. Es la capital del condado de Cork y tiene un importante puerto marítimo. El río Lee atraviesa la ciudad y justo antes de entrar al casco urbano se divide en dos caudales que separan la ciudad en tres partes, donde la central corresponde al centro histórico. En 2006 su población era de 119.143 habitantes.
La verdad que al entrar en la ciudad nos decepcionamos porque se veía el puerto muy industrial y nada bonito. Las casas de la parte vieja subían hacia arriba y entre ellas se divisaba la torre de alguna iglesia. Aunque la primera impresión no fue buena, pensamos que era mejor no precipitarse y esperar a conocerlo mejor. Al fin y al cabo acabábamos de llegar.
He dividido este relato en tres partes que están marcadas por mis cambios de casa en Cork (estuve en tres casas en total durante mi estancia).
Primera parte: Los comienzos (08/03- 25/05/2003)
El autobús llegó a la estación y nos bajamos. Llovía mucho y hacía frío. Estábamos tan cansadas y hacía un tiempo tan malo que decidimos coger un taxi que nos llevara al albergue. Además ahora llevábamos un equipaje mucho mayor que el de un simple viaje; no era como para estar dando vueltas por ahí. El albergue estaba en la parte antigua de la ciudad.
Después de instalarnos, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad, comprar comida y el periódico para buscar piso. Pasamos el resto del día llamando a anuncios de habitaciones de alquiler y fuimos a ver un par de casas al día siguiente. La segunda estaba cerca del centro y nos convenció más que la primera. El dueño, que se llamaba Brian, nos dijo que también eran suyos todos los pisos del edificio. En realidad había dos habitaciones disponibles, una en el bajo y otra en el cuarto. Vimos las dos y nos gustó más la del cuarto, pero esta no quedaría disponible hasta dentro de cinco días. Así que nos metió en la del bajo provisionalmente, hasta que nos mudáramos a la del cuarto. La habitación doble nos costaba 500€ al mes, un poco caro según nos dijo la gente que conocimos después, pero la verdad que no teníamos ganas seguir buscando y dar más vueltas.
Los días que pasamos en el piso de abajo fueron horribles y a punto estuvimos de dejarlo todo y volver a España. El piso estaba muy sucio y nuestra habitación también. Era tétrico y oscuro, y no tenía mucha ventilación. Tuvimos que comprar almohadas, edredones y sábanas porque las que había allí daban verdadero asco. Había un olor muy desagradable en el piso que venía de la habitación de nuestra compañera (el casero nos dijo que sospechaba que guardaba basura allí dentro). Aquella chica además pasaba totalmente de nosotras y apenas nos dirigía la palabra. Para colmo caí enferma en aquellos días, con fiebre, temblores, dolor de cabeza y dolor de oídos. Tuve que ir al médico y me dijeron que tenía una infección. Así que yo no estaba como para buscar trabajo, sólo podía quedarme en la cama a descansar.
Por fin el sábado nos cambiamos al piso de arriba. Tenía mucho mejor aspecto y por lo menos no olía mal. Además las vistas desde allí eran estupendas, se veía la calle de St. Patrick, la principal de la ciudad, y la calle de tiendas. El piso estaba en St. Patrick Hill que era la continuación de St. Patrick pero cuesta arriba, por eso teníamos tan buenas vistas. Este piso tenía más luz y eso nos alegraba un montón. Además, hoy lucía un sol espléndido después de varios días sin parar de llover. Ahora nos sentíamos más animadas y con ganas de buscar trabajo.
Nuestro compañero de piso era un irlandés de unos treinta años, con cierto sobrepeso y barba pelirroja. Se llamaba Bernard y era ingeniero. Aunque era un poco reservado y rarito, parecía buena persona. Cuando volvía del trabajo siempre se quedaba en casa viendo la tele o con el ordenador, pero casi nunca salía. No hablábamos mucho con él pero siempre era amable y atento con nosotras. Yo desde luego prefería mil veces vivir con él que con la extraña chica del bajo.
