Alemania I: Berlín (13-18/07/2002)

Estocolmo-Berlín: Un viaje en autobús de lo más surrealista

El día 12 de julio llegué en un ferry de Turku a Estocolmo después de 9 horas de viaje nocturno. Qué bien estar otra vez en Estocolmo, aunque sólo fuera para unas horas. Ahora tenía que ir a casa de mi amiga Ana a coger el resto de mi equipaje que dejé allí. Por el camino conocí a un finlandés que también venía en el barco y que iba a hacer el interrail. Le conté el viaje que había hecho y el que iba a hacer. Definitivamente tenía que decir que los finlandeses eran los más simpáticos de todos los escandinavos, pues ya se me habían acercado varios a hablar, cosa que no me pasó con suecos ni noruegos (con daneses era difícil saberlo pues sólo estuve un día en Dinamarca).

Cuando llegué a casa de mi amiga Ana, allí estaba su novio Patrick (ella se había ido un mes de vacaciones). El se fue a trabajar y yo me puse a hacer muchas cosas como lavar ropa, ducharme, rehacer el equipaje, entre otras. Luego me fui a la estación de autobuses corriendo y cuando llegué me di cuenta de que me quedaban dos horas para que saliera mi autobús a Berlín, pues olvidé cambiar la hora de mi reloj al regresar de Finlandia.
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Finlandia: Laponia y la Región de los lagos (28/06-11/07/2002)

El día 28 de junio cogí un autobús a Rovaniemi a las 2 de la mañana en Cabo Norte. Acaba de terminar mi viaje de Noruega y ahora me adentraba en otro país escandinavo: Finlandia. Además hoy se cumplía un mes desde que empecé mi gran viaje por Europa; todavía me quedaban casi tres meses más hasta completarlo. De Rovaniemi iba a viajar a Oulu donde me esperaba mi amiga Saija, la finlandesa que conocí en Copenhague en el primer día de mi viaje. Iba a quedarme tres días en su casa a descansar después del agotador viaje de Noruega.

El viaje duraba quince horas y media, aunque en realidad no era tan largo sino que había numerosas paradas durante el recorrido. Ya a la media hora de salir tuvimos una de tres horas en un pueblo y cuando continuamos lo hicimos con un nuevo conductor. Se me pasó el viaje entre leer y dormir, pero sí echaba en falta tener algo de música para escuchar.

En una de las paradas me encontré con el finlandés que estaba en el autobús que cogí al Cabo Norte y nos pusimos a hablar. Me dio mucha información de sitios para visitar en Finlandia. Ahora estábamos atravesando Laponia pero no me bajaría ahora sino que volvería después de estar en Oulu. La razón de hacerlo así era porque Saija sólo me podía acoger en su casa en el fin de semana y además yo quería visitar Laponia más tarde con Åke, mi amigo noruego que ahora estaba en una boda en Suecia.

Yo tenía mucha ilusión por ver Laponia y por encontrarme con la cultura sami, pero Åke me dijo que no me hiciera ilusiones porque apenas siguen ya sus tradiciones y casi no se distinguen de los demás. Saija me diría más tarde lo mismo, pero yo todavía quería intentarlo. Es una pena que estén desapareciendo culturas tan bonitas y ancestrales como esta. Pero yo soy una idealista y sigo buscándolas en mis viajes, aunque a veces me encuentre sólo con sus restos.

Oulu

Cuando llegamos a Rovaniemi estaba lloviendo a mares, aunque durante el recorrido en autobús había estado soleado y cálido. Cogí el tren a las 18:30 y llegué tres horas más tarde a Oulu. Saija me esperaba en la estación, con la misma ropa que llevaba el día que la conocí en Copenhague. Me dio la bienvenida a su ciudad y entonces fuimos caminando hasta su casa.

Vivía sola en un estudio pequeño pero acogedor donde llevaba ya cinco años. Me preparó una cena buenísima con un helado de postre que nunca había comido antes (de plátano, melón y fresa). Dormí en un sofá cama que había allí, uno de los sitios más cómodos donde había dormido en las últimas semanas. Fue una suerte que conociera a Saija en Copenhague.

Al día siguiente me encontré con un desayuno espectacular que tenía de todo. Curiosamente no había café, lo cual me sorprendió porque en Finlandia se toma mucho. Saija me dijo que no le gustaba y prefería el té; igual que yo.

Mientras desayunábamos sonaba la radio. Aunque no entendía nada el idioma finlandés suena muy distinto de los otros escandinavos ya que tiene un origen totalmente distinto. Escrito se veía muy distinto también. De todas formas también tienen el sueco como segunda lengua oficial.

Oulu es la sexta ciudad más grande de Finlandia y la mayor de la mitad norte del país. Está justo donde limita Laponia con la región de los lagos. Saija tenía dos bicis y me dejó una para que fuéramos a recorrer la ciudad que estaba muy bien preparada para montar en bici. La verdad que era increíble la cantidad de gente que iba en bici, gente de todas las edades y condiciones. Apenas se veían coches por la ciudad, era una maravilla. Pedaleamos desde Merikoskenkatu donde vive Saija hasta la biblioteca, y de allí a la plaza del mercado donde había mucho ambiente. Había edificios antiguos de madera junto al puerto que ahora eran restaurantes. Allí compramos pan con pescado por dentro y queso pan (un queso muy fino que parece pan) y nos fuimos a comer a la playa. Luego fuimos a un parque con un estanque y fuentes llamado Kaupunginpuisto.

Por la noche me ofrecí a hacer la cena, y como no hice tortilla de patata que ya había cocinado para extranjeros en otras ocasiones. Después salimos a un nightclub y fuimos en bici. Lo curioso es que la mayoría de la gente iba así porque vimos muchas bicis aparcadas fuera. Había dos salas, una con pop finlandés (donde la gente se subía a bailar a las mesas y se colgaban de barras) y otra con música de baile internacional. A mí me gustó más la primera, por supuesto.

El lunes Saija trabajaba y yo me fui a dar una vuelta con la bici por la ciudad. Fui a la biblioteca, a la calle de tiendas, a la plaza del mercado,… y enseguida aprendí a orientarme en la ciudad. Por la tarde fui a buscar a Saija a la universidad para visitar el jardín botánico. La universidad es muy reconocida y está dentro de un parque tecnológico. El jardín botánico me gustó mucho, más de lo que esperaba. Después nos fuimos a casa a cenar. Así terminaba mi visita en Oulu, mi primer contacto con Finlandia.

Rovaniemi

El día 2 de julio cogí el tren a Rovaniemi donde había quedado con Åke para viajar juntos en Finlandia. Había viajado en autobús desde Umeå después de la boda de su primo en Suecia. Después de Finlandia él se iba a Polonia y Croacia, mientras que yo iría a Alemania. Le comenté cuál era mi plan de viaje en Finlandia y le pareció bien.

Primero visitamos Rovaniemi, capital de la provincia de Laponia, siendo la puerta de entrada de esta región. Está cerca del círculo polar ártico y es la casa de Papá Noel (Santa Claus Village). Alberga la Universidad de Laponia, muy reconocida en el país.

Visitamos el museo Arktikum, dedicado sobre todo a la historia de los samis y a la vida nórdica. Caminamos también por el centro de la ciudad, por la calle Koskitatu. Todavía nos quedaba hasta que saliera el autobús que cogeríamos a las 11 de la noche a Saariselkä, así que fuimos a caminar a un bosque cercano, Ounasvaara, que también tiene una pista de esquí. Llevamos la mochila a cuesta por no gastarnos dinero en la consigna que era un poco cara, así que la caminata fue dura. Subimos a una torre desde donde había unas buenas vistas de la ciudad. Después de estar allí nos fuimos a la estación de autobuses.

Saariselkä

A las 2:30 de la madrugada llegamos a Saariselkä y nos encontramos en medio de un pueblo vacío sin saber qué hacer. Buscamos un sitio donde dormir un rato y encontramos una mesa con bancos enfrente de un bar. Yo casi no podía dormir del frío que hacía y de lo incómodo que era, pero mi amigo como siempre no tuvo problemas en quedarse dormido. A las 4:30 decidí dar una vuelta por el pueblo y cuando regresé me puse a leer un rato. Hay que tener en cuenta que a esa hora lucía el sol como en pleno día. A las 6 de la mañana fui a dar otra vuelta mientras Åke seguía durmiendo.

A las 7 de la mañana desayunamos y nos fuimos a un hotel a dejar las mochilas. Desde allí iniciamos una ruta a la vista panorámica de Kaunispää. Nos decepcionó porque sólo era una pequeña colina con una cafetería; no se veía nada impresionante desde allí arriba.

Después fuimos al Parque Nacional de Urho Kekkonen, segundo parque nacional más grande del país. El terreno es bastante llano y está cubierto de bosque. Hicimos una ruta de 6 km pero a la vuelta Åke decidió meterse por un camino más largo porque teníamos tiempo de sobra. Al final perdimos el sendero y tuvimos que caminar campo a través. Es que este chico tiene que meterse siempre por lo más difícil porque si no se aburre. Nos pilló la lluvia por el camino. Después nos fuimos a esperar el autobús a Inari.

Inari y Tankavara

Cuando llegamos a Inari fuimos a un hotel barato que nos habían recomendado en la oficina de turismo (allí no había albergues). Nos duchamos, cenamos y a las 8 nos metimos a dormir porque estábamos rendidos después de la mala noche anterior.

Al día siguiente Åke se fue a correr y yo aproveché para dar una vuelta por el pueblo. No encontré muchos vestigios de la cultura sami ni nadie vestido con el traje típico. Sólo vi algunas casas de madera que fotografié pero no sé si son típicas. Se supone que aquella era una de las pocas aldeas samis que quedaban en Finlandia, pero no lo parecía.

Luego desayuné en el hotel y disfruté con la gran variedad y cantidad de comida que había: tortilla francesa, jamón, queso, cereales, zumos, café, té, leche, tostadas, etc. Comí tanto que también me sirvió de comida y hasta me pude preparar un par de bocadillos para luego.

