De vuelta en West London

Publico ahora esta entrada pero en realidad hace tiempo que volví a esta zona de Londres donde pasé mis primeros días; ha sido la falta de tiempo lo que me ha impedido escribirla antes. A primeros de abril tuve que dejar la casa donde estuve viviendo en Kingston y decidí mudarme más cerca del trabajo. Encontré una casa en el área de Brentford, no exactamente en el pueblo que lleva el mismo nombre, pero cerca. Mi calle está en una zona residencial junto al precioso parque de Gunnersbury, el cual cruzo cada día para ir a coger el autobús que me lleva al trabajo.

Aunque la casa donde vivo es bastante impersonal y poco acogedora, decidí quedarme por el precio y por la relativa cercanía a mi trabajo, además de por el parque que tengo al lado que me encanta. Ahora Hammersmith, Ravenscourt Park, Chiswick y Shepherds Bush son las zonas de Londres donde paso la mayor parte de mi tiempo, aquellas que estuve explorando en mis primeros días en la ciudad. Básicamente la causa ha sido haber conseguido un trabajo en esta zona, y la verdad que no me quejo, este trocito de Londres me encanta.

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Un mes viviendo en Kingston

A los diez días de llegar a Londres, mi amiga Elitza con la que me estaba quedando (en West London), me comentó que tenía una amiga en Kingston que me podía ofrecer una habitación a buen precio. Como entonces no tenía trabajo todavía, decidí quedarme allí temporalmente, hasta que supiera dónde iba a trabajar. Finalmente pasé un mes (del 4 de marzo al 3 de abril) en este precioso pueblo del suroeste de Londres, un lugar tranquilo y agradable que nada tenía que ver con la gran metrópoli. Su mercado medieval, sus bonitos edificios históricos, sus parques y su cercanía al río Támesis, hacen de este pueblo un lugar ideal para vivir, y merece una visita para quién esté de turismo en Londres.

Al final, muy a mi pesar, tuve que marcharme porque mi habitación dejó de estar disponible antes de lo esperado, pero además el trabajo que encontré quedaba un poco lejos de allí. Me queda pendiente regresar para hacer una ruta en bici y ver algunos sitios de los alrededores que no tuve tiempo de visitar. Cuando vuelva, añadiré la visita a esta entrada, y de momento ahí va lo que pude ver y recorrer en el mes que pasé viviendo allí.

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St Patrick’s Day London

Ya han pasado algunos días desde entonces, pero quería publicar una pequeña entrada sobre St Patrick’s Day (San Patricio) en Londres, en el que hubo una celebración por todo lo alto. Aunque el día de San Patricio es el 17 de marzo, la celebración tuvo lugar el domingo 18 de marzo; no sé por qué, quizás es que siempre lo hacen en domingo, independientemente de la fecha.El 17 de mazo se conmemora el fallecimiento de San Patricio, patrón de Irlanda, y una fiesta nacional en este país. En Londres viven muchos irlandeses, así que no es de extrañar que lo celebren tanto. Otras muchas ciudades del mundo con inmigrantes irlandeses lo celebran (al parecer en Nueva York se hace el desfile más grande). Aunque de origen religioso, hoy día es más una fiesta para bailar, disfrutar y emborracharse.

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Mi llegada a Londres y primeros días

Diez años después, vuelvo a tierras británicas para buscarme la vida, sólo que esta vez me voy a la capital, Londres, la gran metrópolis de la inmigración en Europa. No elijo este lugar por preferencia sino más bien por obligación, pues ahora mi prioridad es encontrar trabajo más que vivir en un sitio bonito. Aún así, me he venido aquí poco convencida y no sé si me quedaré o al final me iré a otro sitio de este país (pienso más en Escocia) o quizás cruzar el charco para aventurarme en el continente americano (que era la idea original para este año pero allí). De hecho, si me hubieran concedido el visado de working holiday que pedí para Canadá, ahora estaría rumbo a este país, que es mi favorito de todos. No quiso el destino que me dieran el dichoso visado; por desgracia se conceden un número limitado de estos visados en España y yo lo pedí un poco tarde.
Pero ya no hay tiempo para lamentaciones y hay que centrarse en lo que ahora hay. Esta vez estoy relatando en directo esta aventura en lugar de hacerlo a posteriori como hice con mis otros viajes. Por primera vez comienzo a escribir una entrada que no sé cómo va a terminar y os animo a que la sigáis pues seguro que estará llena de sorpresas. Esta va a ser la vez que más voy a improvisar de todas mis estancias en el extranjero ya que no hay planes concretos, sólo ideas y sueños, y lo que suceda finalmente dependerá de las oportunidades que vayan surgiendo.

