Me surgió una oportunidad para celebrar el solsticio de verano en Stonehenge, emblemático monumento megalítico en Inglaterra. Era algo que siempre pensé que quería hacer alguna vez en mi vida pero hasta unos días antes no pensé en la posibilidad de que se hiciera realidad. Lo cierto es que yo trabajaba el 21 de junio, día del solsticio, así que daba prácticamente por perdida esa posibilidad. Por suerte, surgió la manera de poder ir y a pesar de ser algo apresurado, decidí aprovecharlo. Además, era el único día del año, junto con el del solsticio de invierno, que podías entrar gratis y acercarte a las piedras, incluso tocarlas.
La finalidad que tuvo la construcción de este gran monumento se ignora, pero se supone que se utilizaba como templo religioso, monumento funerario u observatorio astronómico que servía para predecir las estaciones. En el solsticio de verano, el Sol salía justo atravesando el eje de la construcción, por lo que los constructores tenían conocimientos de astronomía. Sin lugar a duda, su elemento mágico ha atraido a los druidas durante siglos, y hoy día siguen viniendo cada año para realizar sus ceremonias paganas. Claro, que también hay otros que vienen aquí en este día, y no con fines muy espirituales precisamente.