En Inari estaba el museo Sami Siida y decidí ir a verlo para así saber un poco más de los samis. Dediqué más tiempo al museo al aire libre de casas tradicionales y lo demás lo vi por encima.

Cogimos un autobús a Tankavara y llegamos allí a las 14:30. Entramos en el centro de visitantes del Parque Nacional de Urho Kekkonen y allí nos dijeron que la mejor parte del parque estaba en un sitio que habíamos pasado poco antes en autobús, pero ya no podíamos volver atrás. Nos dieron un mapa con las rutas que se podían hacer allí cerca y nos metimos en un sendero de 6 km cubierto de tablas de madera. El terreno estaba como inundado y almohadillado, como de turbera, y el paisaje me pareció más bonito que el de ayer. A las 17:30 cogimos un autobús a Rovaniemi.

Tampere

A las 9 de la noche cogimos un tren nocturno a Tampere que está en el sur de Finlandia, y así ahorramos dinero en alojamiento. A las 6 de la mañana llegamos a Tampere pero me quedé sola a verlo porque Åke ya había estado allí antes y prefirió ir a Pori que estaba hora y media después.

Tampere es la tercera ciudad de Finlandia en número de habitantes, y la segunda área urbana más importante del con unos 300.000 habitantes. Tampere fue fundada por el rey Gustavo III de Suecia, el 1 de octubre de 1779, en el istmo entre dos lagos, Näsijärvi y Pyhäjärvi, y la ciudad queda dividida en dos partes por el rápido que fluye del primero al segundo.

Después de conseguir un mapa en la oficina de turismo, me fui a recorrer la ciudad. Primero fui al parque Koskipuisto que había junto al río Tammerkoski. Luego quería ir al parque Sorsapuisto pero no lo encontraba y pregunté a una señora mayor. La señora fue muy amable y me acompañó parte del camino mientras me contaba muchas cosas. El parque no era muy grande pero había un lago con muchos patos, gansos y cisnes, además de otras aves. Había también una especie de corral con gallinas, gallos y pavos. Junto al parque había un gran edificio, Tamperetalo.

Siguiendo la calle Vünikank llegué hasta la universidad, Yllopisto. A continuación cogí una calle que me llevó a la zona de Tammela donde había un mercado. De allí me fui caminando hasta Juhannuskylä donde está la catedral, Tuomiokirkko. Me pareció preciosa, quizás la más bonita que he visto en Escandinavia. Me llamó la atención un cuadro que había dentro de unos esqueletos vestidos de frailes regando unas plantas. Después fui andando a la calle principal de tiendas, Hämeenkatu, donde había mucho ambiente. Al final llegué hasta el parque Hämeenpuisto. Caminé hasta el extremo que está junto al lago Pyhäjärvi y después al otro extremo donde está el parque Näsinpuisto donde había una fuente muy bonita. Un montón de caminos se metían en el bosque y yo caminé un rato por uno de ellos. De ahí fui a la biblioteca donde había quedado con Åke a las 3 de la tarde.

Fuimos andando hasta Lappi, un bosque está al norte de la ciudad y de ahí al lago Järvensivu. Compramos algo de comida en un centro comercial que nos pillaba de camino. Dimos la vuelta al lago y el paisaje no me pareció para tanto. Empezó a llover y apenas paró en todo el rato. De vuelta en el centro nos metimos en un McDonald a comer algo, muy a mi pesar, pero era lo más barato que encontramos. Luego fuimos a la estación de tren a esperar nuestro tren a Kajaani que no salía hasta las 12 de la noche; fueron casi tres horas de larga espera.

Kajaani

En el tren tuvimos suerte porque el conductor nos dejó dormir en las literas gratis sin haberlas reservado con antelación. A las 7 de la mañana el revisor nos despertó para decirnos que estábamos llegando a Oulu y que allí podríamos coger un autobús gratuito a Kajaani.

El autobús nos dejó en Kajaani a las 10 de la mañana y caminamos al centro para buscar la oficina de turismo. Nos dieron un mapa para poder recorrer la ciudad. Había un mercado con mucho ambiente con un escenario con música en directo. También había una fuente y enfrente el edificio más antiguo de la ciudad, el antiguo ayuntamiento.

Después caminamos por la calle Linnankatu hasta el río Kajaaninjoki. Debajo del puente estaban las ruinas del castillo de Kajaani. Fue construido en el 1604 para proteger la ciudad de los ataques de los rusos. En 1716 los rusos destruyeron el castillo con explosivos y ahora sólo quedan las ruinas. Volvimos al centro y ahora estaban actuando unos africanos que tocaban los tambores y bailaban. Así estuvimos entretenidos hasta que saliera el tren en dos horas.

Varkaus

Teníamos que ir a Varkaus donde teníamos una reserva en el albergue y para ir allí teníamos que coger primero un tren a Pieksämäki. Nuestro tren estuvo parado una hora en una de las estaciones, así que llegamos tarde para coger el tren a Varkaus. Un revisor muy majo que no hablaba inglés nos consiguió un taxi gratis hasta Varkaus. Vaya con los revisores de Finlandia, nada tienen que ver con los de España que son tan secos y bordes.

A las 9 de la mañana me fui a correr. El albergue era una casa de madera en el campo de las afueras de Varkaus y había mucho sitio para correr. A las 12 nos fuimos de allí y nos sentamos en un parque hasta la hora del tren. A las 2 de la tarde cogimos el tren a Pieksämäki y de allí teníamos que coger un autobús a Savonlinna.

Savonlinna

A las 17:30 llegamos a Savonlinna (castillo nuevo), ciudad del sureste de Finlandia, en el corazón de la región de los Lagos de Saimaa. La ciudad fue fundada en el siglo XVII alrededor del castillo de San Olaf. Fuimos a un albergue bastante céntrico, en Vääräsaari. Después de dejar el equipaje en nuestra habitación, fuimos a dar una vuelta en una isla cercana, Sulosaari. Había un sendero que atravesaba un bosque de coníferas y las vistas del lago Haapavesi eran muy buenas.

De allí nos fuimos a caminar por el centro. En la calle Linnankatu había casas antiguas. Fuimos caminando por el puerto hasta llegar al Castillo Olavinlinna, fundado por Erik Axelsson Tott en 1475 en un esfuerzo para proteger Savonia y para controlar la inestable frontera entre el reino de Suecia y su adversario Rusia. Está en una isla y es la fortaleza medieval mejor conservada en Escandinavia. Después fuimos caminando a la catedral y de ahí al albergue. Nos encontramos con un chico español que había visto en el autobús y que estaba en la habitación de al lado. Era uno de los pocos españoles que había encontrado durante mi viaje en Escandinavia.

Punkaharju e Imatra

Por la mañana cogimos un autobús a Punkaharju donde queríamos ver la cresta (Punkaharju ridge) formada por el glaciar junto a un lago. Cuando llegamos al pueblo tuvimos que andar por la misma carretera por la que habíamos venido en el autobús para ver la cresta. Por allí se encuentran los árboles más altos de Finlandia. No vimos mucho porque nos tuvimos que volver para coger el tren a Imatra antes de llegar a la parte más impresionante. De todas formas llegamos con tiempo de sobra al pueblo porque se me ocurrió hacer auto-stop y paró un señor mayor que no hablaba inglés.

Cuando llegamos a Imatra tuvimos que andar 4 km hasta el albergue que estaba en un sitio privilegiado. Fue duro caminar allí con el equipaje a cuestas pero mereció la pena. El albergue estaba situado enfrente del lago Saimaa (el más grande de Finlandia) y en pleno bosque. El albergue parecía salido de un cuento de hadas y las habitaciones eran pequeñitas de madera pintadas de colores. El albergue lo llevaba una señora mayor que no hablaba inglés, la bruja del bosque, je, je. Caminamos alrededor del lago y por el bosque. Por la noche me encargué de preparar una tortilla de patatas para cenar y hasta la señora del albergue comió un poco.

Lathi

El día de hoy fue más que nada de viaje hacia Helsinki. Paramos en Lathi porque Åke quería ver unas pistas de esquí que allí había. Yo no estaba interesada en caminar más de una hora con la mochila a cuestas para ver unas pistas de esquí sin nieve, así que decidí esperarle en la biblioteca. Tenía tres horas para leer y usar internet.

Llegamos a Helsinki a las 6 de la tarde y fuimos al albergue. Me pusieron en una habitación con unas chicas alemanas que estaban viajando en Finlandia.

Helsinki

La ciudad de Helsinki me gustó desde que llegué a ella. Me pareció que tenía mucho ambiente y animación. La sitúo lugar después de Estocolmo de las cuatro capitales escandinavas que visité. El albergue también estaba bien y nada tenía que ver con el de Imatra, pues este era un albergue urbano situado en un piso. Había mucha gente joven de distintos países allí.

Helsinki es la capital y ciudad más poblada de toda Finlandia, situada a la orilla del Golfo de Finlandia. Fue fundada en 1550 por el rey Gustavo I de Suecia y la fundación de la fortaleza portuaria de Sveaborg hizo crecer su estatus.

Conseguimos un mapa con seis rutas por la ciudad en la oficina de turismo y decidimos hacer algunas de estas rutas. La primera ruta que hicimos empezaba en el Esplanade Park, uno de los sitios con más ambiente de la ciudad. Caminamos hasta la larga calle de Bulevarden, al final de la cual había un mercado. Seguimos y un punto de la ruta enlazamos con otra al encontrarnos con la catedral, St. Nicholas Church, un edificio impresionante y blanquísimo. Fue completada en 1852. También vimos el Teatro Nacional, que es el más antigulo de Finlandia.


