Munich
Llegué a Munich media hora más tarde que mi hermana. Munich es la capital de Baviera y la tercera ciudad más habitada de Alemania. Por suerte la estación de tren (Hauptbahnhof) quedaba cerca. En el albergue (Euro Youth Hotel) nos dieron la desagradable noticia de que no quedaban plazas en el dormitorio y nos tocó pagar una habitación triple que costaba 23€ por persona. Encima el desayuno no estaba incluido. No me gustó nada el albergue y la gente de la recepción. Nos fuimos pronto a dormir.
Al día siguiente nos fuimos caminando al centro por la calle de tiendas Kaufingerstrasse. Fuimos a la catedral de Frauenkirche caracterizada por sus cúpulas renacentistas bulbiformes. De allí fuimos a Odeonsplatz con la iglesia barroca de Theatinerkirche. Por allí preguntamos a unas chicas si había un parque bonito cerca. Resulta que eran españoles y nos dijeron que sí, que allí cerca estaba Englischer Garten. Fuimos allí a comer y después a dar una vuelta. Era un parque bastante grande, el río pasaba por allí y había muchos árboles. Llegamos hasta una zona con bares y terrazas donde la gente bebía grandes jarras de cerveza.
Después llegamos a una zona del parque donde había gente desnuda tomando el sol. Nos quedamos sorprendidas de ver aquello pues nunca antes me lo había encontrado en ningún parque, pero es que los alemanes para estas cosas no tienen vergüenza alguna, como pasaba con los austriacos que comenté en la entrada del Tirol.
A continuación anduvimos hasta Marienplatz, la plaza principal de Munich donde destaca el reloj del Ayuntamiento. De camino allí vimos muchos policías y mucha gente con cámaras de fotos. Preguntamos y nos dijeron que iba a venir el presidente de Alemania. En la plaza había un concierto de un grupo de rock y estaba llena de gente. Estuvimos un rato hasta que acabó el concierto y empezaron unos mítines de unos políticos. Al parecer iba a haber elecciones el 22 de septiembre.
Entonces nos fuimos a Reichenbachplatz y allí cogimos un tranvía hasta Schloss Nymphenburg, el castillo de Munich. Estuvimos paseando por los jardines que eran muy extensos y nos sorprendió ver tanta gente corriendo allí. Estaba claro también que los alemanes eran muy deportistas.
Cogimos el tranvía de vuelta sobre las 8 y volvimos al albergue. Buscamos un sitio para cenar y dimos una vuelta, pero el ambiente no nos gustaba mucho así que nos fuimos pronto a dormir.
Al día siguiente por la mañana estuvimos dando una vuelta por la calle de tiendas Kaufingerstrasse. Nos llamó la atención una tienda donde los maniquíes eran personas reales, modelos que posaban con la ropa de la tienda detrás del escaparate. Cada cierto tiempo se turnaban y salían otros. Nunca había visto una cosa igual, qué curioso.
Augsburgo
A las 7 de la tarde cogimos un tren a Augsburgo. Allí vivía un amigo alemán que conocí en el voluntariado que hice en el parque nacional de Garajonay, en la Gomera, hace un par de años. Cuando le comenté el viaje que iba a hacer por Europa, me invitó a visitarle y a enseñarme sitios de Baviera. El más que alemán se consideraba bávaro, y estaba muy orgulloso de su tierra. Nos contó que tenían un dialecto propio y que él lo hablaba más que el alemán. Tanto nos hablaba de Baviera y sus costumbres, que desde entonces tenía ganas de ir. Ahora por fin iba a tener la oportunidad y qué mejor forma de conocerlo que a través de alguien de allí.
En el tren nos equivocamos de compartimento y nos metimos en la primera clase. Cuando llegó el revisor, nos dijo que teníamos que cambiarnos al compartimento de la segunda clase, pero en ese momento todos los asientos estaban ocupados y tendríamos que ir de pie. La gente que estaba al lado nuestra nos dijo que no nos cambiáramos hasta que se bajara más gente y quedaron asientos vacíos. Empezaron a hablar entre ellos de lo injusto que era que se quedaran asientos vacíos en la primera clase mientras que mucha gente tenía que ir de pie en la segunda clase (bueno, eso intuí qué decían porque hablaban en alemán). Sin quererlo nos convertimos en el centro de atención del vagón y motivo de una conversación entre los viajeros.