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Inglaterra 2012

Este es un índice de todas las entradas que escribí durante mi estancia en Inglaterra durante el año 2012. La mayoría de ellas son de Londres ya que estuve viviendo en esta ciudad, pero también hay algunas sobre otros sitios que visité del país. Haz click en cada título para leer la entrada correspondiente.

Mi llegada a Londres y primeros días
Un mes viviendo en Kingston
St Patrick’s Day London
De vuelta en West London
Solsticio de verano en Stonehenge
Mis visitas en South West London
De turismo en el centro de Londres (parte I)
Verano olímpico en Londres
Viviendo el mes de agosto en North London
Excursión a Eastbourne, costa sur de Inglaterra
Festival London Mela 2012
East End: Brick Lane, Spitalfields y Banglatown
El templo hindú más grande fuera de la India
Carnaval de Notting Hill
De turismo en el centro de Londres (parte II)

Vida viajera: muchas vidas en una

Desde hace poco más de diez años he vivido en varios sitios de la geografía española y mundial, he tenido distintas ocupaciones, diversos grupos de amigos y conocidos, distintas aficiones, etc. Cada vez que llego a un nuevo lugar es como empezar de nuevo, como si naciera una nueva vida. Yo soy nómada por naturaleza aunque quizás haya tardado un poco en darme cuenta de ello o más bien el miedo me mantuvo demasiado tiempo viviendo en mi ciudad. Ser nómada es emocionante, puedes probar a vivir distintas vidas en una, pero también está la otra cara de la moneda, la soledad.

Tampoco he estado diez años seguidos de un lado a otro, he tenido intervalos de tiempo que he vuelto a mi Madrid natal para descansar, reflexionar, trabajar (cuando había trabajo, claro) y estar con mi familia. Pero después de un tiempo ya estaba en mi esa inquietud de querer probar más destinos, algo que me dice que el mundo es demasiado grande y diverso como para quedarse toda la vida en el mismo lugar. Y sí, es cierto que están las vacaciones para desahogarse, y yo las aproveché bien cuando vivía en Madrid, pero no es lo mismo; los que seáis nómadas lo entenderéis.

A veces me pongo a pensar qué habría pasado si me hubiera quedado en tal o cual lugar, si no me hubiera ido de allí, cómo sería mi vida ahora. Constantemente me veo tomando decisiones que van creando mi vida, si me voy de un lugar o me quedo más tiempo, si elijo este trabajo o el otro, si dejo el trabajo para seguir intentando dedicarme a lo que me gusta o me quedo en él por seguridad, si intento probar a vivir en ese país soñado o lo dejo por miedo,… En fin, cada decisión está determinando en gran parte mi futuro y bien es cierto que nuestra situación actual es fruto de una o varias decisiones que tomamos en el pasado. También es cierto que hay veces que las circunstancias nos empujan a tener que abandonar un lugar y no es que lo decidamos. Por ejemplo, si yo no necesitara un visado para trabajar en Canadá, me habría quedado allí, o si en Irlanda me hubieran salido buenos trabajos quizás ahora estaría allí asentada.

A veces no sé si realmente me gusta ser nómada o más bien estoy buscando mi sitio. Creo que si llegara el día en que me enamorara completamente de un lugar o de una persona que viviera allí o de un trabajo, y ese amor fuera correspondido, me pararía sin dudarlo. Eso sí, seguiría viajando en mis vacaciones, pero con más tranquilidad. De momento aquí sigo, probando la vida aquí y allá, buscando mi sitio, sin nada asegurado, pudiendo cambiar todo de un momento a otro. Cuando me preguntan sobre mi futuro yo ya no sé qué decir, sé las cosas que me gustaría lograr, pero de momento todo sigue en el aire. Es emocionante tener un montón de posibilidades abiertas delante de ti, pero también da un poco de vértigo no tener nada asegurado.

Admiro a las personas que son capaces de quedarse siempre en el mismo sitio y no necesitan cambiar nada, son felices estando como están. También admiro a los nómadas que salen a los caminos a buscar su lugar y a sí mismos porque para ellos es una necesidad vital. Creo que cada uno debe hacer lo que siente su corazón, lo peor es engañarse a uno mismo con una vida que no le gusta. Yo de momento sigo probando estas vidas, intentando sacar el máximo aprendizaje de cada una de ellas, que al final es lo que queda. Cuando llegue mi momento de asentarme, lo haré, pero será donde yo elija y donde mi corazón me diga que tiene que ser.

