Toronto-Quebec (13/06/2008)
A las 9 de la mañana salía nuestro tren a Quebec. Fuimos a recoger nuestro Corridor Pass en la estación antes de que saliera el tren. Era un pase para viajar 10 días en tren en Ontario y Quebec. Nos dieron nuestros tres billetes con nuestros asientos asignados.
La provincia de Quebec es la más grande de Canadá y cuenta con una población de 8 millones de habitantes. Casi se podría decir que es una nación dentro de Canadá, ya que tiene otro idioma oficial (el francés) y costumbres distintas. La capital es la ciudad de Quebec pero la ciudad más poblada es Montreal. La ciudad de Quebec es la más antigua de Norteamérica y está declarada Patrimonio de la Humanidad.
Tuvimos que cambiar de tren en Montreal y como teníamos una hora para coger el tren a Quebec, decidimos ir con nuestras maletas a dar una vuelta para ver algo de Montreal. Lo que vimos fue muy poco pero mejor que nada. También era una ciudad con rascacielos como Toronto y con aspecto muy moderno. Aprovecho para decir que es la más grande de la provincia de Quebec y la segunda más grande del país.
Llegamos a las 9 de la noche a casa de Carol, la couchsurfer que nos alojaba en Quebec. Vivía en una zona residencial pobre llamada Limoilou, y para llegar allí tuvimos que coger un autobús desde la estación de tren. Carol era de origen salvadoreño aunque había nacido en Canadá. Era trilingüe, había vivido en varios países y viajado hasta en 40, con tan sólo 34 años. Nos llevó a cenar en Quebec con un amigo coreano llamado Eric, doce años más joven que ella.
Quebec city (14/06/2008)
Quebec es una de las ciudades más bonitas que he visto en mi vida. Es la ciudad más antigua de Norteamérica y no es la típica moderna con rascacielos, sino que es más de estilo europeo, con edificios bajos e históricos. Ese año era el 400 aniversario de la ciudad y había muchas celebraciones. El día más grande iba a ser el 24 de junio, día de St Jean, patrón de la ciudad, que marca el comienzo del verano. Por muy poco no íbamos a estar allí ese día. Vimos la ciudad de noche con Carol y nos encantó. Cuando la vi de día me gusto todavía más.
Antes de nada Carol nos llevó a un sitio especializado en desayunos que nos fascinó. Había toda clase de desayunos con crepes, tortillas, patatas, huevos, bacon, fruta, mermeladas, sirope, etc. No tuvimos hambre en todo el día con aquel superdesayuno.
Empezamos nuestra ruta por la calle St Jean, donde por la tarde habría conciertos por lo del aniversario. Era una calle muy animada con muchas tiendas y gente por todas partes, con razón es la calle comercial principal de la ciudad.
Nos fuimos adentrando en el casco histórico, pura elegancia.
Después fuimos al castillo de Frontenac, que en realidad es un hotel de lujo construido a finales del S. XIX.
De camino allí nos encontramos un exhibición de coches de lujo por la calle, y aprovechamos para verla un rato.
Y nos hicimos algunos fotos con personajes interesantes que nos encontramos por allí. Suponíamos que estaban allí por las inminentes y enormes celebraciones del aniversario de la ciudad. También vimos muchos guías vestidos de época que llevaban a los turistas por la ciudad. La verdad que este tipo de cosas siempre me han parecido muy atrayentes para el turismo ya que dan vida a la ciudad y parece como si volvieras a los viejos tiempo.
También fuimos a la famosa calle Casse-cou, que empieza con unas escaleras muy empinadas y está llena de tiendas y restaurantes muy chulos, de varios colores. Vimos algunos guías vestidos de época por la ciudad.
Nos encontramos una calle con muchas tiendas de artesanía de los indios norteamericanos. Nos encantó perdernos en ellas y hacernos fotos con las estatuas que había fuera.
Por esa zona había calles con muchísimo encanto.