Ese mismo fin de semana mi hermana empezaba a trabajar en el AnBrog, uno de los pubs más concurridos y con más ambiente joven de Cork. Sólo había un puesto de “glasscollector” (recogevasos) y preferí que se lo dieran a mi hermana porque yo esperaba que con mi inglés tuviese posibilidades de conseguir algo mejor. Estuve todo el fin de semana en el AnBrog con mi hermana y conocí a diversos personajes de distintas nacionalidades, pero que tenían demasiado peligro. Al lado del AnBrog había un “nightclub” o discoteca que se llamaba Qube y era del mismo dueño. A veces me pasaba por allí a bailar un rato aunque era otro tipo de ambiente.
La verdad que lo que veía en las noches irlandesas distaba mucho de la imagen idílica que yo tenía de Irlanda. Los chicos irlandeses eran muy bebedores y bastante bastos, especialmente en Cork. Por la calle gritaban mucho y armaban tremendo escándalo, y es que además con el acento de Cork a mí a veces me resultaban agresivos en su forma de hablar (aunque las chicas australianas decían que les parecía sexy, no sé por qué). Dicen que en Dublín son más finos en sus modales y su acento no es tan fuerte. En cuanto a las chicas, salían muy ligeritas de ropa y sin chaqueta en pleno invierno, parecido a lo de Newcastle, aunque allí era todavía más exagerado. Lo curioso es que muchas irlandesas estaban un poco o muy pasadas de peso pero no tenían ningún reparo en lucir su tripa al aire con sus michelines. Eso es algo que a las españolas siempre nos había chocado y que nos costaba asimilar. Desde luego complejos no tenían. En general, tanto chicos como chicas eran más libertinos que los españoles, y parecía que lo de las aventuras de una noche y las relaciones sin compromiso eran de lo más común. Los irlandeses se lanzaban de una forma que nunca había en España y además iban directos al objetivo, pensando que te irías con ellos a pasar la noche sin apenas conocerles. No me gustaban aquellas formas, pero bueno, también tuve oportunidad de conocer otro tipo de irlandeses.
El día de St. Patrick (17 de marzo) fuimos a ver una especie de desfile que pasaba cerca de nuestra casa. Nos pareció un poco cutre pero dicen que el de Dublín es mucho mejor. Empezó sobre la 1 y duró hora y media. Por allí pasaron el ejército, la policía, los bomberos, escuelas, asociaciones y otros organismos oficiales de la ciudad, pero yo esperaba ver más de la Irlanda tradicional y mística, y no hubo ni un baile ni algo música folk. Supongo que la mayoría lo sabréis, St. Patrick o San Patricio es el patrón de Irlanda, donde fue predicador. El 17 de marzo es el día de su fallecimiento y por eso se celebra ese día. Dice la leyenda que San Patricio libró a la isla de las serpientes.
Mi hermana luego se fue a trabajar al AnBrog y fui a buscarla cuando terminó de trabajar. Fui con ella y con un italiano que conocimos hace poco, Alessandro, a algunos pubs para celebrar St. Patrick. Uno de los sitios donde estuvimos fue el Rearders, un pub muy grande donde solía haber música en directo. Esa noche había un concierto pero la noche anterior dieron otro de música más tradicional que me gustó más.
El tiempo fue pasando y yo buscaba trabajo pero sin mucho éxito. Desde luego que aquí el tema del trabajo estaba más difícil que en Gran Bretaña. Fuimos a muchos “call centres” porque conocimos españoles que trabajaban allí de teleoperadores y ganaban bastante más de lo que se gana en España con el mismo trabajo. Para ellos fue fácil conseguir aquel trabajo, incluso algunos tenían un nivel bajo de inglés. Realmente en el trabajo no tenían que hablar en inglés, sino en español con clientes españoles. Dejé el curriculum en todos los “call centres” pero el tiempo pasaba y no me llamaban para ninguna entrevista. Pedí el subsidio por desempleo como hice en Inglaterra pero aquí eran más exigentes y no me lo concedieron. Empecé a desesperarme, llevaba casi un mes en Cork y no me salía trabajo. Menos mal que mi hermana tenía el trabajo del AnBrog.
