Siento que no pueda acompañar este relato de más fotos pero por entonces no tenía cámara digital y la mayoría de mis fotos las hacía en diapositiva con mi réflex analógica. Sólo he podido escanear algunas fotos que hice en papel. Es una pena porque tengo preciosas fotos en diapositivas de los maravillosos lugares que visité en este país de naturaleza desbordante.
Oslo
A las 6 de la mañana del 9 de junio llegué a la capital noruega y me senté a esperar en la estación de autobús porque todavía no estaba abierta la oficina de turismo. Estaba agotada pero tenía que poner a mi coco a funcionar leyendo la información de mi guía para saber lo que iba a hacer en Oslo los próximos días. Dos horas más tarde compré un pase de transporte para un día y pregunté cómo ir al albergue donde tenía la reserva. Tenía que coger el tranvía 15 para ir al albergue Oslo Vandrerhjem Haraldsheim y la parada donde me tenía que bajar era Sinsenkrysset, que estaba como a 15 minutos de Jernbanetorget, la plaza donde se encontraba la estación de tren.
Cuando por fin llegué al albergue eran eso de las 9:30 y aunque no me incluía desayuno ese día, me invitaron porque venía de lejos y había viajado mucho hasta allí. Yo agradecí la agradable sorpresa y comí un montón pues estaba hambrienta. Después preparé mi mochila y me dispuse a explorar Oslo. Lo primero que hice fue ir a la estación de tren para preguntar información de los trenes que tenía que coger en los próximos días.
Eran ya las 2 de la tarde cuando salí de la estación para ver Oslo. Hacía demasiado calor y el sol brillaba con mucha intensidad. Nunca me había imaginado este tiempo en Escandinavia. Decidí ir a las islas cercanas en ferry, ya que mi pase de 24 horas incluía este medio de transporte también. En la hora en la que fui porque estaban llenas de domingueros de playa (y además era domingo). Aquello parecía Benidorm pero a lo noruego. Primero fui a la isla de Hovedøya, la más cercana, que es tan pequeña que tan sólo tiene medio kilómetro cuadrado de superficie. Me puse a caminar por los bosques huyendo del barullo de la playa.
Una hora después cogí un ferry a la isla más lejana, Langøyene, que resultó peor porque apenas había bosque y todo era playa con domingueros. A la media hora ya estaba aburrida pero todavía quedaba para que viniera el ferry, así que me senté a la sombra de un árbol a leer. Cuando fui a donde se cogía el ferry había ya una cola de gente increíble. Llegó el ferry, se llenó enseguida y no pude entrar. A los 15 minutos llegó otro y también se llenó. A la media hora llegó otro y por fin entré, pero por entonces ya estaba cabreada, acalorada y cansada.
Para cuando llegué al centro no tenía muchas ganas de ver nada con el cansancio que tenía encima, pero me quedaba mucho por ver y no podía desaprovechar la tarde. Me arrastré a la calle principal llamada Karl Johans gate. De allí salía la plaza mayor (Stortorget) y la catedral (Domkirke) que no me parecía muy interesante. Por allí también estaban los edificios de la universidad y el teatro nacional. Al final de la calle estaba el palacio real y los jardines.
Luego fui caminando a la zona de Vippetangen (extremo sur de la península Akersneset), cerca de donde cogí el ferry. Allí estaban la Fortaleza y el Castillo de Akershus que fueron construidos en el 1299 por el rey Haakon V. Oslo fue fundada en 1048 por el rey Harold Hardråde. Fue convertida en capital de Noruega en 1314 por el rey Haakon V, primer rey en residir permanentemente en la ciudad. El castillo estaba cerrado así que caminé en el interior de la fortaleza.
Al llegar al albergue tuve un pequeño susto. Me encontré con todas mis cosas tiradas enfrente de la recepción! Un señor oriental estaba allí quejándose de algo. Me acerqué para preguntar por qué estaban allí mis cosas tiradas y el señor me dijo que era el profesor de las chicas que estaban en mi habitación. Al parecer me habían puesto en la habitación equivocada porque mi cama era para otra de las estudiantes. El caso es que me pareció fatal que el señor tirara allí mismo todas mis cosas y se lo hizo saber; ni siquiera me pidió disculpas, qué mal educado! Me resultó curioso que un oriental fuera el profesor porque las estudiantes eran noruegas; quizás él fuera noruego de nacionalidad aunque no de raza. ¿Serán los noruegos tan poco amables?
Aquí no acaba la cosa porque cuando pregunté en la recepción por una nueva habitación me dijeron que no había más. Yo me enfadé y dije que había pagado, así que tenía derecho a una habitación. Al final me metieron en una que había al lado. Allí había dos amigas que vivían en Londres, una húngara y otra japonesa. Se quejaban de lo difícil que era para ellas encontrar trabajo allí por no ser de la Unión Europea y me decían que yo tenía mucha suerte de ser española. Aproveché para hablar un buen rato con ellas; lo necesitaba después de haber pasado todo el día sola.
Al día siguiente tuve otro susto. Llegué tarde al desayuno y me quedé sin él. El cocinero, de lo más borde, me echó de allí. Me quejé en recepción y conseguí que me dieran un poco de pan, queso y mantequilla, poca cosa pero algo es algo. Por ahora los noruegos me estaban decepcionando; esperaba que la situación mejorase más adelante.