Desde allí seguimos la ruta 1 dejando atrás Senatstorget, y pasamos por más edificios diseñados por el mismo arquitecto de la catedral, C.L. Engel, como son Council of State, la biblioteca de la universidad, etc. Al terminar la ruta 1, enlazamos con la ruta 6 sólo para visitar la catedral ortodoxa de Uspenski, construida en 1868. Después empezamos la ruta 5 que atraviesa parques como Brunnsparken y Gardesstaden. Al final llegamos a St. John’s Church, la iglesia más grande de Helsinki.

Entoces llegó el momento de despedirme de Åke que se iba esa misma tarde a Tallin en barco y de allí viajaría a Polonia y Croacia durante dos semanas solo. Yo iba a coger un tren a Turku, último lugar de Finlandia que iba a visitar. Llamé para reservar el albergue de Turku, y como todavía tenía tiempo hasta que saliera mi tren, decidí seguir caminando por Helsinki.

Decidí hacer la ruta 2 que me llevó al jardín botánico y al parque que rodeaba los lagos Djurgardsviken y Kajsanieniviken. Después crucé la vía del tren por un puente y llegué al lago Toloviken. Desde allí caminé al City Winter Garden con muchos invernaderos llenos de flores. Muy cerca estaba el estadio olímpico que fue completado en 1952 para los Juegos Olímpicos (con una capacidad de 40000 espectadores).

Entonces decidí enlazar con la ruta 3 sólo para visitar el Sibelius Park, que además de estar muy lejos, me decepcionó. Allí estaba el monumento a Sibelius, famoso compositor finlandés (un órgano y un busto). Se estaba haciendo tarde y tuve que coger un tranvía hasta el albergue. Allí cogí mi mochila y fui a la estación para coger el tren a Turku.

Turku
Tardé dos horas en llegar y después tuve que caminar 15 minutos hasta el albergue. En mi habitación había tres chicas, cada una de las cuales estaba viajando sola.

Al día siguiente me puse a leer lo que ponía mi guía sobre Turku mientras desayunaba. Se me acercaron tres chicos: un canadiense, un italiano y un francés, que hablaban un poco de español. Eran muy simpáticos y me aconsejaron que ver en Turku.

Turku está situada en la costa suroeste de Finlandia, a orillas del río Aura, y es la quinta ciudad más poblada del país. Es también la ciudad más antigua de Finlandia. No se sabe con exactitud cuando fue fundada, pero su historia documentada empieza en 1229, cuando el Obispado fue trasladado allí.

El centro histórico de la ciudad se encuentra junto a la catedral, cuya construcción fue empezada en el siglo XIII, y la antigua plaza mayor, en la que se encuentran la antigua Casa Consistorial y las casas de Brinkkala, Juselius y Hjelt, que albergan el Centro Cultural municipal.

El Castillo de Turku, cuya parte más antigua se remonta a finales del siglo XIII, está ubicado cerca del puerto de pasajeros. Aproveché para ir a la oficina de Viking Line y comprarme un billete para viajar a Estocolmo aquella noche en ferry. Me enteré de que podía viajar sin camarote, lo cual era más barato, y además me dieron un descuento con mi billete de Interrail (esto me lo dijo una chica de mi habitación, fue una suerte). Total que sólo pagué 16€, muy buen precio.

Volví al albergue para coger mi equipaje y me fui caminando al puerto a eso de las 8 de la tarde. Llegué empapada porque llovió todo el camino. Así me despedí de Finlandia, con mucha lluvia y mucho cansancio, pero me había encantado.

Noruega: De sur a norte (09/06-27/06/2002)

Siento que no pueda acompañar este relato de más fotos pero por entonces no tenía cámara digital y la mayoría de mis fotos las hacía en diapositiva con mi réflex analógica. Sólo he podido escanear algunas fotos que hice en papel. Es una pena porque tengo preciosas fotos en diapositivas de los maravillosos lugares que visité en este país de naturaleza desbordante.

Oslo

A las 6 de la mañana del 9 de junio llegué a la capital noruega y me senté a esperar en la estación de autobús porque todavía no estaba abierta la oficina de turismo. Estaba agotada pero tenía que poner a mi coco a funcionar leyendo la información de mi guía para saber lo que iba a hacer en Oslo los próximos días. Dos horas más tarde compré un pase de transporte para un día y pregunté cómo ir al albergue donde tenía la reserva. Tenía que coger el tranvía 15 para ir al albergue Oslo Vandrerhjem Haraldsheim y la parada donde me tenía que bajar era Sinsenkrysset, que estaba como a 15 minutos de Jernbanetorget, la plaza donde se encontraba la estación de tren.

Cuando por fin llegué al albergue eran eso de las 9:30 y aunque no me incluía desayuno ese día, me invitaron porque venía de lejos y había viajado mucho hasta allí. Yo agradecí la agradable sorpresa y comí un montón pues estaba hambrienta. Después preparé mi mochila y me dispuse a explorar Oslo. Lo primero que hice fue ir a la estación de tren para preguntar información de los trenes que tenía que coger en los próximos días.

Eran ya las 2 de la tarde cuando salí de la estación para ver Oslo. Hacía demasiado calor y el sol brillaba con mucha intensidad. Nunca me había imaginado este tiempo en Escandinavia. Decidí ir a las islas cercanas en ferry, ya que mi pase de 24 horas incluía este medio de transporte también. En la hora en la que fui porque estaban llenas de domingueros de playa (y además era domingo). Aquello parecía Benidorm pero a lo noruego. Primero fui a la isla de Hovedøya, la más cercana, que es tan pequeña que tan sólo tiene medio kilómetro cuadrado de superficie. Me puse a caminar por los bosques huyendo del barullo de la playa.

Una hora después cogí un ferry a la isla más lejana, Langøyene, que resultó peor porque apenas había bosque y todo era playa con domingueros. A la media hora ya estaba aburrida pero todavía quedaba para que viniera el ferry, así que me senté a la sombra de un árbol a leer. Cuando fui a donde se cogía el ferry había ya una cola de gente increíble. Llegó el ferry, se llenó enseguida y no pude entrar. A los 15 minutos llegó otro y también se llenó. A la media hora llegó otro y por fin entré, pero por entonces ya estaba cabreada, acalorada y cansada.

Para cuando llegué al centro no tenía muchas ganas de ver nada con el cansancio que tenía encima, pero me quedaba mucho por ver y no podía desaprovechar la tarde. Me arrastré a la calle principal llamada Karl Johans gate. De allí salía la plaza mayor (Stortorget) y la catedral (Domkirke) que no me parecía muy interesante. Por allí también estaban los edificios de la universidad y el teatro nacional. Al final de la calle estaba el palacio real y los jardines.

Luego fui caminando a la zona de Vippetangen (extremo sur de la península Akersneset), cerca de donde cogí el ferry. Allí estaban la Fortaleza y el Castillo de Akershus que fueron construidos en el 1299 por el rey Haakon V. Oslo fue fundada en 1048 por el rey Harold Hardråde. Fue convertida en capital de Noruega en 1314 por el rey Haakon V, primer rey en residir permanentemente en la ciudad. El castillo estaba cerrado así que caminé en el interior de la fortaleza.

Al llegar al albergue tuve un pequeño susto. Me encontré con todas mis cosas tiradas enfrente de la  recepción! Un señor oriental estaba allí quejándose de algo. Me acerqué para preguntar por qué estaban allí mis cosas tiradas y el señor me dijo que era el profesor de las chicas que estaban en mi habitación. Al parecer me habían puesto en la habitación equivocada porque mi cama era para otra de las estudiantes. El caso es que me pareció fatal que el señor tirara allí mismo todas mis cosas y se lo hizo saber; ni siquiera me pidió disculpas, qué mal educado! Me resultó curioso que un oriental fuera el profesor porque las estudiantes eran noruegas; quizás él fuera noruego de nacionalidad aunque no de raza. ¿Serán los noruegos tan poco amables?

Aquí no acaba la cosa porque cuando pregunté en la recepción por una nueva habitación me dijeron que no había más. Yo me enfadé y dije que había pagado, así que tenía derecho a una habitación. Al final me metieron en una que había al lado. Allí había dos amigas que vivían en Londres, una húngara y otra japonesa. Se quejaban de lo difícil que era para ellas encontrar trabajo allí por no ser de la Unión Europea y me decían que yo tenía mucha suerte de ser española. Aproveché para hablar un buen rato con ellas; lo necesitaba después de haber pasado todo el día sola.

Al día siguiente tuve otro susto. Llegué tarde al desayuno y me quedé sin él. El cocinero, de lo más borde, me echó de allí. Me quejé en recepción y conseguí que me dieran un poco de pan, queso y mantequilla, poca cosa pero algo es algo. Por ahora los noruegos me estaban decepcionando; esperaba que la situación mejorase más adelante.

Salí del albergue para seguir descubriendo Oslo. Hoy era mi último día allí ya que por la noche cogería un autobús a Bergen. El día estaba más frío y nublado que ayer. Cogí el tranvía hasta el centro y de allí fui al barrio de Granland para comprar una tarjeta de teléfono para llamadas internacionales (no pude encontrarla en ningún otro sitio). Era un barrio de inmigrantes, sobre todo musulmanes. De ahí me  fui a la ciudad medieval, el barrio de Gamlebyen, donde sólo vi las ruinas de una iglesia. También quería ir al parque de Ekeberg, zona verde pública más extensa de la ciudad, pero no lo encontré. Se supone que allí había grabados rupestres. Entonces me fui al jardín botánico que no era nada del otro mundo y de allí a pasear por el río que no me gustó nada. Me costó encontrar el centro de nuevo y de ahí me fui al albergue a comer.

Se puso a llover de nuevo y cuando paró cogí el tranvía para el parque Frogner que cuenta con más de 200 esculturas del artista Vigeland. Todas ellas representan figuras de personas en distintas posturas y gestos. Además el parque está lleno de zonas ajardinadas, estanques con patos y fuentes, y hay muchos senderos para pasear.