También fuimos a una calle de pintores y vimos el famoso mural pintado en uno de los edificios del centro.
Y por último fuimos a la fortaleza y ciudadela donde había un parque.
A eso de las 7 de la tarde fuimos a la calle St Jean otra vez y había conciertos. Poco después quedamos con Carol que estaba con algunos amigos mejicanos y una chica de Barcelona, todos más jóvenes que ella. Fuimos a un pub que estaba genial a tomar algo y estuvimos charlando con sus amigos.
Reserva de indios de Wendake (15/6/2008)
Al día siguiente empezaba nuestra ruta en coche por la provincia de Quebec. Habíamos recogido el coche en el hotel Hilton, que era el sitio de AVIS más cercano para recoger el coche. Ahora sería mucho más cómodo viajar sin tener que cargar maletas de un lado a otro. Antes de coger la carretera para hacer la ruta, fuimos en dirección contraria porque me empeñé en visitar otro lugar que era la reserva de indios de Wendake, muy cerca de la ciudad de Quebec, y una de las reservas más ricas de Norteamérica.
Fuimos a ver el museo al aire libre que hay para turistas y la entrada costaba 11$, pero nosotras también pagamos para ver unas danzas que había al final, 16$ en total.
Fue un poco decepcionante. Nuestra guía era una chica pelirroja y pecosa que se consideraba india. La tribu eran los Hurones, y según nos explicó, quedó muy reducida, se fueron a vivir a la ciudad de Quebec y tuvieron que mezclarse con los blancos para sobrevivir; por eso había indios rubios con ojos azules. La visita fue interesante pero creo que demasiado cara para lo que vimos.
La danza no fue nada del otro mundo. Al final bailamos con ellos la danza de la amistad, junto con otros cuatro turistas que estaban allí. Mi primer contacto con la cultura de los nativos norteamericanos, a la cual yo admiro mucho y era uno de mis motivos de ir a Canadá, fue de lo más decepcionante.
Después condujimos por las calles de la zona residencial de la reserva, vivían en casas normales y corrientes y de no ser porque los carteles de las calles tenían un diseño tribal y hechos de madera, me habría parecido una zona residencial cualquiera.
Volvimos a Quebec y allí hicimos una visita al supermercado. Teníamos que llevar provisiones para nuestros próximos días de camping. La primera parada la hicimos poco después del supermercado, en el pueblecito Beaupreau, donde paramos a comer. Me llamo la atención el barquito dentro de una botella hecho de hierba que teníamos al lado.
Seguimos por la carretera, donde vimos muchos moteles, lo cual nos recordaba mucho a las películas americanas.
También había casitas de madera y el paisaje cada vez era más bonito.
Cuando por fin llegamos al camping del Parque Nacional de Grand Jardins, nos dimos cuenta de que estaba vacío, y al lado de la carretera. No queríamos estar solas así que fuimos al centro de visitantes a preguntar si nos podíamos cambiar; nos dijeron que había 5 campings en la zona y que podíamos cambiarnos. Nos recomendaron el de Arthabaska, donde había algunos campistas, y allí fuimos. Mereció la pena el cambio porque el camping estaba en un sitio mucho más bonito, junto a un lago.
Montamos nuestra tienda y fuimos a dar un paseo alrededor del lago. Volvimos al oscurecer y cenamos. Al tirar la basura nos pareció oír gruñidos de un animal. Allí vivían los osos negros y había carteles indicando no dejar comida en las tiendas. Para Marisa fue muy emocionante, ya que era la primera vez que hacía camping en su vida, y en Canadá, nada más y nada menos. Por la noche oí un animal merodeando en la basura, a saber si era un oso.