Salí del albergue para seguir descubriendo Oslo. Hoy era mi último día allí ya que por la noche cogería un autobús a Bergen. El día estaba más frío y nublado que ayer. Cogí el tranvía hasta el centro y de allí fui al barrio de Granland para comprar una tarjeta de teléfono para llamadas internacionales (no pude encontrarla en ningún otro sitio). Era un barrio de inmigrantes, sobre todo musulmanes. De ahí me fui a la ciudad medieval, el barrio de Gamlebyen, donde sólo vi las ruinas de una iglesia. También quería ir al parque de Ekeberg, zona verde pública más extensa de la ciudad, pero no lo encontré. Se supone que allí había grabados rupestres. Entonces me fui al jardín botánico que no era nada del otro mundo y de allí a pasear por el río que no me gustó nada. Me costó encontrar el centro de nuevo y de ahí me fui al albergue a comer.
Se puso a llover de nuevo y cuando paró cogí el tranvía para el parque Frogner que cuenta con más de 200 esculturas del artista Vigeland. Todas ellas representan figuras de personas en distintas posturas y gestos. Además el parque está lleno de zonas ajardinadas, estanques con patos y fuentes, y hay muchos senderos para pasear.
De allí caminé a la estación de metro de Majorstuen y cogí la línea 1 para Holmenkollen donde estaba la famosa plataforma de salto de esquí (deporte favorito de los noruegos). Desde allí había unas vistas magníficas de la ciudad y de los bosques de alrededor. Eso sí, no se me olvidará nunca la gran cantidad de escalones que tuve que subir. Al bajar de allí me pilló una terrible tormenta con rayos y todo. Tardé mucho en llegar al albergue porque el tranvía dejó de funcionar y ya casi pensaba que no llegaba a coger mi autobús a Bergen.
Tuve que ir a la carrera pero al final conseguí coger el autobús a Bergen que salía por la noche. Vaya paliza que me había pegado en Oslo de un lado para otro; ahora notaba el cansancio y enseguida me quedé dormida. Desde luego Oslo no resultó ser tan bonita como Estocolmo, pero es que Noruega deparaba otras sorpresas mucho mayores.
Bergen
A las 3 de la mañana me desperté y me encontré un paisaje impresionante. ¿Estaré soñando todavía? Montañas cubiertas de nieve y lagos por todas partes. El autobús iba por una estrecha carretera entre las montañas y daba la sensación de estar cerca de las cumbres. A esa hora ya había luz; en Escandinavia casi no existe la noche en verano. Yo ya no podía dormir más, estaba fascinada! El paisaje fue cambiando según bajábamos de altitud y la nieve desapareció para dar paso a cascadas que caían de las montañas y bosques por todas partes. Ahora había más luz y yo saltaba de un lado al otro del autobús para no perderme ni un paisaje. Bienvenidos a Noruega, el gran paraíso natural de Europa. Puede que su capital no sea gran cosa, pero su naturaleza es abrumadora, impresionante,… uff no hay palabras para describirla. De hecho Noruega está catalogada como número uno en Europa por la belleza de sus paisajes, y yo daba fe de ello.
Poco después tuvimos que cambiar de autobús y yo me enteré de casualidad porque se me ocurrió preguntar al ver que mucha gente metía las maletas en el autobús de al lado. Es lo que tiene no saber noruego, quizás el conductor lo dijo pero yo no me enteré. Había un chico que viajaba solo que también parece que le pilló desprevenido lo del cambio. Más tarde el autobús cruzó el agua en dos ocasiones dentro de un ferry. Esto es de lo más habitual en Noruega con tanto fiordo y lo pude experimentar más adelante en cada uno de los viajes que realicé por el país.
A las 8:30 llegamos a Bergen y cuando bajé del autobús vi otra vez al chico que viajaba solo. No sabía de donde sería pero desde luego que no era noruego. Estaba parado con la mochila sin saber qué hacer, así que se me ocurrió acercarme a preguntarle. Es lo que tiene viajar sola, que una se lanza mucho más a hablar con desconocidos, lo cual está genial para conocer gente nueva. Le pregunté si tenía alojamiento reservado y me dijo que no, así que decidimos ir a buscar un albergue juntos. Se llamaba Matías, tenía 21 años y era alemán (aunque por su aspecto no lo parecía, tenía más pinta de español). Había viajado desde Hanóver a Oslo en un camión sin pagar nada y quería viajar en Noruega en auto-stop, de lo contrario sería muy caro para él. No en vano, Noruega es uno de los países más caros de toda Europa. Pero yo tenía un plan para viajar muy barato por todo el país, más adelante veréis.
Nos recorrimos todos los albergues del centro, pero no había sitio en ninguno. En la oficina de turismo hicimos la reserva para uno que estaba en las afueras (a 4 km del centro). Dejamos las mochilas en una consigna y fuimos a recorrer la ciudad. Por la tarde iríamos al albergue. El día no era muy bueno pues no paraba de llover, pero al menos con Matías se me hizo más llevadero. Fuimos al mercado del pescado y allí conocimos a una española que trabajaba en un puesto. Había estado un año de Erasmus y se había quedado en verano a trabajar. Me dio a probar un poco del famosísimo salmón noruego y decidí comprar un bocadillo. Qué bueno que estaba.
Bergen es la segunda ciudad más grande de Noruega (después de Oslo), situada en el oeste del país. Es la puerta de entrada a los famosos fiordos noruegos y por ello también se ha convertido en el mayor puerto de cruceros turísticos del país. También es el principal puerto para transporte de mercancías. La actividad económica de la ciudad está muy relacionada con el mar y tiene un instituto de investigación marina que es el segundo más importante de toda Europa.