De allí caminé a la estación de metro de Majorstuen y cogí la línea 1 para Holmenkollen donde estaba la famosa plataforma de salto de esquí (deporte favorito de los noruegos). Desde allí había unas vistas magníficas de la ciudad y de los bosques de alrededor. Eso sí, no se me olvidará nunca la gran cantidad de escalones que tuve que subir. Al bajar de allí me pilló una terrible tormenta con rayos y todo. Tardé mucho en llegar al albergue porque el tranvía dejó de funcionar y ya casi pensaba que no llegaba a coger mi autobús a Bergen.

Tuve que ir a la carrera pero al final conseguí coger el autobús a Bergen que salía por la noche. Vaya paliza que me había pegado en Oslo de un lado para otro; ahora notaba el cansancio y enseguida me quedé dormida. Desde luego Oslo no resultó ser tan bonita como Estocolmo, pero es que Noruega deparaba otras sorpresas mucho mayores.

Bergen

A las 3 de la mañana me desperté y me encontré un paisaje impresionante. ¿Estaré soñando todavía? Montañas cubiertas de nieve y lagos por todas partes. El autobús iba por una estrecha carretera entre las montañas y daba la sensación de estar cerca de las cumbres. A esa hora ya había luz; en Escandinavia casi no existe la noche en verano. Yo ya no podía dormir más, estaba fascinada! El paisaje fue cambiando según bajábamos de altitud y la nieve desapareció para dar paso a cascadas que caían de las montañas y bosques por todas partes. Ahora había más luz y yo saltaba de un lado al otro del autobús para no perderme ni un paisaje. Bienvenidos a Noruega, el gran paraíso natural de Europa. Puede que su capital no sea gran cosa, pero su naturaleza es abrumadora, impresionante,… uff no hay palabras para describirla. De hecho Noruega está catalogada como número uno en Europa por la belleza de sus paisajes, y yo daba fe de ello.

Poco después tuvimos que cambiar de autobús y yo me enteré de casualidad porque se me ocurrió preguntar al ver que mucha gente metía las maletas en el autobús de al lado. Es lo que tiene no saber noruego, quizás el conductor lo dijo pero yo no me enteré. Había un chico que viajaba solo que también parece que le pilló desprevenido lo del cambio. Más tarde el autobús cruzó el agua en dos ocasiones dentro de un ferry. Esto es de lo más habitual en Noruega con tanto fiordo y lo pude experimentar más adelante en cada uno de los viajes que realicé por el país.

A las 8:30 llegamos a Bergen y cuando bajé del autobús vi otra vez al chico que viajaba solo. No sabía de donde sería pero desde luego que no era noruego. Estaba parado con la mochila sin saber qué hacer, así que se me ocurrió acercarme a preguntarle. Es lo que tiene viajar sola, que una se lanza mucho más a hablar con desconocidos, lo cual está genial para conocer gente nueva. Le pregunté si tenía alojamiento reservado y me dijo que no, así que decidimos ir a buscar un albergue juntos. Se llamaba Matías, tenía 21 años y era alemán (aunque por su aspecto no lo parecía, tenía más pinta de español). Había viajado desde Hanóver a Oslo en un camión sin pagar nada y quería viajar en Noruega en auto-stop, de lo contrario sería muy caro para él. No en vano, Noruega es uno de los países más caros de toda Europa. Pero yo tenía un plan para viajar muy barato por todo el país, más adelante veréis.

Nos recorrimos todos los albergues del centro, pero no había sitio en ninguno. En la oficina de turismo hicimos la reserva para uno que estaba en las afueras (a 4 km del centro). Dejamos las mochilas en una consigna y fuimos a recorrer la ciudad. Por la tarde iríamos al albergue. El día no era muy bueno pues no paraba de llover, pero al menos con Matías se me hizo más llevadero. Fuimos al mercado del pescado y allí conocimos a una española que trabajaba en un puesto. Había estado un año de Erasmus y se había quedado en verano a trabajar. Me dio a probar un poco del famosísimo salmón noruego y decidí comprar un bocadillo. Qué bueno que estaba.

Bergen es la segunda ciudad más grande de Noruega (después de Oslo), situada en el oeste del país. Es la puerta de entrada a los famosos fiordos noruegos y por ello también se ha convertido en el mayor puerto de cruceros turísticos del país. También es el principal puerto para transporte de mercancías. La actividad económica de la ciudad está muy relacionada con el mar y tiene un instituto de investigación marina que es el segundo más importante de toda Europa.

Pero es que además Bergen es una de las ciudades más bellas de Noruega. La parte antigua de la ciudad está en la parte norte de la bahía de Vågen. Es donde se encuentra el Bryggen, una serie de viejas casas de madera de principios del S. XVIII, producto de la reconstrucción de la ciudad tras un incendio en 1702, al estilo de los edificios medievales que estaban en el lugar antes del incendio. La iglesia de Santa María es el edificio más antiguo de Bergen, con alguna de sus partes construidas alrededor del año 1130. La catedral y la iglesia de la Santa Cruz también son medievales pero modificadas posteriormente. La Fortaleza de Bergenhus tiene gran número de edificios interesantes, sobre todo Haakon’s Hall (el salón del rey) de 1260 y la Torre Rosenkrantz. Estuvimos caminando por todos estos sitios hasta llegar a Haakon’s Hall aunque no llegamos a entrar allí.

Empezó a llover mucho y ya no se podía estar en la calle. Decidimos entrar en el museo de historia natural y visitarlo. Después nos tomamos un té y una muffin (por entonces era adicta a ellas) en una cafetería. Después estábamos demasiado cansados para seguir viendo cosas, así que decidimos ir al albergue. La ciudad nos pareció bonita pero el mal tiempo no nos dejó apreciar tanto su belleza.

Cuando llegamos a la parada de autobús vimos que no éramos los únicos que íbamos al albergue. Había muchos mochileros que también iban para allá. En el autobús conocimos a una chica polaca muy maja que nos contaba que había venido a Bergen para hacer un seminario durante dos semanas. Al llegar allí nos instalamos en nuestra habitación donde había mucha gente más. Matías y yo preparamos la cena en la cocina del albergue y luego cenamos con otros mochileros que estaban por allí. Lo pasamos bien y el ambiente era muy animado.

Flåm

A los 8 de la mañana del día 12 de junio cogí el barco que me llevaría a Flåm. Fueron 6 horas de viaje a través del fiordo más largo de Noruega y el segundo más grande del mundo, Sognefjord, que tiene una longitud de 204 km y una profundidad máxima de 1308 m. El viaje me encantó aunque el paisaje no me pareció muy impresionante hasta llegar al último tramo.

Conocí a dos gallegas muy majas, Carmen y Loli, y estuvimos hablando todo el camino. Les estuve contando sobre mi viaje y se quedaron alucinadas; supongo que este tipo de viajes en solitario durante varios meses no es lo más común entre los españoles. Me invitaron a un chocolate caliente y me dieron sus correos electrónicos para que les siguiera contando mis aventuras. No éramos las únicas españolas en el barco, había más y con algunos estuvimos hablando. En mitad del viaje cambiamos de barco y yo casi me fui tan tranquila sin la mochila grande, menos mal que a las gallegas se dieron cuenta y me lo dijeron. Se bajaron antes que yo y nos despedimos deseándonos feliz viaje.

Casi al final del viaje paramos enfrente de una cascada muy alta, en el Aurlandsjfjord, un brazo del Sognefjord. Al llegar a Flåm tuve como regalo el maravilloso paisaje del pueblecito enclavado en aquel valle tan impresionante. Lo primero que hice al bajarme del barco fue ir al albergue que eran cabañas de madera rodeadas de césped, en plena naturaleza. Después de dejar mi equipaje en mi cabaña, me fui a dar una vuelta. Fui caminando por la carretera que va a Aurland y luego me metí por un camino que me llevó a una antigua granja en Ottenes. Cuando volví al albergue me encontré a una chica canadiense en mi cabaña. Al parecer había venido a Europa para pasar un año viajando y trabajando. Estuvimos hablando mucho de viajes y yo le dije que visitar su país era uno de mis grandes sueños.

Al día siguiente cogí el famoso tren Flåmsbana a las 8:50 de la mañana. Este tren realizaba el tramo que va de Flåm a Myrdal, con un total de 20 km de recorrido. Es una de las líneas férreas con mayor desnivel del mundo e incluye varias espirales y 20 túneles (18 de los cuales fueron perforados a mano) en su recorrido. Se trata de una obra de ingeniería desafiante en la que se tuvieron que superar precipicios con ingenio. Se pasa de una altitud de 2 m en Flåm a 866 m en Myrdal. Desde las ventanillas del tren se pueden ver profundos barrancos, cascadas que bajan por laderas de montañas y granjas. Hicimos una parada en la cascada de Kjosfoss de 90 m de altura. Este es el punto más turístico del tren y en él se permite a los turistas bajarse para hacerse fotos con la cascada.

En Myrdal cogí el tren a Oslo y pasamos por la estación de Finse, la de mayor altitud en Noruega. Llegué a Oslo a las 14:30 y allí tuve casi tres horas de espera hasta que cogí el tren a Moelv, lugar donde empezaría mi siguiente etapa de viaje en Noruega, esta vez acompañada.

Moelv

La razón por la que iba a Moelv era porque allí iba a encontrarme con Åke, un noruego con el que me había estado escribiendo durante años y al que aún no conocía en persona. Se convirtió en mi “penfriend” a través de la asociación International Youth Service con sede en Turku (Finlandia). Por entonces no había internet y tampoco había tenido posibilidad de viajar ni de conocer extranjeros (debía de tener catorce años). Alguien me habló de esta iniciativa tan interesante y decidí apuntarme. Enviabas un dinero a una cuenta bancaria y ellos te enviaban direcciones de gente de los países que querías. Además de Åke, también tuve “penfriends” en Brasil, Italia, Alemania e Indonesia. Recuerdo lo bonito que era recibir cartas de distintos países que a veces venían con algún otro regalito en el sobre. Ay… aquellos viejos tiempos de las cartas escritas, qué lejos han quedados.