Al final tuve que echar el curriculum en sitios donde preferiría no tener que trabajar como el Burger King o McDonald. Me llamaron de McDonald para una entrevista y me cogieron, así que tuve que empezar a trabajar allí, qué remedio. Desde el primer día me pusieron en la caja y estaba con uno de los supervisores que era de Bangladesh. El parecía el perfecto trabajador de McDonald, entregado a la empresa, servicial y con perfecta atención al cliente. Pero yo no estaba nada motivada con aquel trabajo y la verdad que no lo hacía muy bien. Yo quería que me saliera pronto otra cosa para irme, no soportaba estar allí, de hecho yo jamás iba a comer a un McDonald porque estoy en contra de muchas de sus cosas, así que imaginad lo que suponía para mí trabajar allí y comer allí todos los días (a los trabajadores nos daban la comida gratis).
Una de las coincidencias que me sucedió en Cork es que me encontré con Sarah, una de las australianas con las que compartí habitación en Edimburgo. Cuando la vi por la calle no podía creer que fuera ella, pero me acerqué y sí lo era, vaya sorpresa. En Edimburgo no tuvimos mucha amistad y lo cierto es que no me caía muy bien, pero aquí las cosas fueron diferentes. Yo creo que ella también había cambiado y se la veía más madura, asentada y responsable. Empezamos a quedar y al final se convirtió en una de mis mejores amigas de Cork. También allí estaba uno de los irlandeses que estuvo en el piso de Edimburgo cuando volví por segunda vez, Pat. Yo sabía que él era de Cork y Sarah me contó que ahora estaba allí. Quedamos con él algunas veces. Una de las veces nos llevó a ver un partido de hurling, el deporte nacional de Irlanda, de origen celta. Me pareció bastante bruto, siempre dándose golpes y cayéndose cada dos por tres; la verdad que tenían que acabar muy doloridos.
Mi hermana estaba teniendo suerte con el trabajo porque le ofrecieron otro en el Ginger Bread House, una famosa cafetería con dos plantas que era muy popular en Cork. Así la pobre acabó agobiada porque trabajaba en los dos sitios. Yo creo que tuvo mucha suerte porque con su bajo nivel de inglés pensé que le iba a costar mucho más. Yo seguía buscando trabajo en mis días libres y por fin un día me ofrecieron algunas horas en el AnBrog. En principio sólo eran dos días a la semana pero como también tenía el trabajo de McDonald, me pareció bien.
Después de un mes trabajando en McDonald, lo dejé porque me salió trabajo en el hotel Metropol que estaba cerca de mi casa. El trabajo era “housekeeping”, que en español es camarera de pisos. Yo ya había hecho antes ese trabajo en Escocia y no me gustaba nada. Es agobiante porque tienes que terminar de hacer un número de habitaciones en un tiempo récord y además luego pasa la gobernanta para revisarlas. Si no están impecables o si no acabas a tiempo, te puedes llevar una buena bronca. Pero yo sólo quería este trabajo para dos semanas nada más, ya que a finales de mayo me iba a España de vacaciones y lo tendría que dejar. Cuando volviera ya vería como buscaba la vida, pero desde luego yo no quería trabajar en el hotel mucho tiempo. Me sorprendió que casi todos los que trabajaban allí eran españoles; es el típico trabajo para los que acaban de llegar y no saben mucho inglés.
Un día mi hermana me dio la noticia de que cuando fuéramos a España de vacaciones se iba a quedar allí y ya no regresaría a Irlanda. Me sorprendió porque tenía dos trabajos y un novio (ahora salía con Alessandro, el italiano) pero ella insistía en que su decisión era definitiva. Ella decía que los trabajos que tenía la habían cansado mucho, y es cierto que el pub agota porque es un trabajo nocturno en un ambiente lleno de humo, borrachos y música a todo volumen, y más si luego tienes un trabajo de día. Yo le dije que tuviera paciencia y no tirara la toalla tan rápido, pero no me hizo caso.