Viajar: un acto de consciencia

A menudo, durante mis viajes, sobre todo cuando he viajado sola, mi consciencia se ha magnificado por encima de lo habitual. Al llegar a un aeropuerto desconocido, esperando un autobús que me llevará a un lugar en el que nunca he estado antes o al comenzar a recorrer nueva ciudad, he tenido la sensación de estar más despierta que nunca. Lo que quiero decir, es que en esos momentos toda mi concentración estaba en el momento presente, no iba al pasado o al futuro, como suele pasar en otras ocasiones. Creo adivinar por qué pasa esto; en estas situaciones estamos tan alerta, sobre todo si uno está solo y sin nadie en quién apoyarse, que no podemos distraernos ni por un instante. Hay mucha información nueva a nuestro alrededor y no queremos perdernos nada, entre otras cosas porque esta información nos puede servir para movernos por este entorno desconocido, así que necesitamos tener nuestro cincos sentidos al cien por cien en el momento presente. Ni que decir tiene si ya tienes que hablar en un idioma que no es el tuyo y entender a los que te rodean.

Cuando estamos en nuestro entorno habitual, hablando siempre en nuestro idioma, relacionándonos normalmente con las personas ya conocidas, haciendo lo mismo cada día, llendo a los mismos sitios, etc, lo más frecuente es que uno empiece a domirse en la inercia de la vida, que todo se vuelva mecánico y al final uno no haga esfuerzo en estar consciente en cada momento. En cambio, cuando uno viaja y cambia de vida durante el tiempo que sea, sin mucho esfuerzo estará más despierto y consciente del momento presente. De repente el tiempo parece que pasa más despacio y los días se dilatan. ¿No os ha pasado que cuándo lleváis unos días de viaje parece como si fueran semanas y que en un día pasaron tantas cosas como si hubieran sido varios? A mi sí me ha pasado, y comentándolo con otra gente, me dijeron lo mismo. Por eso viajar gusta tanto, es como vivir una nueva vida con la intensidad del momento presente, y uno se olvida fácilmente de su pasado y su futuro.

Además cuando logras estar en el presente, normalmente no tienes miedo y te invade una gran confianza de que todo saldrá bien. Seguramente tenías más miedo cuando aún estabas en tu casa, antes de comenzar el viaje, pero una vez estás en él, el miedo se disipa. Pueden surgir dificultades durante el viaje que te muevan de tu centro, y esto suele ser habitual, pero es el momento en que la vida te está poniendo a prueba. No es de extrañar que salgan emociones, reacciones de forma imprevista o te enfades más de lo habitual, pero el caso es que siempre tendrás una fuerza que te impulsa a resolver ese problema, y normalmente lo consigues. Es raro que te quedes bloqueado y sin reaccionar; toda tu energía se concentra para superar ese nuevo reto y luego sientes la satisfacción de haberlo conseguido. A veces un viaje puede convertirse en un juego de pruebas y retos que superar, y uno va aprendiendo más de si mismo durante el proceso. Luego de repente llegan regalos inesperados, agradables sorpresas o personas que aparecen en el momento adecuado para ayudarnos. Entonces todo cobra sentido, y empezamos a entender por qué pasaron ciertas cosas, todo está relacionado y nada pasa por casualidad.

Cuando hablo de todo esto, me refiero a una forma de viajar que es más una búsqueda personal que un recorrido turístico. Yo lo he experimentado más en los viajes largos donde he ido sola y donde no estaba todo planificado. Cuando todo está preparado, tienes los días justos para ver esto y aquello, te llevan y te traen a todas partes, y vas acompañado por muchas personas, te estás perdiendo mucho de lo que es la verdadera experiencia del viaje. Lo digo porque yo empecé a viajar así, y cuando probé la otra forma, me di cuenta de que la diferencia era enorme. Eso sí, también es una forma de viajar que requiere más esfuerzo y que conlleva más dificultades. La gente que nunca ha probado esta forma de viajar, la que a mi me parece en realidad el verdadero viaje, sí le recomendaría que al menos lo intentara una vez, por lo especial y única que es la experiencia como un reto que nos pone a prueba, nos enseña y nos acerca más a quiénes somos de verdad.

Tampoco quiero decir que haya que viajar todo el rato para estar consciente o para vivir la vida con emoción. Es quizás un reto mayor conseguir esto cuando uno está en su lugar habitual, haciendo su vida cotidiana donde todo es más predecible, pues ahí es más fácil dormirse y olvidarnos de nosotros mismos. Yo he estado en ese reto en los últimos meses y en este caso se puede emprender otro viaje diferente, un viaje interior, donde no hace falta cambiar de sitio ni de contexto para aumentar la consciencia. Lo que pasa es que a veces no es fácil hacerlo cuando llevamos tanto tiempo metidos en la misma dinámica de vida, y por eso un viaje exterior puede ser un buen impulso para comenzar uno interior que nos lleve hacia nosotros mismos; al menos así lo experimenté yo.