Cuando llegué a la estación de Moelv, allí estaba esperándome Åke, que estaba igualito que en la foto que me envió: alto, con pelo corto y gafas, y vestía con camiseta de manga corta y pantalón corto. Al principio los dos estábamos un poco cortados, pues aunque llevábamos años carteándonos en realidad éramos dos desconocidos, extraño, ¿verdad?

Me llevó a la casa de su familia que vivía en el campo cerca del lago más grande de Noruega, Mjøsa. Al llegar allí me encontré con sus padres y su hermana pequeña, e hicimos las presentaciones oficiales. Todos parecían muy tímidos y apenas hablaban. Yo intentaba sacar algo de conversación pero el único que me seguía un poco era el padre. Luego fui con Åke a cenar a la cocina; su madre había hecho unos pastelillos muy buenos. Åke era un chico muy serio y formal, supongo que es un carácter muy común entre los noruegos. No hablamos mucho durante la cena pero esperaba que cogiéramos más confianza con el tiempo. Dormí en la habitación de su hermano mayor que ya no vivía en la casa.

Jotunheimen

Después del desayuno se supone que íbamos a coger el autobús a Geiranger, pero en el último momento tuvimos una buena noticia, la madre de Åke nos dejaba su coche durante unos días. Salimos más tarde de lo previsto pues ahora teníamos tiempo. A la hora paramos en Vinstra donde vivía la hermana de Åke con su novio. Ella me hizo una foto con Åke porque a su madre se le había olvidado. Me dijo que si quería podía ir a la boda de su primo que se casaba en Suecia el 29 de junio haciéndome pasar por novia de Åke. Me pareció que la familia de Åke se estaba ilusionando demasiado conmigo pero de momento no quise darle mayor importancia.

Después de tomar algo proseguimos nuestro camino. Nos acercamos a la zona del país donde están las montañas más altas (altura por encima de 1900 m), en concreto al Parque Nacional de Jotunheimen. Por la tarde cogimos una carretera que llevaba a la montaña de Galdhoi; se trataba de la carretera más alta de Europa alcanzando una altitud de 1814 m. Después teníamos que andar hasta la cumbre de la montaña que tenía 2223 m de altura. Había mucha nieve así que no resultó tan fácil andar allí. Desde la cumbre se veían otras montañas, entre ellas la más alta de Noruega, Galdhøpiggen, con 2469 m. Con Åke iba a hacer mucho trekking en Noruega porque él era muy montañero y también esquiaba. Lo que sí me di cuenta ya aquel día es que él iba a un ritmo que a mí costaba seguir y no parecía preocuparse mucho de si yo podía seguirle.

Cuando bajamos de la montaña fuimos al pueblo de Lom donde se estaba una de las iglesias de madera medievales más grandes de Noruega. Fue construida en 1158 aunque fue ampliada en 1634, con la construcción de dos naves añadidas en 1667. Hay algunas inscripciones rúnicas dentro de la iglesia.

Continuamos conduciendo siguiendo el río Otta y ya sobre las 10 de la noche llegamos a las montañas de Strynefjellet, cerca de Geiranger. Había bastante nieve que iba desapareciendo según descendíamos en altitud. Paramos a pasar la noche en el camping Dalen.

Geiranger

Por la mañana temprano dejamos el camping para ir al pueblo de Geiranger, donde se encuentra el fiordo más bonito de Noruega. Åke participaba en un maratón y tenía que registrarse. Yo aproveché el tiempo que él estuvo corriendo en el maratón para ver el Naturpark, un parquecillo con figuras de trolls, gnomos y otras criaturas fantásticas. Hay que decir que Noruega es el país de los trolls, los cuales aparecen en muchos de sus cuentos y leyendas.

A las 5 de la tarde Åke ya estaba de vuelta del maratón y cogimos el ferry a Hellesylt cruzando el fiordo de Geiranger. El paisaje era impresionante, normal que fuera el fiordo más bonito del país. Había muchas cascadas y casas de granjeros en zonas muy escarpadas. Ya no vive nadie en ellas pero según dicen tenían que atar a los niños con cuerdas para que no se cayesen mientras jugasen. Parecía increíble que pudiera haber gente viviendo allí.

Cuando llegamos a Hellesylt seguimos conduciendo en dirección suroeste. Pasamos el lago Hornindalsvatnet, que con sus 514 m de profundidad es el más profundo de toda Europa. Åke quería ir a una montaña y fuimos por una carretera que llevaba hasta ella, pasando el pueblo de Randabyed. Decidimos pasar la noche en un bosque al lado de aquella carretera e ir al día siguiente a la montaña. Llovía mucho y yo me metí a dormir al coche, pero Åke decidió dormir fuera a pesar de la lluvia. Así son los noruegos, o por lo menos este.

Jostedalsbreen

Al día siguiente el tiempo estaba tan mal que no pudimos subir a la montaña. Condujimos por una carretera local que termina en el fiordo de Nordfjord y pudimos disfrutar de unas magníficas vistas. Luego fuimos a visitar el glaciar más grande de Europa continental, que es también un parque nacional, Jostedalsbreen (el cuarto más grande de Europa con 487 km² de superficie). Fuimos a uno de los brazos más famosos del glaciar, Briksdalsbreen, donde dejamos el coche aparcado y después anduvimos como una hora hasta el frente del glaciar. Había gente subiendo el glaciar con crampones y piolet, pero nosotros no tuvimos tiempo para eso; habría estado bien.

Después cogimos el coche de nuevo y estuvimos conduciendo todo el día, además de dos ferries que tuvimos que coger. Habíamos quedado con el padre y el hermano mayor de Åke en el pueblo de Stryn; al parecer habían estado haciendo senderismo por la zona. Åke me enseñó a decir “encantada de conocerte” en noruego que se escribe “hyggelig å møte deg” y suena algo así como “jigli metede”. Cuando me presentaron al hermano de Åke y a su novia, lo dije con la mejor de mis sonrisas. Se quedaron un poco perplejos y no me respondieron, sólo me dieron la mano, debe ser que no lo pronuncié muy bien. El padre de Åke me sonrió y me hizo alguna que otra foto cuando estaba desprevenida. Nos invitó a cenar y se despidió de nosotros. Ahora ya nos quedábamos sin coche porque se lo llevaba él. Nosotros nos montamos en el coche del hermano de Åke para ir a Ålesund, donde él vivía con su novia. Tardamos dos horas en llegar y tuvimos que coger un ferry.

Ålesund

Al día siguiente por la mañana cogimos un autobús a Ålesund ya que el hermano de Åke vivía en las afueras. Ålesund se emplaza en siete islas de la costa oeste: Hessa, Aspøy y Nørvøy, Oksenøy, Ellingsøy, Humla y Tørla. Fuimos a un parque desde donde había una vista panorámica de la ciudad. Después caminamos por el puerto.

Volvimos a la casa del hermano sobre las 2 y nos pusimos a comer. Después de descansar un rato, cogimos el coche y fuimos al sitio donde empezaría nuestra ruta por las montañas de Ålesund. Al poco tiempo de empezar a andar se puso a llover y apenas paró en toda la tarde. Enseguida acabé totalmente empapada pero parecía que íbamos a seguir hasta el final porque Åke no es de los que se desanima con el mal tiempo. A veces se salía del camino y se metía por sitios un tanto peligroso. Además el suelo estaba encharcado lo que dificultaba la caminata. En fin, toda una aventura. La excursión duró más de lo esperado y hasta las 9 de la noche no llegamos a casa.

Molde

A las 10 de la mañana del 18 de junio dejamos la casa del hermano de Åke para coger un autobús a Molde. Åke tenía que hablar con alguien allí para un trabajo. Yo aproveché ese rato para ir a la biblioteca a usar internet (era gratuito en todas las bibliotecas de Noruega). Después fuimos a dar una vuelta por Molde. Estuvimos andando por Storgata y junto al puerto. Después de pasar el estadio nos dirigimos al parque Riknesparken donde había una vista panorámica y de allí seguimos andando hasta la estación de autobuses.

A las 4 de la tarde cogimos un autobús a Trondheim, con ferry incluido, y llegamos a las 9 de la noche. Un amigo de Åke nos esperaba con su coche. Fuimos al centro a dejar las mochilas y después al centro a cenar. Åke había estudiado en la universidad allí y su amigo era un compañero de clase. Qué mejor que recorrer la ciudad con dos noruegos que la conocían bien.

Trondheim

Después de desayunar nos fuimos en coche a ver la ciudad. Después de ir a la estación de tren a dejar las mochilas, el amigo de Åke nos llevó a la catedral y allí nos despedimos de él. La verdad que en Noruega no estaba gastando mucho dinero en alojamiento, ya que casi siempre estábamos durmiendo en casas o en el campo.

Trondheim es la tercera ciudad más grande de Noruega y fue fundada a finales del S. X como un núcleo comercial por el rey vikingo Olaf Tryggvason, con el nombre de Nidaros. Durante la Edad Media fue brevemente capital de Noruega y sede arzobispal. Lo más importante de su patrimonio es la Catedral de Nidaros, obra maestra de la arquitectura gótica en los países nórdicos. Al parecer es el santuario nacional de Noruega y fue construida sobre la tumba de San Olaf. Se empezó a construir en 1070 pero fue reconstruida en varias ocasiones debido a varios incendios. Actualmente es una iglesia luterana, pero en la Edad Media fue un importante centro de peregrinación católico.

Después fuimos a caminar por la parte antigua de Trondheim y pasamos el Gamle Bybro, el antiguo puente de la ciudad, construido en 1681, pero ahora hay uno posterior, de 1861. La zona del embarcadero llamada “bryggen” tiene casas antiguas construidas a ambos lados del río Nidelva que datan del S. XVIII. Son de diferentes colores y encontramos otras similares en calles de alrededor. Desde el puente se puede ver la universidad con el edificio más antiguo que sobresale por sus torres. Esta universidad es una de las más grandes y reconocidas del país.