Cuando llegamos a Augsburgo nos enteramos de que podíamos coger el tranvía para ir a casa de Florian, mi amigo alemán. Nos bajamos en Rote-Tornwall-St y tuvimos que preguntar para ir a la calle donde estaba la casa, RemboldstraBe. Apenas había nadie por la calle y tuvimos que dar muchas vueltas hasta encontrar la casa, aunque en realidad estábamos muy cerca. Yo no sabía si Florian estaría porque él había estado de vacaciones y la última vez que tuve noticias suyas me dijo que no sabía cuándo regresaría. Me dijo que en cualquier caso fuéramos y que avisaría a sus compañeros de casa de nuestra llegada, y que no había problema de quedarnos allí aunque él no estuviera.
Por fin llegamos a la casa y llamamos a la puerta. Una chica alemana nos abrió y nos dijo que se llamaba Simone. Era la novia de Kai, el compañero de casa de Florian. Kai salió a saludarnos y nos llevó a la habitación de Florian. Nos explicó que aún no había regresado de vacaciones pero que vendría en un par de días.
Después de un sueño reparador nos levantamos un poco tarde. Kai y su novia ya se habían ido a trabajar, así que estábamos solas en la casa. Nos pusimos a verla y nos encantó. Era grande con habitaciones espaciosas y luminosas, y todo estaba tan limpio que nos daba miedo ensuciar algo. Nada que ver con los cuatrichiles que alquilamos en Madrid, así da gusto vivir.
Al mediodía nos fuimos a ver la ciudad. Primero fuimos a la oficina de turismo que estaba al principio de la calle principal: MaximilianstraBe. Allí conseguimos un mapa e información de sitios para visitar. Lo más cercano era el Ayuntamiento, que era un edificio del Renacimiento, y la Torre Perlach desde donde se supone que hay una buena vista así que subimos para comprobarlo (aunque luego no fue para tanto). Después fuimos caminando hasta la catedral y por el camino vimos las tres fuentes magníficas: Mercurio, Hércules y Augustus.
La catedral de St. Mary es románica y gótica, con cripta del S. X y ventanas del S. XII. La visitamos y luego nos sentamos a comer en el césped. Seguimos caminando hacia el norte de la ciudad en busca de la casa de Mozart, pero no la encontramos. Volvimos de nuevo al centro y caminamos hasta Ulrichsplatz donde estaban las iglesias del Santo Ulrich: una católica y otra protestante. De camino vimos los edificios de los Fugger y el palacio Schaezier, un edificio de estilo rococó.
Después queríamos ir a la iglesia de Santa Ana pero no la encontrábamos. Por fin una señora nos acompañó hasta allí pero resulta que estaba cerrada. Antes de volver a casa de Florian, fuimos a un supermercado a comprar algo de comida para cenar.
Al día siguiente no hicimos gran cosa, sólo fuimos al jardín botánico. Nos gustó mucho y disfrutamos mucho paseando allí. Cuando volvimos a casa de Florian por la tarde nos encontramos a Kai y unos amigos que estaban bebiendo en la terraza. Allí estaba también una amiga de Florian que se llamaba Ute y quería hablar con nosotras sobre nuestros planes para los próximos días. Ella hablaba un poco de español porque había estado nueve meses en Sudamérica viajando y de voluntaria. Hablando con ella volvían a mí las ganas de emprender esta aventura que tenía pendiente, ir a Sudamérica para una temporada, especialmente Perú y Ecuador. Precisamente ella había estado en estos dos países, además de Chile. Seguíamos sin tener noticias de Florian así que Ute nos dijo que al día siguiente vendría a hablar con nosotras para organizar una excursión a los Alpes con ella. Fue muy amable ofreciéndose a llevarnos a ver algo.