Grand Jardins N.P. – Saguenay N.P. (16/6/2008)
Había previsiones de lluvia para hoy pero de momento sólo estaba nublado. Fuimos a hacer la ruta de Sentier Boreal hasta Chateau Beaumont. Al principio parecía que no iba a ser gran cosa porque gran parte del bosque estaba quemado (hubo un incendio hace años) pero después empezó a aparecer el bosque original y era una preciosidad. Llegamos a un lago con una casita al lado, típica postal canadiense que nos quedamos contemplando un rato. Después pasamos un puente y llegamos al lago donde terminaba la ruta.
Volvimos al camping y recogimos todo. La niebla estaba bajando a gran velocidad y de un momento a otro ya no se veía nada. Queríamos hacer la una famosa ruta que subía a un monte (no recuerdo el nombre) desde cuya cima se veían unas vistas increíbles, pero no la pudimos hacer por la niebla. En su lugar hicimos la ruta de Sentier de Étang Molbaie, que salía desde un lago donde había otro camping y se metía entre el bosque hasta que llegamos a un sitio donde el camino estaba cortado y no se podía seguir. Entonces volvimos al principio y descubrimos otra ruta que es la de Sentiers de Pionniers que nos llevó hasta un puente que pasaba sobre un río precioso con rápidos. Nos gustó tanto que nos quedamos allí sentadas en el puente un buen rato.
Después volvimos a donde estaba el coche, comimos y nos marchamos de Grand Jardins contentas por todo lo que habíamos visto pero con pena de no haber subido al famoso monte para las vistas.
Tiramos carretera para adelante en dirección a nuestro próximo destino: el Parque Nacional de Saguenay. Pasamos al poco rato de dejar el parque de Grand Jardins el lago La Gallete. Estábamos en la Ruta 170 hacia Saguenay. Los paisajes que tuvimos en el camino eran espectaculares, sobre todo la vista del Lago Ha! Ha! Vimos que había un camping junto al lago y nos acercamos a verlo. Era una maravilla de lugar. El camping era bastante grande y lo componían caravanas que parecían estar allí afincadas permanentemente. Dimos un paseo hasta la orilla del lago y volvimos al coche.
El tiempo empezó a estropearse y entonces empezó a llover. La lluvia era intensa y no paró en toda la tarde. Paramos en un pueblo a tomar un chocolate caliente. Llegamos al camping que estaba prácticamente desierto a causa del mal tiempo y además el centro de visitantes estaba cerrado. Al final dormimos dentro del coche sentadas porque estaba demasiado mal como para montar la tienda.
Saguenay Fjord-Tadoussac (17/6/2008)
Nos levantamos con el cuerpo destrozado de haber dormido tan mal en el coche y comprobamos que el tiempo no había mejorado mucho. No llovía pero estaba nublado y había mucha niebla. Mientras desayunábamos se puso a llover a lo bestia y después fuimos al centro de interpretación del parque con la esperanza de que parara mientras estábamos allí. Me hizo gracia la gran colección de peluches de animales.
Tras esperar un rato, la lluvia paró y decidimos intentar hacer una ruta. Hicimos la de la Virgen de Notre-Dame, de 7 km, la cual era una de las más conocidas y bonitas, con espectaculares vistas del fiordo. Por desgracia la niebla no nos permitió tener las mejores vistas pero algo pudimos ver.
Llegamos hasta un refugio de montaña y desde allí ya quedaba poco para llegar a la estatua de la Virgen. Cuando nos quedaba poco para llegar, se puso a llover a mares. Llegamos hasta la estatua que medía 8 m de altura, y que según me enteré después, la mandó construir un señor muy rico que una vez se cayó a las aguas heladas del fiordo en invierno y pidió a la Virgen que lo salvara, y lo salvó.
Desde allí volvimos al refugio que pasamos antes para esperar a que parara la lluvia, pero para cuando llegamos ya estábamos empapadas. Había muchos hombres quebecois allí dentro, celebrando algo con mucha juerga, y cuando entramos, todos nos aclamaron y rieron a carcajadas. Al poco rato dejó de llover y el grupo grande se marchó y quedaron dos. Les pedimos que nos hicieran una foto y hablamos un rato con ellos.