Pero es que además Bergen es una de las ciudades más bellas de Noruega. La parte antigua de la ciudad está en la parte norte de la bahía de Vågen. Es donde se encuentra el Bryggen, una serie de viejas casas de madera de principios del S. XVIII, producto de la reconstrucción de la ciudad tras un incendio en 1702, al estilo de los edificios medievales que estaban en el lugar antes del incendio. La iglesia de Santa María es el edificio más antiguo de Bergen, con alguna de sus partes construidas alrededor del año 1130. La catedral y la iglesia de la Santa Cruz también son medievales pero modificadas posteriormente. La Fortaleza de Bergenhus tiene gran número de edificios interesantes, sobre todo Haakon’s Hall (el salón del rey) de 1260 y la Torre Rosenkrantz. Estuvimos caminando por todos estos sitios hasta llegar a Haakon’s Hall aunque no llegamos a entrar allí.
Empezó a llover mucho y ya no se podía estar en la calle. Decidimos entrar en el museo de historia natural y visitarlo. Después nos tomamos un té y una muffin (por entonces era adicta a ellas) en una cafetería. Después estábamos demasiado cansados para seguir viendo cosas, así que decidimos ir al albergue. La ciudad nos pareció bonita pero el mal tiempo no nos dejó apreciar tanto su belleza.
Cuando llegamos a la parada de autobús vimos que no éramos los únicos que íbamos al albergue. Había muchos mochileros que también iban para allá. En el autobús conocimos a una chica polaca muy maja que nos contaba que había venido a Bergen para hacer un seminario durante dos semanas. Al llegar allí nos instalamos en nuestra habitación donde había mucha gente más. Matías y yo preparamos la cena en la cocina del albergue y luego cenamos con otros mochileros que estaban por allí. Lo pasamos bien y el ambiente era muy animado.
Flåm
A los 8 de la mañana del día 12 de junio cogí el barco que me llevaría a Flåm. Fueron 6 horas de viaje a través del fiordo más largo de Noruega y el segundo más grande del mundo, Sognefjord, que tiene una longitud de 204 km y una profundidad máxima de 1308 m. El viaje me encantó aunque el paisaje no me pareció muy impresionante hasta llegar al último tramo.
Conocí a dos gallegas muy majas, Carmen y Loli, y estuvimos hablando todo el camino. Les estuve contando sobre mi viaje y se quedaron alucinadas; supongo que este tipo de viajes en solitario durante varios meses no es lo más común entre los españoles. Me invitaron a un chocolate caliente y me dieron sus correos electrónicos para que les siguiera contando mis aventuras. No éramos las únicas españolas en el barco, había más y con algunos estuvimos hablando. En mitad del viaje cambiamos de barco y yo casi me fui tan tranquila sin la mochila grande, menos mal que a las gallegas se dieron cuenta y me lo dijeron. Se bajaron antes que yo y nos despedimos deseándonos feliz viaje.
Casi al final del viaje paramos enfrente de una cascada muy alta, en el Aurlandsjfjord, un brazo del Sognefjord. Al llegar a Flåm tuve como regalo el maravilloso paisaje del pueblecito enclavado en aquel valle tan impresionante. Lo primero que hice al bajarme del barco fue ir al albergue que eran cabañas de madera rodeadas de césped, en plena naturaleza. Después de dejar mi equipaje en mi cabaña, me fui a dar una vuelta. Fui caminando por la carretera que va a Aurland y luego me metí por un camino que me llevó a una antigua granja en Ottenes. Cuando volví al albergue me encontré a una chica canadiense en mi cabaña. Al parecer había venido a Europa para pasar un año viajando y trabajando. Estuvimos hablando mucho de viajes y yo le dije que visitar su país era uno de mis grandes sueños.
Al día siguiente cogí el famoso tren Flåmsbana a las 8:50 de la mañana. Este tren realizaba el tramo que va de Flåm a Myrdal, con un total de 20 km de recorrido. Es una de las líneas férreas con mayor desnivel del mundo e incluye varias espirales y 20 túneles (18 de los cuales fueron perforados a mano) en su recorrido. Se trata de una obra de ingeniería desafiante en la que se tuvieron que superar precipicios con ingenio. Se pasa de una altitud de 2 m en Flåm a 866 m en Myrdal. Desde las ventanillas del tren se pueden ver profundos barrancos, cascadas que bajan por laderas de montañas y granjas. Hicimos una parada en la cascada de Kjosfoss de 90 m de altura. Este es el punto más turístico del tren y en él se permite a los turistas bajarse para hacerse fotos con la cascada.
En Myrdal cogí el tren a Oslo y pasamos por la estación de Finse, la de mayor altitud en Noruega. Llegué a Oslo a las 14:30 y allí tuve casi tres horas de espera hasta que cogí el tren a Moelv, lugar donde empezaría mi siguiente etapa de viaje en Noruega, esta vez acompañada.
Moelv
La razón por la que iba a Moelv era porque allí iba a encontrarme con Åke, un noruego con el que me había estado escribiendo durante años y al que aún no conocía en persona. Se convirtió en mi “penfriend” a través de la asociación International Youth Service con sede en Turku (Finlandia). Por entonces no había internet y tampoco había tenido posibilidad de viajar ni de conocer extranjeros (debía de tener catorce años). Alguien me habló de esta iniciativa tan interesante y decidí apuntarme. Enviabas un dinero a una cuenta bancaria y ellos te enviaban direcciones de gente de los países que querías. Además de Åke, también tuve “penfriends” en Brasil, Italia, Alemania e Indonesia. Recuerdo lo bonito que era recibir cartas de distintos países que a veces venían con algún otro regalito en el sobre. Ay… aquellos viejos tiempos de las cartas escritas, qué lejos han quedados.