Neuschwanstein
Elegimos mal el día para ir allí, el 1 de septiembre, un día lluvioso y frío. Es una pena que no se nos ocurriera ir el día anterior que fue un día magnífico de sol y calor. Ya era tarde para aplazarlo, si no íbamos hoy ya no podríamos ir otro día porque no había tiempo. Sinceramente fue una pérdida de tiempo porque no paró de llover en todo el día y una niebla lo cubría todo. Cogimos un tren a Füssen y de allí teníamos que caminar hasta el castillo. Se trata de uno de los castillos neogóticos más conocidos de Alemania.
La niebla era tan densa que no se veía ni un trozo de paisaje, y por no verse, no se veía ni el castillo, por lo menos hasta que estabas delante. El camino hasta el castillo fue horrible, llovía a mares sin parar y acabamos empapadas. Cuando llegamos entramos dentro, ya que otra cosa no podíamos hacer, pero no merecía mucho la pena. Realmente lo más interesante es el castillo por fuera y el paisaje que tiene alrededor, y eso nos lo perdimos. Aunque se trata del edificio más fotografiado de Alemania, nosotras no pudimos hacer ni una foto. Otro sitio que se queda pendiente para volver en alguna ocasión futura. Eso sí, habrá que mirar bien las predicciones del tiempo para que esto no se vuelva a repetir.
Volvimos a casa de Florian bastante decepcionadas y cansadas después de nuestra desastrosa visita turística. Al poco rato llegó Ute para hablar con nosotras sobre la excursión a los Alpes. Entonces llamó Florian por teléfono y hablé con él. Me dijo que estaba con su novia en el pueblo de sus padres, cerca de la ciudad de Passau, y nos invitó a ir allí a pasar unos días con ellos. Al final dejamos el plan de los Alpes, qué pena porque quería ver cómo eran en Alemania. Pero no había tiempo para todo y tuve que elegir. Con Florian íbamos a ver sitios interesantes de Baviera como su parque nacional y algunos pueblecitos de la zona. Además no podía irme de Alemania sin pasar unos días con él.
Al día siguiente cogimos un tren a Passau sobre las 12 del mediodía, parando en Munich y cambiando allí. En el tren tuvimos problemas para subir nuestras mochilas a la bandeja de arriba, y una señora nos ayudó. Cuando se bajó, se dejó su móvil en el asiento, y nosotras lo recogimos con la intención de podérselo devolver.
Llegamos a Passau a las 15:30 y allí estaba Florian esperándonos. Florian tiene un aspecto muy alemán, con rasgos duros, alto y con el pelo rubio, y todavía lo llevaba largo como cuando le conocí. Después del reencuentro y las presentaciones oficiales, nos metimos en su coche para ir a la casa de sus padres que estaba en un pueblo cerca de Passau.
Cuando llegamos allí, conocimos a su novia Michi que salió a recibirnos. Estaba en el jardín de la casa que por cierto era precioso. Ella no parecía la típica alemana; era delgada, no muy alta, morena y con la cara dulce. Me pareció encantadora desde el primer momento y a Florian se le veía muy enamorado de ella. Nos invitaron a tomar té y después nos propusieron ir a coger setas. Florian conocía muy bien las setas y no dudaba a la hora de diferenciar las buenas de las venenosas. Nos dijo que al día siguiente cocinaríamos con las setas que habíamos cogido; él conocía unas cuantas recetas para hacer deliciosas comidas.
Estuvimos en un bosque precioso cogiendo setas y conseguimos muchas. Es curioso que allí ya era época de setas; en España sería más tarde. Florian nos contó cosas interesantes de las setas que cogimos y también nos indicó las venenosas y como distinguirlas. Parece que él tiene mucha práctica porque va a coger setas a menudo.
Más tarde fuimos a la granja de unos amigos suyos y nos invitaron a cenar. Era una pareja joven que dejó la ciudad para irse a vivir al campo y allí tuvieron a sus hijos. Nos contaron que organizaban rutas a caballo y así sacaban algo de dinero. Estaban contentos con su vida en el campo y decían que por nada del mundo volverían a la ciudad. Los niños estaban totalmente asilvestrados, se veía que el campo era su medio. Yo pensé que así es como tienen que crecer los niños, en contacto con la naturaleza, y cuando eso no sucede, creo que les falta algo fundamental. Por desgracia son pocos los niños que hoy día tienen el privilegio de criarse en el campo, al menos en los países del primer mundo.
