Después de mi larga estancia en Costa Rica, de la que os he hablado en numerosos posts durante un año, vino un merecido descanso en España antes de regresar a Gran Bretaña. En los meses que estuve en España no viajé demasiado, tan sólo hice algunas escapadas de fin de semana con familiares o amigos. Uno de estas escapadas me llevó hasta un precioso parque natural al que no iba desde pequeña: el Monasterio de Piedra. Fui allí acompañada de mi familia, y como venía mi sobrino de 3 años, buscamos un lugar donde viajar con niños pequeños. El Monasterio de Piedra nos pareció ideal, tanto por su cercanía a Madrid (a poco más de dos horas en coche) como por la espléndida naturaleza que ofrece. Además leímos que uno puede montar en unos antiguos carruajes tirados por burros, y a mi sobrino le encantan estos animales, bueno, y en general todos los equinos.
Una de las cosas que recordaba de mi visita al Monasterio de Piedra cuando era pequeña, son sus numerosas cascadas, y como ya he dicho varias veces en mi blog, yo soy muy fan de las cascadas y allá donde viajo siempre intento visitar alguna. Así que para mí esta era otra de las razones para elegir este lugar en ese fin de semana de viaje en familia. Mis padres y hermana también estuvieron de acuerdo conmigo en que era el viaje ideal para nosotros. Desde luego que mis padres no están para hacer las exigentes rutas de montaña a las que yo estoy acostumbrada, pero los senderos de este parque natural son accesibles para personas de cualquier edad y condición física, así que también para ellos esta era una buena elección.