El bus salió de Antigua a eso de las 3 de la tarde y tenía previsto llegar a San Marcos sobre las 6:30. Después de recoger a todos los pasajeros que habían reservado para este viaje, nos metimos en carretera. Por la ventana veíamos un paisaje que iba cambiando poco a poco según nos acercábamos al lago. Cada vez era más abrupto y montañoso, y cubierto de un verde manto de vegetación. Una ligera bruma lo envolvía y a ratos el sol se atisbaba entre algunos claros. Estábamos cansadas tras las estresantes gestiones en Antigua y antes el largo viaje repleto de desafíos, pero todo eso iba quedando atrás. Nos estábamos acercando a un lugar soñado, uno que había estado esperando en mi lista viajera durante muchos años. Muy agradecida a mi cuerpo por haberse recuperado y por poder continuar mi viaje. La recompensa estaba ya cerca.
Por fin, vimos el maravilloso Lago Atitlán frente a nosotras, un paraíso que atrae a viajeros y buscadores de todo el mundo. Considerado uno de los lagos más bellos del mundo, su nombre se traduce como “entre las aguas”. Con una extensión de 130 km2 y 18 km de longitud, es el tercer lago más grande de Guatemala, y con una profundidad de hasta 341 metros, es el más profundo de toda Centroamérica. El lago surgió de una erupción volcánica hace unos 84000 años, de hecho es una caldera volcánica. Está rodeados por tres volcanes: Atitlán, Tolimán y San Pedro. Está dentro del Departamento de Sololá, a 1560 metros sobre el nivel del mar, con diversos pueblos alrededor. Entre esos pueblos está San Marcos La Laguna, mi destino para las próximas dos semanas.