Parque Nacional de Baviera
Se trata del parque más antiguo de Alemania y uno de los más antiguos de Europa. Florian nos había propuesto levantarnos de madrugada aquel día para ir a ver el amanecer desde una montaña que estaba en el parque nacional. A las 3:30 de la madrugada Florian llamó a nuestra puerta para despertarnos. En ese momento me arrepentí de haber aceptado su proposición porque estaba muerta de sueño; esperaba que más tarde sintiera que el esfuerzo había merecido la pena.
Nos metimos en el coche y Florian condujo hasta el sitio donde comenzaba la ruta. Cuando salimos del coche hacía frío pero al poco de empezar a andar empecé a sudar. El camino era todo cuesta arriba y yo no estaba precisamente con mucha energía en aquel momento. Mi hermana otro tanto de lo mismo, así que tuvimos que pararnos de vez en cuando a descansar. Nuestros amigos, en cambio, llevaban mejor ritmo y parecía no haberles afectado el madrugón. Estaba muy oscuro y caminábamos con linternas.
El pico que estábamos subiendo se llamaba Rachel y tenía 1453 m de altura. Después del gran esfuerzo de subir allí, no tuvimos recompensa alguna, pues había nubes en el cielo y no pudimos ver el amanecer. Esperamos un rato a ver si se despejaba, pero no hubo suerte. Decidimos bajar al bosque y desayunar en un sitio más resguardado donde no hiciera tanto frío. Llegamos al lago Rachelsee y allí nos pusimos a desayunar. El lago no era muy grande pero era bonito.
Lo más triste de este bosque es que estaba muriendo porque los árboles estaban siendo atacados por plagas de insectos debido a que se estaban haciendo más vulnerables por la influencia del cambio climático y la lluvia ácida. Nosotras decíamos a Florian que si eso estaba ocurriendo debido a la acción del hombre, entonces se debería hacer algo contra las plagas. Sin embargo, Florian estaba de acuerdo con la política del parque de dejar la naturaleza sola y no intervenir. Decía que estaba creciendo un nuevo bosque muy interesante y que había que dar una oportunidad a aquellas especies. El padre de Florian había sido el director del parque nacional durante muchos años, por eso él conocía tan bien este ecosistema y cómo funcionaba.
Fuimos a ver un sitio del parque nacional donde estaba creciendo aquel nuevo bosque que tenía unos 20 años. Resultaba que era más diverso que el original que era solamente de píceas. Ahora crecían abedules, sauces y fresnos, además de píceas. Quizás no fuera tan malo después de todo dejar al viejo bosque morir. La verdad es que la polémica está ahí y hay opiniones divididas. El caso es que nunca podré olvidar la imagen de aquel bosque muriendo sin que nadie hiciera nada. Un montón de árboles muertos caídos por todas partes y ni un solo pájaro cantando, ni un rastro de vida a nuestro alrededor. Era desolador; una muestra de la huella del hombre en la naturaleza.
A las 10:30 llegamos al centro de visitantes Hans-Eisenmann Haus, hay que ver lo que da de sí el día cuando se madruga mucho. No me gustó demasiado porque más que información del parque, se exponía información sobre los problemas ambientales en general con unos dibujos un poco cutres. Además toda la información venía en alemán y no había nada en inglés.
Visitamos el jardín botánico que estaba junto al centro de visitantes. Después Florian y Michi se fueron a buscar setas mientras que nosotras aprovechamos para ver la reserva de animales salvajes de Baviera Tier-Freigelände. Vimos lobos, linces, bisontes y búhos, entre otras cosas. No estaban en jaulas sino en amplios espacios al aire libre, como si estuvieran en libertad pero con unos límites vallados. Aunque se les ve más lejos que si vas al zoo, yo creo que merece la pena porque están en su entorno natural y tienen un espacio mucho mayor.