A la 1 de la tarde cogimos el tren a Steinkjer. Decidí comprarme el pase de interrail porque tendría descuento en autobús y ferries y además en Finlandia viajaría sobre todo en tren. Una vez llegamos a Steinkjer cogimos un autobús a Namsos y de allí otro a Brønnøysund, aunque antes paramos en Grong para cambiar de autobús, así que fueron tres autobuses y el último incluía un ferry.

Brønnøysund y Torghatten

Nos bajamos 4 km antes de Brønnøysund para pasar la noche en un bosque que conocía Åke. Después de cenar nos fuimos a dormir, yo en la tienda de campaña y él fuera debajo de un árbol (la tienda era mini, para una persona nada más y casi ni eso). Había muchos mosquitos, eso para empezar. La tienda estaba en pendiente y casi no podía dormir, así que salí fuera y allí estaba más cómoda. Más tarde se puso a llover y tuve que meterme dentro de la tienda. Intenté dormir pero me iba para abajo por la pendiente y fuera llovía a mares. Salí y entré varias veces y al final la tienda se acabó desmontando con lo que se mojó todo.

Ya no podía más y le dije a que nos fuéramos. Eran las 5:30 de la mañana aunque parecía más tarde (en realidad había amanecido horas antes). Nos pusimos a recoger para marcharnos. Tenía el saco, la mochila y la esterilla mojada; también los calcetines y las botas. Ahora me tocaba andar 4 km bajo la lluvia con todo el equipaje mojado a cuestas. El camino al pueblo se me hizo eterno; la mochila pesaba demasiado y la lluvia y el viento eran cada vez más fuertes. Intentamos hacer auto-stop pero nadie paraba. Al final me rendí a aquella situación y ya sólo andaba y andaba, no había otra opción.

Cuando llegamos a Brønnøysund eran las 7 de la mañana y nos enteramos de que podíamos coger un autobús a la montaña del agujero, Torghatten, en 15 minutos. Esa era la buena noticia del día porque no había muchos autobuses allí y podía habernos tocado esperar mucho. Dejamos las mochilas en un hotel y fuimos a coger el autobús. Éramos los únicos, a ver quién iba a estar tan loco de ir allí a esas horas de la mañana con ese frío.

Desde donde nos dejó el autobús tuvimos que andar media hora cuesta arriba para llegar a la montaña del agujero. Era curioso ver a través de aquel agujero excavado en la montaña el mar y unas islitas. El agujero, con una longitud de 160 m, una anchura de 35 m, y una altura de 20 m, se formó durante la edad de hielo escandinavo. Åke me dijo que aquella era la superficie de agua de mar más grande de toda Europa donde la profundidad era menor. Cruzamos el agujero al otro lado de la montaña. Los reyes de Noruega habían escrito inscripciones de su visita en la pared. Tuvimos suerte de no llovió en todo el rato que estuvimos allí.

Después de estar allí un rato caminamos de vuelta a la parada de autobús y otra vez empezó a llover. Vimos una furgoneta de turistas parada en el aparcamiento. Pocos minutos después se pusieron en marcha y yo me puse a hacer auto-stop. Tuvimos suerte de que pararon y nos llevaron al pueblo que estaba a 12 km de allí. Eran una pareja mayor de alemanes de Baviera que estaban viajando por Noruega. Hablamos mucho por el camino, eran muy simpáticos.

Ya de vuelta en Brønnøysund, recogimos nuestras mochilas y nos fuimos a esperar el autobús a Sandnessjøen que salía a las 12:50. Tuvimos tres horas de espera en las que yo me dediqué a comer y escribir mi diario de viaje.

Durante el trayecto de autobús, tuvimos que coger dos ferries. En Sandnessjøen tuvimos dos horas de espera hasta el siguiente autobús que nos llevaría a Mosjøen donde cogeríamos un tren a Bodø. Viajamos cuatro horas en el tren y el paisaje era impresionante: ríos llenos de agua, montañas surcadas de cascadas, en definitiva, agua por todas partes. A eso de las 10 de la noche vimos las señales que indicaban que estábamos adentrándonos en el Círculo Polar Ártico. De repente me di cuenta de lo lejos que estaba de casa, nunca había estado tan lejos ni tan al norte. Era una sensación extraña estar allí, era emocionante estar viviendo aquello.

Llegamos a Bodø a las 12:30 de la noche pero todavía era de día. Por suerte nuestro albergue estaba al lado de la estación. Después de pagar la habitación nos fuimos a dormir. Estaba agotada después del día tan intenso y la mala noche anterior, así que dormí del tirón y muy agusto.

Bodø

Se trata de la capital de la provincia de Nordland y fue fundada en 1816 como una ciudad comercial para los pescadores del norte de Noruega. Allí no vimos nada, simplemente cogimos un barco que nos llevaría a las Islas Lofoten. El ferry que pensábamos coger iba lleno así que cogimos este otro que tardaba más horas pero que era más barato. Lo primero que hicimos al subirnos fue comer y poco después empecé a notar tal mareo que tuve que tumbarme. Åke no se mareaba en absoluto; estos noruegos están hechos de otra pasta.

De verdad que jamás en mi vida me he mareado tanto en un barco como en este, era una cosa brutal. El mar estaba muy agitado y el barco, que no era muy grande, pegaba unos botes tremendos. Yo no pude levantarme del sofá donde me tumbé en todo el rato y tan sólo rezaba para llevar cuánto antes. El viaje duró 7 horas en total.

Islas Lofoten

Llegamos a las 23:30 a Moskenes y el mareo ya se estaba quitando afortunadamente. Conocimos más gente que iba también al pueblo de Å (sí curioso, pero el nombre completo es este) donde estaba nuestro albergue. Cogimos un taxi con ellos para que nos saliera más barato. Ahora estábamos en el surdeste del archipiélago.

Cuando fuimos a dormir brillaba el sol y lo peor es que no hay persianas, sólo unas cortinillas. Es curioso esto del sol de medianoche.

Las Islas Lofoten son un archipiélago y un distrito de la provincia de Nordland. Son islas de gran belleza, con montañas y mucha naturaleza vírgen. Al igual que casi toda la costa de Noruega, tienen numerosos fiordos en su geografía.

Cogimos un autobús en Å a las 8 de la mañana a la ciudad de Svolvær, la más grande de Lofoten. No tiene mucho que ver aparte de la plaza del mercado. Después de preguntar en la oficina de turismo, decidimos ir andando hasta una montaña cercana, subir hasta la cumbre y luego pasar la noche allí cerca. La montaña se llamaba Rundfjellet y tenía una altitud de 803 m. Para ir hasta allí tuvimos que caminar por la carretera y después por un camino que seguía los lagos de Svolværvatnet.

Dejamos las mochilas en la orilla del lago, comimos y nos dirigimos a la montaña que íbamos a subir. Åke se había comprado un mapa en la ciudad y en él no se veía ningún camino que llegara a la cima, así que teníamos que inventar la manera de subir. Åke me avisó que podría ser difícil y que quizás tendríamos que usar pies y manos para escalar. Me lo estuve pensando porque sabía lo cañero que era Åke en la montaña y que ayudaba poco en las dificultades, pero tampoco me quería quedar allí sola toda la tarde. Total que al final me decidí a ir.

Ya desde el primer momento era difícil, mucha pendiente y escalando por rocas o atravesando una tupida vegetación. Debo reconocer que pasé bastante miedo y me arrepentí en más de una ocasión de haber ido. Además allí no había nadie aparte de nosotros y yo no quería ni pensar que pasaría si nos perdíamos o si nos ocurría algo. Por fin llegamos a una zona más llana y de ahí ya se subía en zig-zag hasta la cumbre. El último tramo era más difícil y había nieve. Decidí no arriesgarme más y me quedé a esperar a Åke que sí quería llegar hasta el final. Le seguí con la mirada hasta que le perdí de vista y luego vino una espera que se me hizo interminable. Tardó bastante en aparecer y yo ya pensaba que haría si no volvía y como bajaría de allí sola si no sabía el camino. Menos mal que llegó sano y salvo y emprendimos el descenso. Llegamos a un tramo con mucha pendiente y mucha vegetación donde tuvimos que bajar sentados todo el rato. Fue una tortura, me tropecé a menudo con muchos hoyos. Luego llegamos a un denso bosque y de ahí al lago. Fuimos al sitio donde dejamos las mochilas y allí dormimos a la intemperie. Apenas pude dormir del frío que pasé.

Islas Vesterålen

El día 23 de junio cogimos un autobús en Svolvær al pueblo de Andenes, el municipio más al norte en la isla de Andøya, perteneciente al archipélago de Vesterålen. Se trata de un archipiélago que está al norte de las Islas Lofoten. Para llegar allí también tuvimos que coger un ferry. Fuimos al albergue que eran como casitas de madera y además tuvimos una habitación individual cada uno, con una cocina enfrente de las habitaciones. Me fui a dormir a medianoche, con un sol radiante afuera.

Al día siguiente fuimos al pueblo de Bleik porque era el lugar donde se cogían los barcos para ver las colonias de aves marinas de la isla de Bleiksøya, que tiene forma triangular. Allí está la mayor colonia de frailecillos de toda Noruega y yo no podía perderme aquello con lo que me gustan. El pueblo de Bleik es pequeñito y sólo tiene cuatro cosas, pero me gustaba más que Andenes.

Además Bleik tiene la playa más larga de toda Noruega y sus blancas arenas dan nombre al pueblo (“bleik” es blanco en noruego). Decidimos dormir allí aquella noche, así que escondimos las mochilas en un bosque cercano hasta que nos fuéramos a dormir. Estábamos a poco más de media hora del pueblo andando.