Cuando llegué a la estación de Moelv, allí estaba esperándome Åke, que estaba igualito que en la foto que me envió: alto, con pelo corto y gafas, y vestía con camiseta de manga corta y pantalón corto. Al principio los dos estábamos un poco cortados, pues aunque llevábamos años carteándonos en realidad éramos dos desconocidos, extraño, ¿verdad?
Me llevó a la casa de su familia que vivía en el campo cerca del lago más grande de Noruega, Mjøsa. Al llegar allí me encontré con sus padres y su hermana pequeña, e hicimos las presentaciones oficiales. Todos parecían muy tímidos y apenas hablaban. Yo intentaba sacar algo de conversación pero el único que me seguía un poco era el padre. Luego fui con Åke a cenar a la cocina; su madre había hecho unos pastelillos muy buenos. Åke era un chico muy serio y formal, supongo que es un carácter muy común entre los noruegos. No hablamos mucho durante la cena pero esperaba que cogiéramos más confianza con el tiempo. Dormí en la habitación de su hermano mayor que ya no vivía en la casa.
Jotunheimen
Después del desayuno se supone que íbamos a coger el autobús a Geiranger, pero en el último momento tuvimos una buena noticia, la madre de Åke nos dejaba su coche durante unos días. Salimos más tarde de lo previsto pues ahora teníamos tiempo. A la hora paramos en Vinstra donde vivía la hermana de Åke con su novio. Ella me hizo una foto con Åke porque a su madre se le había olvidado. Me dijo que si quería podía ir a la boda de su primo que se casaba en Suecia el 29 de junio haciéndome pasar por novia de Åke. Me pareció que la familia de Åke se estaba ilusionando demasiado conmigo pero de momento no quise darle mayor importancia.
Después de tomar algo proseguimos nuestro camino. Nos acercamos a la zona del país donde están las montañas más altas (altura por encima de 1900 m), en concreto al Parque Nacional de Jotunheimen. Por la tarde cogimos una carretera que llevaba a la montaña de Galdhoi; se trataba de la carretera más alta de Europa alcanzando una altitud de 1814 m. Después teníamos que andar hasta la cumbre de la montaña que tenía 2223 m de altura. Había mucha nieve así que no resultó tan fácil andar allí. Desde la cumbre se veían otras montañas, entre ellas la más alta de Noruega, Galdhøpiggen, con 2469 m. Con Åke iba a hacer mucho trekking en Noruega porque él era muy montañero y también esquiaba. Lo que sí me di cuenta ya aquel día es que él iba a un ritmo que a mí costaba seguir y no parecía preocuparse mucho de si yo podía seguirle.
Cuando bajamos de la montaña fuimos al pueblo de Lom donde se estaba una de las iglesias de madera medievales más grandes de Noruega. Fue construida en 1158 aunque fue ampliada en 1634, con la construcción de dos naves añadidas en 1667. Hay algunas inscripciones rúnicas dentro de la iglesia.
Continuamos conduciendo siguiendo el río Otta y ya sobre las 10 de la noche llegamos a las montañas de Strynefjellet, cerca de Geiranger. Había bastante nieve que iba desapareciendo según descendíamos en altitud. Paramos a pasar la noche en el camping Dalen.
Geiranger
Por la mañana temprano dejamos el camping para ir al pueblo de Geiranger, donde se encuentra el fiordo más bonito de Noruega. Åke participaba en un maratón y tenía que registrarse. Yo aproveché el tiempo que él estuvo corriendo en el maratón para ver el Naturpark, un parquecillo con figuras de trolls, gnomos y otras criaturas fantásticas. Hay que decir que Noruega es el país de los trolls, los cuales aparecen en muchos de sus cuentos y leyendas.
A las 5 de la tarde Åke ya estaba de vuelta del maratón y cogimos el ferry a Hellesylt cruzando el fiordo de Geiranger. El paisaje era impresionante, normal que fuera el fiordo más bonito del país. Había muchas cascadas y casas de granjeros en zonas muy escarpadas. Ya no vive nadie en ellas pero según dicen tenían que atar a los niños con cuerdas para que no se cayesen mientras jugasen. Parecía increíble que pudiera haber gente viviendo allí.
Cuando llegamos a Hellesylt seguimos conduciendo en dirección suroeste. Pasamos el lago Hornindalsvatnet, que con sus 514 m de profundidad es el más profundo de toda Europa. Åke quería ir a una montaña y fuimos por una carretera que llevaba hasta ella, pasando el pueblo de Randabyed. Decidimos pasar la noche en un bosque al lado de aquella carretera e ir al día siguiente a la montaña. Llovía mucho y yo me metí a dormir al coche, pero Åke decidió dormir fuera a pesar de la lluvia. Así son los noruegos, o por lo menos este.