Nos reencontramos con Florian y Michi en el parking. De ahí nos fuimos a ver a la hermana de Florian que vivía en una casa en el campo y estuvimos un rato en el jardín con ella. Luego nos fuimos todos a un bosque cercano a buscar setas. La hermana de Florian se trajo a su perro que no paraba de correr detrás del palo que le tirábamos.
A eso de las 7 de la tarde volvimos a casa de los padres de Florian. Mientras nos duchábamos Florian preparó una estupenda cena a base de setas. Todo estaba buenísimo y pudimos probar setas de distintos tipos. Encendimos la chimenea porque hacía un poco de frío. La casa era preciosa, rústica pero elegante a la vez, toda de piedra. Podría ser una casa rural estupenda.
Passau
Hoy, 4 de septiembre, no madrugamos en absoluto, nos levantamos a las 10:30, que para mí es tarde comparado con la mayoría de las veces. Desayunamos y nos fuimos a Passau donde teníamos que coger el tren a Augsburgo a las 14:30. Antes de llegar a Passau pasamos por la casa de la señora que se dejó su móvil en el tren. Florian había llamado a alguien de su agenda y así pudo ponerse en contacto con la señora. Cuando le devolvió el móvil, ella le regaló una botella de vino típico de Baviera como recompensa.
Florian nos dejó en la estación de tren de Passau y él se fue a Augsburgo en moto. Michi se ofreció a quedarse al cuidado de las mochilas para que nosotras pudiéramos ver la ciudad. Teníamos un par de horas que esperamos que fuera suficiente para ver lo más importante.
Vimos Rathusplatz, una bonita plaza con edificios antiguos. También la catedral de St Stephan, construida en 1662, que contiene el órgano más grande de Europa. En esta ciudad confluyen los ríos Danubio, Eno e Ilz, y por ello se le llama la ciudad de los tres ríos. Ello proporciona gran belleza a la ciudad y la hace muy especial. Llegamos a la estación 15 minutos antes de que saliera el tren. Michi había encontrado dos chicos para compartir el billete de tren y nos sentamos con ellos. El sistema en Alemania era distinto que en España y que en la mayoría de los sitios ya que el billete de tren vale para cinco personas, con lo cual cuantas menos personas viajen con el billete, más caro les sale. Nosotras no lo sabíamos, si no hubiéramos intentado buscar a alguien cuando cogimos el tren las veces anteriores para compartir el billete.
Cuando llegamos a Augsburgo, Florian ya nos estaba esperando en casa. Mi hermana y yo fuimos al supermercado a comprar comida ya que nos habíamos ofrecido a hacer la cena aquella noche. Hicimos una tortilla de patata para seguir con la tradición que había iniciado el año pasado de dar a conocerla en cada uno de los países a los que iba. Sacamos el vino que nos regaló la señora y después los compañeros de Florian y algunos vecinos se agregaron a la fiesta. Acabaron un poco borrachos pero lo pasaron muy bien, y yo viéndolos, je, je.
Al día siguiente nos tuvimos que levantar a las 5:30 de la mañana para coger un tren que salía a las 7 de la mañana para Munich. Florian y Michi nos prepararon un té y nos lo tomamos antes de salir de casa pero no había tiempo para desayunar. Nos acompañaron a la parada de tranvías y allí nos despedimos de ellos. Tuvimos suerte que el tranvía número 3 llegó enseguida, ya que al final salimos un poco justas de tiempo.
Llegamos a Munich a las 7:30 y el Busabout llegó media hora más tarde. Nos esperaba un largo viaje de 14 horas hasta llegar a París. Así me marchaba de Alemania por segunda vez en aquel verano. Espero volver en el futuro para ver más ya que se ha convertido en uno de mis países favoritos de Europa. Además su gente me gusta mucho a pesar del concepto que a veces se tiene de ellos como fríos y calculadores. En la mayoría de los casos no me ha parecido que se cumpliera ese estereotipo y de hecho siempre he hecho buenas migas con ellos. Seguro que volveré para visitar a más amigos alemanes, los que tengo y los que habrán de venir.