Después de comer me fui al pueblo a coger el barco para ver los frailecillos pero Åke no estaba muy interesado así que decidió irse a escalar una montaña cercana, como siempre. La excursión no era muy barata, 200 NOK (precio de estudiante), pero no podía irme de las islas sin ver algo de la fauna de la zona, sobretodo mis queridos frailecillos. En el barco había noruegos, suecos y alemanes, y yo la única española, como no.

El tiempo era bueno pero una vez que nos hicimos a la mar hacía frío y un viento insoportables. Efectivamente vimos muchos frailecillos, había 150000 viviendo allí, pero hubiera querido verlos más de cerca (como los vi en la excursión que hice en Farne Islands, en el norte de Inglaterra). Los vi volando y nadando en grandes bandos, y salían despavoridos cuando se acercaba el barco. Vimos otras aves como cormoranes y águilas marinas (creo que en español son pigargos) que se alimentaban de los frailecillos. Había hasta 50 parejas y salieron muchas volando cuando el hombre del barco golpeaba el casco con un palo.

Senja

Después de dormir en la playa de Bleik me desperté muy cansada porque apenas había podido dormir por el frío. El autobús no salía hasta las 11 así que nos fuimos a pasear un poco por la playa. Cogimos el autobús a Andenes y allí fuimos a la biblioteca para internet antes de coger el ferry que salía a las 12:30. El ferry nos llevó al pueblo de Gryllefjord, pueblo pesquero de la isla de Senja, una de las mayores del país situada en la línea costera de la provincia de Troms. No vimos ninguna ballena por el camino, y mira que no me aparté de la barandilla a pesar del frío.

En esta isla hubiéramos querido visitar el Parque Nacional de Ånderdalen, pero por desgracia el autobús nos dejaba a 30 km del parque, así que no había forma de llegar allí en transporte público. En Gryllefjord cogimos un autobús a Finnsnes, que al parecer era una de las ciudades más recientes de Noruega. Allí cogimos un “speed boat” (barca rápida) a Tromsø y llegamos en hora y media. Lo malo llegó después cuando tuvimos que caminar una hora cuesta arriba con la mochila a cuestas al albergue juvenil que estaba en las afueras.

Tromsø

Es la capital y ciudad más grande de la provincia de Troms, y la séptima en tamaño de Noruega. Es una ciudad cosmopolita y un importante centro comercial y comercial en Noruega, con una importante universidad y muchos festivales. La ciudad me encantó y me pareció una de las más bonitas que había visto en Noruega. La llaman el París del norte de Europa. Mi sitio favorito era la plaza del mercado con la estatua del pescador y las montañas de fondo. Allí me hice una foto.

Después de pasear por la ciudad cogimos un autobús para ir a las montañas cercanas. Estuvimos andando por un camino que cruza el valle pero no teníamos tiempo de subir la montaña. Al regresar hicimos compras, fuimos a correos y a la biblioteca para internet. Nos encontramos de casualidad a un americano que conocimos en el albergue de Andenes.

A las 4 de la tarde cogimos el autobús a Alta, con dos ferries durante el trayecto. El paisaje que vimos desde el ferry era espectacular y Åke me dijo los nombres de las montañas y fiordos por los que pasábamos. La verdad que era un lujo viajar con alguien que conocía también su país.

A las 22:30 llegamos a Alta y buscamos un sitio para dormir al aire libre. Nos metimos en un bosque pero había muchos mosquitos y así que acabé con unas cuantas picaduras.

Nordkapp (Cabo Norte)

Nos levantamos a eso de las 6 de la mañana para coger un autobús a Honningsvåg y allí cogimos otro a Nordkapp. Pasamos por el pueblo Skarsvåg que al parecer es el pueblo más al norte, a 14 km de Nordkapp. Nos bajamos antes de llegar a Nordkapp para hacer una ruta que nos llevaría al que realmente era el punto más septentrional de toda Europa y donde sólo se podía llegar andando.

Después de esconder nuestras mochilas detrás de un pequeño montículo empezamos a caminar. Nos esperaban dos horas de ida y dos de vuelta, pero teníamos tiempo suficiente hasta que llegara el autobús a Nordkapp, a las 20:45. El camino era fácil y estaba bien señalizado. El paisaje no era nada espectacular, muchas rocas y poca vegetación, todo bastante llano y con poco agua. Llegamos a las 14:30, habían sido dos horas exactas de peregrinación en silencio a lo más norte de toda Europa.

En realidad llevábamos días en aquella peregrinación, en total dos semanas hacia el norte de este país fascinante con la misión de alcanzar este lugar, el Cabo Norte. No podía creer que nos estuviéramos acercando al final del viaje de Noruega, después de tantos esfuerzos por ver lugares de sobrecogedora belleza sentía de verdad que mereció la pena.

Al llegar allí, Åke sacó su GPS para buscar el punto más septentrional y le indicó unas rocas que estaban al lado del mar. Allí bajamos y por fin podíamos decir que estábamos en el punto más septentrional de toda Europa. ¡Objetivo conseguido!

En el camino de vuelta vi muchos renos que andaban por allí sueltos y aproveché para hacer fotos. Al llegar a la parada de autobús de la carretera, nos encontramos a unas americanas que vimos en el albergue de Tromsø y un finlandés que habíamos visto antes en el camino. Estuvimos hablando con ellos por el camino.

Al llegar al museo de Nordkapp no sabíamos si entrar porque era muy caro. El problema es que si queríamos bajarnos del autobús teníamos que pagar y como quedaban tres horas para coger el siguiente, decidimos bajarnos. Por lo menos yo pagué el precio de estudiante de 100 NOK. Está claro que Noruega es un país caro; menos mal que nosotros fuimos en el plan más barato posible y durmiendo al aire libre siempre que podíamos.

El sitio estaba lleno de gente, sobre todo turistas más que montañeros. Yo después de haber estado en tantos lugares solitarios al aire libre durante el viaje no me acostumbraba a estas aglomeraciones. Después de visitar el museo, fuimos al famoso acantilado de 307 m de altura que es considerado oficialmente el punto más septentrional (aunque nosotros sabíamos que no era así). Allí nos hicimos la foto de rigor.

A las 2 de la mañana me subí a un autobús que me llevaría a Rovaniemi, en el norte de Finlandia. Åke tenía que viajar a Suecia para ir a la boda de su primo, así que de momento nuestros caminos se separarían, pero nos reencontraríamos días más tarde para seguir viajando juntos en Finlandia. Así terminaba mi gran epopeya en Noruega, el viaje más aventurero que había hecho hasta el momento. Fueron muchos los autobuses y barcos que tuvimos que coger para llegar hasta el Cabo Norte, y si no llega a ser por Åke que estuvo pendiente de cada detalle, no creo que hubiera podido. Me despedí mentalmente de aquel país al que esperaba volver algún día para seguir explorándolo; ahora era sin duda uno de mis países favoritos.

Suecia: El sur y Estocolmo (29/05-08/06/2002)

Mälmo

Fui a la estación de tren de Copenhague por la mañana para coger un tren a Mälmo. Saija, mi nueva amiga finlandesa, me acompañó y de paso aprovechó para comprar su billete de tren al norte de Suecia. Ella saldría por la tarde porque quería aprovechar la mañana para ver museos de Copenhague. Me preguntó si quería acompañarla pero yo no estaba muy interesada en los museos y quería irme ya a Suecia. Me dio su tarjeta por si quería ir a visitarla cuando estuviera en Finlandia. Nos despedimos y me fui a coger el tren.

Cuando llegué a Mälmo dejé mi mochila en la consigna de la estación, saqué dinero y fui a la oficina de turismo. En cuanto tuve un mapa en mis manos salí a recorrer la ciudad. Primero fui al Stortorget, que es la plaza mayor de las ciudades suecas, y allí estaba el bonito edificio del ayuntamiento. De allí sale la pequeña plaza Lilla Torg con edificios antiguos de colores. Después me dirigí a la calle de compras de la ciudad que es Södergatan y de allí a una plaza donde había un mercado con muchos puestos de frutas.

Tras recorrer algunas calles más del centro me dirigí a los parques que es lo que más me gusta ver en las ciudades. Fui al Pildammarna que tenía un estanque enorme con un paseo alrededor y al Kungsparken (el parque del rey) que es el más viejo de Mälmo. Este último estaba junto al castillo de Malmöhus.

Lund

A eso de las 3:30 fui a la estación para coger el tren a la ciudad de Lund. Lo primero que hice nada más llegar fue reservar cama en el albergue juvenil que estaba justo detrás de la estación. Era un albergue muy curioso ya que era un antiguo tren y las habitaciones eran los compartimentos con literas. Yo tuve un compartimento para mi sola, parecía que el albergue no estaba muy lleno.

De Lund visité la catedral, los edificios de la universidad (de la que pongo una foto), las calles del casco histórico y el jardín botánico que me gustó bastante. Me pareció una ciudad muy tranquila y agradable, pero nada del otro mundo. No encontré más cosas que visitar y a eso de las 8 de la tarde me fui al albergue para cenar y dormir.

Helsinborg

Cogí el tren sobre las 10:45 en Lund. Cuando llegué a Helsingborg fui a la oficina de turismo y me dieron la mala noticia de que el albergue del centro de la ciudad estaba lleno. Me dijeron que podía ir a otro que estaba en las afueras y para ello tenía que coger el autobús 219.

Estuve esperando más de media hora al dichoso autobús. Cuando subí a él le dije al conductor que me avisara al llegar a la parada del albergue y así lo hizo. Desde la parada de autobús, un sitio llamado Villa Thalassa, el albergue estaba más lejos de lo que pensaba. Tuve que andar más de cuarto de hora con la mochila encima por un camino mal señalizado cuesta arriba. Parecía que no iba a llegar nunca y ya empecé a pensar que me había perdido, cuando por fin llegué al albergue. La verdad que el sitio era bonito, con césped y árboles; había bungalows y mesas para sentarse fuera. La recepción estaba en un edificio antiguo pero estaba cerrada cuando llegué. En la cocina me encontré con unas limpiadoras que me dijeron que no abría hasta las 3 de la tarde. Como todavía era la 1, aproveché para comer y también estuve hablando un rato con una de las limpiadoras que me contó que vivió en Alicante durante 6 meses.