Jostedalsbreen
Al día siguiente el tiempo estaba tan mal que no pudimos subir a la montaña. Condujimos por una carretera local que termina en el fiordo de Nordfjord y pudimos disfrutar de unas magníficas vistas. Luego fuimos a visitar el glaciar más grande de Europa continental, que es también un parque nacional, Jostedalsbreen (el cuarto más grande de Europa con 487 km² de superficie). Fuimos a uno de los brazos más famosos del glaciar, Briksdalsbreen, donde dejamos el coche aparcado y después anduvimos como una hora hasta el frente del glaciar. Había gente subiendo el glaciar con crampones y piolet, pero nosotros no tuvimos tiempo para eso; habría estado bien.
Después cogimos el coche de nuevo y estuvimos conduciendo todo el día, además de dos ferries que tuvimos que coger. Habíamos quedado con el padre y el hermano mayor de Åke en el pueblo de Stryn; al parecer habían estado haciendo senderismo por la zona. Åke me enseñó a decir “encantada de conocerte” en noruego que se escribe “hyggelig å møte deg” y suena algo así como “jigli metede”. Cuando me presentaron al hermano de Åke y a su novia, lo dije con la mejor de mis sonrisas. Se quedaron un poco perplejos y no me respondieron, sólo me dieron la mano, debe ser que no lo pronuncié muy bien. El padre de Åke me sonrió y me hizo alguna que otra foto cuando estaba desprevenida. Nos invitó a cenar y se despidió de nosotros. Ahora ya nos quedábamos sin coche porque se lo llevaba él. Nosotros nos montamos en el coche del hermano de Åke para ir a Ålesund, donde él vivía con su novia. Tardamos dos horas en llegar y tuvimos que coger un ferry.
Ålesund
Al día siguiente por la mañana cogimos un autobús a Ålesund ya que el hermano de Åke vivía en las afueras. Ålesund se emplaza en siete islas de la costa oeste: Hessa, Aspøy y Nørvøy, Oksenøy, Ellingsøy, Humla y Tørla. Fuimos a un parque desde donde había una vista panorámica de la ciudad. Después caminamos por el puerto.
Volvimos a la casa del hermano sobre las 2 y nos pusimos a comer. Después de descansar un rato, cogimos el coche y fuimos al sitio donde empezaría nuestra ruta por las montañas de Ålesund. Al poco tiempo de empezar a andar se puso a llover y apenas paró en toda la tarde. Enseguida acabé totalmente empapada pero parecía que íbamos a seguir hasta el final porque Åke no es de los que se desanima con el mal tiempo. A veces se salía del camino y se metía por sitios un tanto peligroso. Además el suelo estaba encharcado lo que dificultaba la caminata. En fin, toda una aventura. La excursión duró más de lo esperado y hasta las 9 de la noche no llegamos a casa.
Molde
A las 10 de la mañana del 18 de junio dejamos la casa del hermano de Åke para coger un autobús a Molde. Åke tenía que hablar con alguien allí para un trabajo. Yo aproveché ese rato para ir a la biblioteca a usar internet (era gratuito en todas las bibliotecas de Noruega). Después fuimos a dar una vuelta por Molde. Estuvimos andando por Storgata y junto al puerto. Después de pasar el estadio nos dirigimos al parque Riknesparken donde había una vista panorámica y de allí seguimos andando hasta la estación de autobuses.
A las 4 de la tarde cogimos un autobús a Trondheim, con ferry incluido, y llegamos a las 9 de la noche. Un amigo de Åke nos esperaba con su coche. Fuimos al centro a dejar las mochilas y después al centro a cenar. Åke había estudiado en la universidad allí y su amigo era un compañero de clase. Qué mejor que recorrer la ciudad con dos noruegos que la conocían bien.
Trondheim
Después de desayunar nos fuimos en coche a ver la ciudad. Después de ir a la estación de tren a dejar las mochilas, el amigo de Åke nos llevó a la catedral y allí nos despedimos de él. La verdad que en Noruega no estaba gastando mucho dinero en alojamiento, ya que casi siempre estábamos durmiendo en casas o en el campo.
Trondheim es la tercera ciudad más grande de Noruega y fue fundada a finales del S. X como un núcleo comercial por el rey vikingo Olaf Tryggvason, con el nombre de Nidaros. Durante la Edad Media fue brevemente capital de Noruega y sede arzobispal. Lo más importante de su patrimonio es la Catedral de Nidaros, obra maestra de la arquitectura gótica en los países nórdicos. Al parecer es el santuario nacional de Noruega y fue construida sobre la tumba de San Olaf. Se empezó a construir en 1070 pero fue reconstruida en varias ocasiones debido a varios incendios. Actualmente es una iglesia luterana, pero en la Edad Media fue un importante centro de peregrinación católico.
Después fuimos a caminar por la parte antigua de Trondheim y pasamos el Gamle Bybro, el antiguo puente de la ciudad, construido en 1681, pero ahora hay uno posterior, de 1861. La zona del embarcadero llamada “bryggen” tiene casas antiguas construidas a ambos lados del río Nidelva que datan del S. XVIII. Son de diferentes colores y encontramos otras similares en calles de alrededor. Desde el puente se puede ver la universidad con el edificio más antiguo que sobresale por sus torres. Esta universidad es una de las más grandes y reconocidas del país.
A la 1 de la tarde cogimos el tren a Steinkjer. Decidí comprarme el pase de interrail porque tendría descuento en autobús y ferries y además en Finlandia viajaría sobre todo en tren. Una vez llegamos a Steinkjer cogimos un autobús a Namsos y de allí otro a Brønnøysund, aunque antes paramos en Grong para cambiar de autobús, así que fueron tres autobuses y el último incluía un ferry.