Así que antes de irnos a España de vacaciones tuvimos otra tarea: buscar nuevos inquilinos que se quedaran con nuestra habitación y buscar una nueva que fuera individual para mí. Por suerte encontré una habitación que me gustó en una zona distinta de la ciudad. También estaba cerca del centro y del río, pero en la zona de Sullivan’s Quay, al otro lado del puente. La habitación era espaciosa, luminosa y estaba pintada de naranja. Me gustaba y me transmitía alegría. Mis nuevas compañeras de casa eran tres irlandesas, aunque de momento sólo conocía a una de ellas. La preciosa Catedral de Saint Fin Barre’s quedaba cerca de allí y cuando me mudé allí tuve oportunidad de visitarla muchas veces.
En aquel tiempo yo estaba más preocupada por el tema laboral que por ver sitios. La únicas excursiones que hice fueron las siguientes:
(primero un mapa de West Cork para que os situéis)
– Schull, pueblo de la costa oeste del condado de Cork, a unos 100 km de la ciudad de Cork. Es el sur más al oeste del sur del país y su costa es de gran belleza. Aquí pongo dos fotos que hice ese día.


– Bantry: Fuimos allí con motivo del famoso Festival de Mejillones (Mussel Fair). Alquilamos un coche entre mi amiga Sarah, su novio irlandés, mi hermana, su novio italiano y yo (sin novio todavía), para ir hasta allí. De camino a Bantry tuvimos la oportunidad de apreciar la belleza de esta zona de la costa oeste del condado de Cork. Bantry está rodeado de montañas que le resguardan de los vientos. La región de Bantry está dividida en tres partes que corresponden a tres penínsulas: Beara, Sheep’s Head y Mizen. Cuando llegamos allí, había mucho ambiente por el festival. En todos los bares ponían platos de mejillones con la bebida y en la calle había música en directo.


De vuelta a casa pasamos por Baltimore, Skibbereen y Clonakilty, también pueblos turísticos de West Cork. A continuación unas bonitas fotografías de los paisajes que pudimos contemplar durante el recorrido.


– Castillo de Blarney: Se trata de una fortaleza medieval que se encuentra en el pueblo de Blarney, cerca de Cork. El castillo fue fundado a principios del S. XIII, destruido en 1446, y posteriormente reconstruido por Dermot McCarthy, rey de Munster. Está parcialmente destruido quedando la torre del homenaje y algunas habitaciones. En la parte superior de se encuentra la piedra de la elocuencia o piedra de Blarney. Para besar la piedra, uno se queda suspendido en el vacío, pero es el riesgo que hay que correr para que te concedan el don de la elocuencia. Nosotros, no nos íbamos a ir sin intentarlo, así que cumplimos con la tradición.
Rodeando el castillo se encuentran los jardines que contienen diferentes puntos interesantes como Druid’s Circle, Witch’s Cave y las Wishing Steps. En los alrededores se encuentra la Blarney House, una mansión reformada en 1874 en estilo señorial escocés residencia de la familia Colthurst desde el siglo XV. Los jardines eran una preciosidad, una pena que no tenga fotos en papel, ni tampoco del castillo (las que tengo están en diapositiva y no las puedo escanear).
Antes de regresar a Cork, caminamos por el pueblo que es agradable y tranquilo, y entramos en una tienda enorme de prendas de lana, cuya marca (Blarney) es de gran renombre. Nuestro presupuesto no daba para comprarnos nada allí, pero más adelante me compré una chaqueta de lana de Blarney en una charity shop de Cork por 5€ (de segunda mano, evidentemente), que parecía casi nueva y que a día de hoy aún conservo.
Cuando volvimos a España, lo hicimos por vía Londres con Easyjet, así que tuvimos que coger dos vuelos. Pasamos casi un día completo en Londres y aprovechamos para recorrerlo y ver sitios. Yo ya había estado antes, en la época en la que vivía en Inglaterra, pero mi hermana no, así que traté de enseñarle algunos de los sitios más turísticos. Después cogimos el vuelo a Madrid donde pasé 9 días de vacaciones. Tenía que retomar fuerzas para empezar una nueva etapa en Cork, esta vez sin mi hermana.
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