Después volvimos al centro de interpretación y por suerte apenas llovió en el camino de vuelta y pude pararme a hacer algunas fotos del fiordo. Al rato volvió a llover fuerte y nos dimos cuenta de que no íbamos a poder hacer la actividad del kayak que teníamos reservada. Fuimos al pueblo de L’anse St Jean, de donde salía la excursión en kayak para cancelarla. Después tuvimos 120 km en coche hasta el ferry que salía de Baie St Catherine. Teníamos que cruzar el fiordo para ir a Tadoussac. El trayecto en ferry fue divertido, entramos en coche y luego nos bajamos para ver las vistas y hacer fotos.



Tadoussac-Quebec (18/6/2008)
Nos levantamos temprano porque teníamos que estar en el sitio del tour de las ballenas a las 8:30. Nos dijeron que de momento sólo estábamos nosotros en el zodiac y que era peligroso ir sólo tres, pero podíamos esperar media hora más a ver si se apuntaba más gente y entonces podríamos salir (si no, iríamos en un barquito). La empresa con la que contratamos el tour se llamaba OTIS.
Cuando volvimos a las 9 nos dijeron que se habían apuntado dos más y que saldríamos en el zodiac (resulta que era una pareja de nuestro albergue). Nos dieron unos petos y unas chaquetas gruesas para no pasar frío (íbamos de rojo y amarillo). Nos metimos en el zodiac y cuando nuestro marinero (Tommy) arrancó nos asustó la velocidad; parecía que nos íbamos a caer porque no había donde agarrarse.
Después fuimos hacia el fiordo y vimos otras blancas y negras (no sé si orcas?). Vimos más zodiacs por allí y algunos haciendo kayak. Por suerte el tiempo no estuvo tan mal al final y no llovió nada.
Al bajarnos del zodiac nos hicimos estas fotos con nuestros las voluminosas chaquetas y monos que nos dieron para el trayecto. Como no, también nos hicimos una foto con nuestro marinero Tommy.




En el viaje de vuelta, hicimos la ruta del río (Route du Fleuve) hasta el precioso pueblo de la cascada: Chute Port “Au-Persil”. Tengo muchas fotos de este lugar maravilloso.
Paramos a comer en el Cap O’aigle (Cabo del águila) donde había un precioso hotel de madera. Luego paramos en el pueblo de los pintores llamado Les Éboulements (desprendimientos). Allí vivían muchos artistas y las casas tenían al lado algún cuadro pintado o una paleta con pinceles dibujada. Dimos una vuelta para hacer fotos de las casas tan bonitas. También paramos en St Tite-des-caps.
Nuestra última parada fue en las Cataratas de Montmorency. Justo antes de la catarata grande estaba una pequeña llamada “La Voile de Marieé”. Subimos todas las escaleras hasta el puente que pasaba por encima de la catarata más alta de Quebec.
Llegamos a Quebec a eso de las 10 de la noche, totalmente agotadas después de un día tan largo y completo. Estuvimos buscando el sitio donde teníamos que dejar el coche pero no lo encontramos por más que preguntamos por la calle. Al final fuimos a casa de Carol y ella tuvo que ir con Claire para enseñarla cómo llegar a este sitio. Marisa y yo tuvimos más suerte y nos quedamos en casa, así que nos pudimos duchar y preparar la cena. La verdad que la pobre Claire se metió una buena paliza a conducir en estos días ya que nosotras dos no conducíamos.
Al día siguiente nos levantamos muy temprano porque nuestro tren salía a las 7:30, con lo que poco pudimos dormir aquella noche. Menos mal que en el tren pudimos dormir. En Montreal cambiamos de tren pero esta vez no tuvimos tiempo de salir fuera. Llegamos a Toronto a las 16:30 y nos quedamos de nuevo en casa de Mary, la couchsurfer.