Brønnøysund y Torghatten
Nos bajamos 4 km antes de Brønnøysund para pasar la noche en un bosque que conocía Åke. Después de cenar nos fuimos a dormir, yo en la tienda de campaña y él fuera debajo de un árbol (la tienda era mini, para una persona nada más y casi ni eso). Había muchos mosquitos, eso para empezar. La tienda estaba en pendiente y casi no podía dormir, así que salí fuera y allí estaba más cómoda. Más tarde se puso a llover y tuve que meterme dentro de la tienda. Intenté dormir pero me iba para abajo por la pendiente y fuera llovía a mares. Salí y entré varias veces y al final la tienda se acabó desmontando con lo que se mojó todo.
Ya no podía más y le dije a que nos fuéramos. Eran las 5:30 de la mañana aunque parecía más tarde (en realidad había amanecido horas antes). Nos pusimos a recoger para marcharnos. Tenía el saco, la mochila y la esterilla mojada; también los calcetines y las botas. Ahora me tocaba andar 4 km bajo la lluvia con todo el equipaje mojado a cuestas. El camino al pueblo se me hizo eterno; la mochila pesaba demasiado y la lluvia y el viento eran cada vez más fuertes. Intentamos hacer auto-stop pero nadie paraba. Al final me rendí a aquella situación y ya sólo andaba y andaba, no había otra opción.
Cuando llegamos a Brønnøysund eran las 7 de la mañana y nos enteramos de que podíamos coger un autobús a la montaña del agujero, Torghatten, en 15 minutos. Esa era la buena noticia del día porque no había muchos autobuses allí y podía habernos tocado esperar mucho. Dejamos las mochilas en un hotel y fuimos a coger el autobús. Éramos los únicos, a ver quién iba a estar tan loco de ir allí a esas horas de la mañana con ese frío.
Desde donde nos dejó el autobús tuvimos que andar media hora cuesta arriba para llegar a la montaña del agujero. Era curioso ver a través de aquel agujero excavado en la montaña el mar y unas islitas. El agujero, con una longitud de 160 m, una anchura de 35 m, y una altura de 20 m, se formó durante la edad de hielo escandinavo. Åke me dijo que aquella era la superficie de agua de mar más grande de toda Europa donde la profundidad era menor. Cruzamos el agujero al otro lado de la montaña. Los reyes de Noruega habían escrito inscripciones de su visita en la pared. Tuvimos suerte de no llovió en todo el rato que estuvimos allí.
Después de estar allí un rato caminamos de vuelta a la parada de autobús y otra vez empezó a llover. Vimos una furgoneta de turistas parada en el aparcamiento. Pocos minutos después se pusieron en marcha y yo me puse a hacer auto-stop. Tuvimos suerte de que pararon y nos llevaron al pueblo que estaba a 12 km de allí. Eran una pareja mayor de alemanes de Baviera que estaban viajando por Noruega. Hablamos mucho por el camino, eran muy simpáticos.
Ya de vuelta en Brønnøysund, recogimos nuestras mochilas y nos fuimos a esperar el autobús a Sandnessjøen que salía a las 12:50. Tuvimos tres horas de espera en las que yo me dediqué a comer y escribir mi diario de viaje.
Durante el trayecto de autobús, tuvimos que coger dos ferries. En Sandnessjøen tuvimos dos horas de espera hasta el siguiente autobús que nos llevaría a Mosjøen donde cogeríamos un tren a Bodø. Viajamos cuatro horas en el tren y el paisaje era impresionante: ríos llenos de agua, montañas surcadas de cascadas, en definitiva, agua por todas partes. A eso de las 10 de la noche vimos las señales que indicaban que estábamos adentrándonos en el Círculo Polar Ártico. De repente me di cuenta de lo lejos que estaba de casa, nunca había estado tan lejos ni tan al norte. Era una sensación extraña estar allí, era emocionante estar viviendo aquello.
Llegamos a Bodø a las 12:30 de la noche pero todavía era de día. Por suerte nuestro albergue estaba al lado de la estación. Después de pagar la habitación nos fuimos a dormir. Estaba agotada después del día tan intenso y la mala noche anterior, así que dormí del tirón y muy agusto.
Bodø
Se trata de la capital de la provincia de Nordland y fue fundada en 1816 como una ciudad comercial para los pescadores del norte de Noruega. Allí no vimos nada, simplemente cogimos un barco que nos llevaría a las Islas Lofoten. El ferry que pensábamos coger iba lleno así que cogimos este otro que tardaba más horas pero que era más barato. Lo primero que hicimos al subirnos fue comer y poco después empecé a notar tal mareo que tuve que tumbarme. Åke no se mareaba en absoluto; estos noruegos están hechos de otra pasta.
De verdad que jamás en mi vida me he mareado tanto en un barco como en este, era una cosa brutal. El mar estaba muy agitado y el barco, que no era muy grande, pegaba unos botes tremendos. Yo no pude levantarme del sofá donde me tumbé en todo el rato y tan sólo rezaba para llevar cuánto antes. El viaje duró 7 horas en total.
Islas Lofoten
Llegamos a las 23:30 a Moskenes y el mareo ya se estaba quitando afortunadamente. Conocimos más gente que iba también al pueblo de Å (sí curioso, pero el nombre completo es este) donde estaba nuestro albergue. Cogimos un taxi con ellos para que nos saliera más barato. Ahora estábamos en el surdeste del archipiélago.
