Preliminares de un gran viaje: emoción y nervios de última hora

Me lo prometí y lo estoy cumpliendo, que para mi gran viaje de Costa Rica (y Centroamérica tal vez) iba a escribir todo lo posible en vivo y en directo (eso sí, no sé si lo podré publicar hoy). Es una de mis gran ilusiones desde que comencé el blog, escribir un viaje según está sucediendo. Harta de escribir y escribir viajes pasados, ayer escribí el último de momento y espero no escribir otro en mucho tiempo. Ahora toca escribir de lo que ahora está pasando, porque es lo que me pide el cuerpo y el alma, porque ahora no puedo pensar en otra cosa que no sea este momento.

Empiezo a relajarme ahora, después de todos los nervios y estrés de estos últimos meses, y sobre todo el último mes. Y esta misma mañana ha sido el remate cuando al ir a facturar me han dicho que mi segundo vuelo, el de Miami a Costa Rica, no aparecía en el sistema. He tenido muchos problemas con mi vuelo desde que lo compré, me han hecho varios cambios y chapuzas varias que aquí no voy a detallar, lo que me ha tenido email para acá email para allá con la agencia de viajes durante un buen tiempo. Cuando esta mañana me han dicho lo de que no aparecía en el segundo vuelo, casi me da algo. Me han mandado de un sitio a otro y al final lo han solucionado, uff, y ahora tengo en mi poder las dos tarjetas de embarque, la de Miami y la de San José.

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Cataratas del Niágara

Nuestro tren a Niagara salía a las 8 y llegaba a las 10:30, no íbamos muy lejos de Toronto. Ese tren también iba a New York y era americano, y la verdad que se notaba la diferencia con los canadienses.

En Niagara nos esperaban mis amigos americanos Sean y Carolyn. A ellos los conocí en Salamanca, ciudad en la que viví un año; les daba clases de español. Fue una alegría verlos después de dos años que no los veía. Dejamos el equipaje en su coche y nos fuimos andando hasta las cataratas.Por el camino vimos el pueblo, que me pareció bastante hortero, parecía una especie de parque de atracciones. Quizás era así porque esa zona estaba cerca de las cataratas y allí iban los turistas.

Caminamos hasta las cataratas, y ¡guao, qué pasada! Ver algo como lo que veis en esta foto no deja indiferente.

El nombre «Niágara» viene de una palabra iroquesa que significa «trueno de agua». Las Cataratas del Niágara (Niagara Falls) son un pequeño grupo de cascadas en el río Niágara en la frontera entre los Estados Unidos y Canadá. Situadas a unos 236 metros sobre el nivel del mar, su caída es de aproximadamente 52 metros. Aunque no tienen una gran altura, son muy amplias y son las más voluminosas de América del Norte, ya que por ellas pasa toda el agua de los Grandes Lagos. Son un lugar de turismo compartido por las ciudades de Niagara Falls (Nueva York) y Niagara Falls (Ontario). Nosotros estábamos en el Niagara canadiense.

Compramos los tickets para the Maid of the Mist, el barco que nos llevaría hasta las cataratas para verlas de cerca. Nos dieron unas capas de agua para no mojarnos.

Nos acercamos bastante a las cataratas y el ruido era ensordecedor. Aquella mole de agua cayendo era impresionante.

Siempre supe que algún día vendría a verlas y por fin ese día había llegado. Lo único que a mi gusto le quita un poco de encanto es que estén en plena ciudad, me hubiera gustado más encontrármelas en medio de la naturaleza salvaje.

Desde allí vimos turistas en la parte americana visitando las cataratas. Llevaban unas capas de agua amarillas y en lugar de acercarse en barco, iban andando por unas pasarelas.

Después fuimos caminando para acercarnos a las cataratas desde arriba. Había un paseo junto a las cataratas y se podían hacer fotos en distintos puntos. Era algo impresionante ver la fuerza que tenía el agua; desde luego que no deja indiferente.

Llegó la hora de comer y fuimos a un merendero de un parque. Luego cogimos el coche para ir a Nueva York pero antes había que pasar por la temida frontera de Estados Unidos (Buffalo). Si quieres saber cómo fue nuestra experiencia de cruzar la frontera por tierra, te invito a que leas el siguiente capítulo de este gran viaje.

Nueva York (20-24/06/2008)

Nuestra entrada en Estados Unidos fue por carretera y veníamos de las Cataratas del Niagara donde habíamos pasado el día. Íbamos en el coche de mis amigos americanos Sean y Carolyn, una pareja que conocí cuando vivía en Salamanca y a los que daba clases de español. Pasar la frontera de Estados Unidos por tierra nos causaba miedo pero para nuestra tranquilidad íbamos con americanos, lo cual sería de gran ayuda. Llegamos a la frontera en Buffalo y allí nos pararon. Les enseñamos nuestra documentación y después de algunas preguntas, nos hicieron bajar del coche. Debieron sospechar de aquel extraño grupo de viaje: una pareja de americanos, una francesa y dos españolas, una de las cuales se iba a quedar en Canadá durante meses.

Entramos en la oficina de inmigración y allí nos tuvieron esperando como una hora hasta que nos llamaron. Esto parecía de película, a ver lo que iba a pasar ahora. Menos mal que el policía que nos atendió era simpático y bromeaba con nosotros mientras nos preguntaba. Nos hizo todo tipo de preguntas de cómo nos conocimos, por qué habíamos viajado allí, de dónde éramos, dónde vivíamos, a qué nos dedicábamos, etc. Nos tuvimos que hacer una «green card» temporal para poder visitar Estados Unidos, con huellas dactilares y foto incluidas, todo por el módico precio de 6$, tras lo cual, nos dieron permiso para atravesar la frontera. Después nos esperaban 6 horas hasta Beacon, el pueblo donde vivían Sean y Carolyn, en el estado de Nueva York. Llegamos a las a las 12 de la noche, todos muy cansados.

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