Cuando fuimos a dormir brillaba el sol y lo peor es que no hay persianas, sólo unas cortinillas. Es curioso esto del sol de medianoche.
Las Islas Lofoten son un archipiélago y un distrito de la provincia de Nordland. Son islas de gran belleza, con montañas y mucha naturaleza vírgen. Al igual que casi toda la costa de Noruega, tienen numerosos fiordos en su geografía.
Cogimos un autobús en Å a las 8 de la mañana a la ciudad de Svolvær, la más grande de Lofoten. No tiene mucho que ver aparte de la plaza del mercado. Después de preguntar en la oficina de turismo, decidimos ir andando hasta una montaña cercana, subir hasta la cumbre y luego pasar la noche allí cerca. La montaña se llamaba Rundfjellet y tenía una altitud de 803 m. Para ir hasta allí tuvimos que caminar por la carretera y después por un camino que seguía los lagos de Svolværvatnet.
Dejamos las mochilas en la orilla del lago, comimos y nos dirigimos a la montaña que íbamos a subir. Åke se había comprado un mapa en la ciudad y en él no se veía ningún camino que llegara a la cima, así que teníamos que inventar la manera de subir. Åke me avisó que podría ser difícil y que quizás tendríamos que usar pies y manos para escalar. Me lo estuve pensando porque sabía lo cañero que era Åke en la montaña y que ayudaba poco en las dificultades, pero tampoco me quería quedar allí sola toda la tarde. Total que al final me decidí a ir.
Ya desde el primer momento era difícil, mucha pendiente y escalando por rocas o atravesando una tupida vegetación. Debo reconocer que pasé bastante miedo y me arrepentí en más de una ocasión de haber ido. Además allí no había nadie aparte de nosotros y yo no quería ni pensar que pasaría si nos perdíamos o si nos ocurría algo. Por fin llegamos a una zona más llana y de ahí ya se subía en zig-zag hasta la cumbre. El último tramo era más difícil y había nieve. Decidí no arriesgarme más y me quedé a esperar a Åke que sí quería llegar hasta el final. Le seguí con la mirada hasta que le perdí de vista y luego vino una espera que se me hizo interminable. Tardó bastante en aparecer y yo ya pensaba que haría si no volvía y como bajaría de allí sola si no sabía el camino. Menos mal que llegó sano y salvo y emprendimos el descenso. Llegamos a un tramo con mucha pendiente y mucha vegetación donde tuvimos que bajar sentados todo el rato. Fue una tortura, me tropecé a menudo con muchos hoyos. Luego llegamos a un denso bosque y de ahí al lago. Fuimos al sitio donde dejamos las mochilas y allí dormimos a la intemperie. Apenas pude dormir del frío que pasé.
Islas Vesterålen
El día 23 de junio cogimos un autobús en Svolvær al pueblo de Andenes, el municipio más al norte en la isla de Andøya, perteneciente al archipélago de Vesterålen. Se trata de un archipiélago que está al norte de las Islas Lofoten. Para llegar allí también tuvimos que coger un ferry. Fuimos al albergue que eran como casitas de madera y además tuvimos una habitación individual cada uno, con una cocina enfrente de las habitaciones. Me fui a dormir a medianoche, con un sol radiante afuera.
Al día siguiente fuimos al pueblo de Bleik porque era el lugar donde se cogían los barcos para ver las colonias de aves marinas de la isla de Bleiksøya, que tiene forma triangular. Allí está la mayor colonia de frailecillos de toda Noruega y yo no podía perderme aquello con lo que me gustan. El pueblo de Bleik es pequeñito y sólo tiene cuatro cosas, pero me gustaba más que Andenes.
Además Bleik tiene la playa más larga de toda Noruega y sus blancas arenas dan nombre al pueblo (“bleik” es blanco en noruego). Decidimos dormir allí aquella noche, así que escondimos las mochilas en un bosque cercano hasta que nos fuéramos a dormir. Estábamos a poco más de media hora del pueblo andando.
Después de comer me fui al pueblo a coger el barco para ver los frailecillos pero Åke no estaba muy interesado así que decidió irse a escalar una montaña cercana, como siempre. La excursión no era muy barata, 200 NOK (precio de estudiante), pero no podía irme de las islas sin ver algo de la fauna de la zona, sobretodo mis queridos frailecillos. En el barco había noruegos, suecos y alemanes, y yo la única española, como no.
El tiempo era bueno pero una vez que nos hicimos a la mar hacía frío y un viento insoportables. Efectivamente vimos muchos frailecillos, había 150000 viviendo allí, pero hubiera querido verlos más de cerca (como los vi en la excursión que hice en Farne Islands, en el norte de Inglaterra). Los vi volando y nadando en grandes bandos, y salían despavoridos cuando se acercaba el barco. Vimos otras aves como cormoranes y águilas marinas (creo que en español son pigargos) que se alimentaban de los frailecillos. Había hasta 50 parejas y salieron muchas volando cuando el hombre del barco golpeaba el casco con un palo.
Senja
Después de dormir en la playa de Bleik me desperté muy cansada porque apenas había podido dormir por el frío. El autobús no salía hasta las 11 así que nos fuimos a pasear un poco por la playa. Cogimos el autobús a Andenes y allí fuimos a la biblioteca para internet antes de coger el ferry que salía a las 12:30. El ferry nos llevó al pueblo de Gryllefjord, pueblo pesquero de la isla de Senja, una de las mayores del país situada en la línea costera de la provincia de Troms. No vimos ninguna ballena por el camino, y mira que no me aparté de la barandilla a pesar del frío.
En esta isla hubiéramos querido visitar el Parque Nacional de Ånderdalen, pero por desgracia el autobús nos dejaba a 30 km del parque, así que no había forma de llegar allí en transporte público. En Gryllefjord cogimos un autobús a Finnsnes, que al parecer era una de las ciudades más recientes de Noruega. Allí cogimos un “speed boat” (barca rápida) a Tromsø y llegamos en hora y media. Lo malo llegó después cuando tuvimos que caminar una hora cuesta arriba con la mochila a cuestas al albergue juvenil que estaba en las afueras.
Tromsø
Es la capital y ciudad más grande de la provincia de Troms, y la séptima en tamaño de Noruega. Es una ciudad cosmopolita y un importante centro comercial y comercial en Noruega, con una importante universidad y muchos festivales. La ciudad me encantó y me pareció una de las más bonitas que había visto en Noruega. La llaman el París del norte de Europa. Mi sitio favorito era la plaza del mercado con la estatua del pescador y las montañas de fondo. Allí me hice una foto.
Después de pasear por la ciudad cogimos un autobús para ir a las montañas cercanas. Estuvimos andando por un camino que cruza el valle pero no teníamos tiempo de subir la montaña. Al regresar hicimos compras, fuimos a correos y a la biblioteca para internet. Nos encontramos de casualidad a un americano que conocimos en el albergue de Andenes.
A las 4 de la tarde cogimos el autobús a Alta, con dos ferries durante el trayecto. El paisaje que vimos desde el ferry era espectacular y Åke me dijo los nombres de las montañas y fiordos por los que pasábamos. La verdad que era un lujo viajar con alguien que conocía también su país.
A las 22:30 llegamos a Alta y buscamos un sitio para dormir al aire libre. Nos metimos en un bosque pero había muchos mosquitos y así que acabé con unas cuantas picaduras.
Nordkapp (Cabo Norte)
Nos levantamos a eso de las 6 de la mañana para coger un autobús a Honningsvåg y allí cogimos otro a Nordkapp. Pasamos por el pueblo Skarsvåg que al parecer es el pueblo más al norte, a 14 km de Nordkapp. Nos bajamos antes de llegar a Nordkapp para hacer una ruta que nos llevaría al que realmente era el punto más septentrional de toda Europa y donde sólo se podía llegar andando.
Después de esconder nuestras mochilas detrás de un pequeño montículo empezamos a caminar. Nos esperaban dos horas de ida y dos de vuelta, pero teníamos tiempo suficiente hasta que llegara el autobús a Nordkapp, a las 20:45. El camino era fácil y estaba bien señalizado. El paisaje no era nada espectacular, muchas rocas y poca vegetación, todo bastante llano y con poco agua. Llegamos a las 14:30, habían sido dos horas exactas de peregrinación en silencio a lo más norte de toda Europa.
En realidad llevábamos días en aquella peregrinación, en total dos semanas hacia el norte de este país fascinante con la misión de alcanzar este lugar, el Cabo Norte. No podía creer que nos estuviéramos acercando al final del viaje de Noruega, después de tantos esfuerzos por ver lugares de sobrecogedora belleza sentía de verdad que mereció la pena.
Al llegar allí, Åke sacó su GPS para buscar el punto más septentrional y le indicó unas rocas que estaban al lado del mar. Allí bajamos y por fin podíamos decir que estábamos en el punto más septentrional de toda Europa. ¡Objetivo conseguido!
En el camino de vuelta vi muchos renos que andaban por allí sueltos y aproveché para hacer fotos. Al llegar a la parada de autobús de la carretera, nos encontramos a unas americanas que vimos en el albergue de Tromsø y un finlandés que habíamos visto antes en el camino. Estuvimos hablando con ellos por el camino.
Al llegar al museo de Nordkapp no sabíamos si entrar porque era muy caro. El problema es que si queríamos bajarnos del autobús teníamos que pagar y como quedaban tres horas para coger el siguiente, decidimos bajarnos. Por lo menos yo pagué el precio de estudiante de 100 NOK. Está claro que Noruega es un país caro; menos mal que nosotros fuimos en el plan más barato posible y durmiendo al aire libre siempre que podíamos.
El sitio estaba lleno de gente, sobre todo turistas más que montañeros. Yo después de haber estado en tantos lugares solitarios al aire libre durante el viaje no me acostumbraba a estas aglomeraciones. Después de visitar el museo, fuimos al famoso acantilado de 307 m de altura que es considerado oficialmente el punto más septentrional (aunque nosotros sabíamos que no era así). Allí nos hicimos la foto de rigor.
A las 2 de la mañana me subí a un autobús que me llevaría a Rovaniemi, en el norte de Finlandia. Åke tenía que viajar a Suecia para ir a la boda de su primo, así que de momento nuestros caminos se separarían, pero nos reencontraríamos días más tarde para seguir viajando juntos en Finlandia. Así terminaba mi gran epopeya en Noruega, el viaje más aventurero que había hecho hasta el momento. Fueron muchos los autobuses y barcos que tuvimos que coger para llegar hasta el Cabo Norte, y si no llega a ser por Åke que estuvo pendiente de cada detalle, no creo que hubiera podido. Me despedí mentalmente de aquel país al que esperaba volver algún día para seguir explorándolo; ahora era sin duda uno de mis países favoritos.