Cuando abrieron la recepción fui a hacer la reserva y resulta que me dieron un bungalow para mi sola. Luego volví al centro de la ciudad para por fin ver algo. Se me había ido toda la mañana y parte de la tarde en solucionar el tema del alojamiento.

Caminé por el casco histórico de la ciudad, una mezcla de edificios antiguos con una bonita vista de la costa. Había iglesias de piedra y una fortaleza medieval llamada Kärnan, y luego el puerto donde terminé mi visita. Después regresé al albergue porque no sabía que más visitar. Hoy tampoco conocí a nadie así que me sentí un poco solita, pero mañana sería otro día.


Göteborg

A las 10 de la mañana cogí el autobús a Göteborg. El viaje duró tres horas y al llegar fui a la oficina de turismo que estaba en un centro comercial. Llovía mucho pero no hacía frío. En la oficina de turismo me dieron un mapa de la ciudad y me señalaron los albergues. Había muchos pero cuando fui a preguntar todos estaban llenos. Sólo había uno con sitio; estaba cerca del parque de atracciones, Göteborgs Vandrarhem, en Mölndalsvägen. Eran las 5 de la tarde cuando llegué allí y conseguí habitación. Fui allí en tranvía.

Luego fui al puerto de Göteborg, Lilla Bommens, y allí cogí un ferry a Eriksbergs. Había una competición de veleros que estaban dando la vuelta al mundo y Göteborg era la última parada antes de terminar en Kiel, Alemania. Se llamaba Volvo Ocean Race y partieron de Southampton (Inglaterra), y de ahí fueron a Sudáfrica, Australia y América, para terminar en Alemania. Había celebraciones y conciertos durante toda la semana.

Después de estar un rato por allí, cogí el tranvía al centro. Caminé alrededor de Järntorget, una famosa plaza de la ciudad, y después me fui al albergue. Allí conocí a una alemana que había ido a estudiar a Göteborg; por lo menos pude hablar un poco con alguien hoy y ya lo necesitaba después de varios días viajando sola.

Estocolmo

Cogí el autobús a las 10:15 de la mañana y después de un largo viaje llegué a Estocolmo, la capital sueca, a eso de las 17:30. Lo mejor del viaje fue cuando pasamos por el lago Vättern, que con una superficie de 1912 km², es el segundo lago más grande del país, y también por los bosques donde vi algún que otro corzo.

En la estación de Estocolmo me esperaba mi amiga Ana, una de mis mejores amigas de la universidad, que ahora vivía en Estocolmo. Resulta que vino a Suecia a hacer la Erasmus, conoció al amor de su vida y al final se volvió aquí para vivir con él. Ahora estaba embarazada y no le quedaba mucho para dar a luz. Me alegré mucho de verla de nuevo y poder conocer la ciudad de mano de una amiga era mejor que sola.

Cogimos el metro para ir a su casa. Allí estaba Patrick, su novio, haciendo la cena. La casa era pequeña y la habitación era el salón. Allí tenían la cama que estaba elevada para aprovechar más el espacio y se subía por unas escaleras. Yo tenía que dormir en el sofá.

Después de cenar fuimos a un concierto de música reggae de un grupo que conocía Patrick. El cantante y guitarrista del grupo era un jamaicano de cincuenta y tantos años vividor y mujeriego. Patrick también tenía su grupo de música (jazz-soul-funky) y él era el cantante. Después del concierto yo me fui con Ana a dar un paseo mientras que Patrick se quedó con sus amigos tomando algo.

Estocolmo estaba a rebosar de gente y había mucho ambiente de fiesta debido al 750 aniversario de la ciudad. Ana me dijo que jamás había visto la ciudad de esta manera. Además el tiempo era buenísimo, hacía calor. Fuimos a un mirador cerca de su casa y desde allí las vistas eran estupendas. Estocolmo de noche era precioso.

Al día siguiente Ana me llevó a conocer la ciudad de día y entonces pude apreciar aún más su belleza.

La presencia del agua es evidente; la ciudad está construida sobre 14 islas en el lago Mälaren cuyas aguas dulces se vierten sobre las aguas saladas del mar Báltico, entrelazando las miles de islas del archipiélago. La ciudad cuenta con 57 puentes que permiten circular entre los distintos barrios; por eso se la conoce también como la Venecia del norte.

Estocolmo es sin duda la ciudad más hermosa de Suecia, con monumentos, parques y una parte histórica perfectamente conservada. Además, ahora la ciudad tiene un ambiente festivo único por la celebración del 750 aniversario de su fundación. El nombre de Estocolmo aparece mencionado por primera vez en 1252. Fue Birger Jarl quién construyó la fortaleza sobre aquel islote que, dada su situación estratégica junto a la conexión del lago Mälaren con el lago Saltsjön, tenía ya una gran importancia para la defensa y el comercio. En 1520 se inició el desarrollo de Estocolmo bajo el mandato de Gustav Vasa.

Fuimos a Gamla Stan, la ciudad vieja, y núcleo desde el que empezó a crecer la ciudad. Caminar por sus calles es como volver al pasado. Multitud de callejuelas salen de otras más grandes y llega un momento en que es mejor perderse en ellas dejándose llevar. Se descubren sitios encantadores, antiguos edificios y pequeñas placitas. La calle más famosa es Västerlånggatan, llena de tiendas de recuerdos. La plaza mayor, Stortorget, cuenta con el edificio del ayuntamiento y el museo Nobel. En la parte norte de Gamla Stan se encuentra el Palacio Real, que es la residencia oficial del rey, aunque éste sólo lo usa para actos oficiales ya que su residencia habitual se encuentra en la isla de Drottningholm. Cerca del palacio está la catedral (Storkyrkan) que es luterana sueca y tiene 700 años de antigüedad. Cuenta con la famosa estatua de San Jorge y el dragón, del S.XV. Hay una réplica de la estatua en una de las calles de Gamla Stan.

A eso de las 6 de la tarde regresamos a casa, que por cierto se encuentra cerca de la plaza de Maria Torget, donde hay una fuente con otra estatua de San Jorge y el dragón, aunque esta es diferente. Más tarde me fui yo sola a dar una vuelta a Meahhuset y de ahí subí a Slussen donde hay un mirador, junto a Mosejbe Torg.

Uppsala

Mi amiga Ana trabajaba en un proyecto de la universidad y me llevó allí para conocerla. Se trata de una ciudad universitaria que se encuentra a una hora al norte de Estocolmo (78 km). Es la cuarta ciudad más grande de Suecia, después de Estocolmo, Mälmo y Göteborg. Cuenta con la universidad más antigua del país, fundada en 1477, y la catedral más grande de Escandinavia. Caminamos hasta el campus universitario y fuimos al despacho de Ana donde ella tenía que hacer algunos trabajos pendientes. Yo mientras tanto estuve usando internet.

A eso de las dos de la tarde salimos de la universidad. Atravesamos el jardín botánico que era bastante grande y nos acercamos a un mirador.  Allí estaba el castillo que no era muy antiguo ni bonito, cuyo jardín fue donado a la universidad. Luego fuimos a la catedral que fue comenzada en el S. XIII; me gustó porque era luminosa y acogedoras. Antes de ir al centro visitamos el edificio antiguo de la universidad y una runa que había por allí.


En el centro estuvimos comiendo y luego nos acercamos a los Jardines de Linneo (estudió y trabajó aquí en Uppsala) pero no entramos porque había que pagar. Por último fuimos a pasear por un parque a las orillas del río Fyris, el río que pasaba por Uppsala.

Djurgården

Al día siguiente Ana y Patrick se fueron a Sicilia de vacaciones. Era una de esas vacaciones “last minute” que salen anunciadas prácticamente de un día para otro a muy buen precio. Al parecer son muy populares en Suecia y mucha gente se va así de viaje. Llevaban un par de días dándole vueltas al tema y al final se decidieron a reservar. Al parecer Patrick estaba sin trabajar y empezaba un trabajo nuevo la semana que viene; por eso querían aprovechar. Me dejaban solita, pero al menos me podía quedar en su casa, lo cual era de agradecer teniendo en cuenta que todos los hoteles y albergues de la ciudad estaban completísimos debido a  la celebración del 750 aniversario.

Ese día aproveché para visitar un sitio que Ana me había recomendado: Djurgården, una isla que formaba parte del Parque Nacional urbano de Estocolmo Ekoparken, el único de estas características en el mundo, situado en la zona céntrica de la ciudad. Me costó mucho encontrar de donde salían los barcos; todavía no sabía orientarme bien en la ciudad. Sólo se tardaba 15 minutos en llegar allí y el viaje costaba 20 SEK.

Lo primero que hice al llegar fue buscar el museo al aire libre Skansen. Fundado en 1891, se trata del primer museo al aire libre del mundo. Cuenta con 150 casas y granjas típicas de toda Suecia de varias épocas y clases sociales, y hay hasta pueblos enteros. Sus habitantes son personas auténticas vestidos con trajes de la época correspondiente. Es posible hablar con ellos y hacerles preguntas sobre las casas. También pude visitar un zoo de fauna escandinava y vi alces, nutrias, focas,…

Acabé cansada de dar vueltas y ya no me preocupé si me quedaban cosas por ver. Me dolían las lumbares (llevaba casi dos semanas con ese dolor) y cuanto más andaba más me dolía. Quizás me haya hecho daño cargando la mochila, no lo sé. Así que después de unas tres horas en el Skansen, me fui a visitar el Ekoparken. Fue fundando en 1995 y tiene una extensión de 27 kilómetros cuadrados. Hay un lago y multitud de caminos alrededor. También hay una serie de edificios antiguos y palacios, pero lo mejor es su bosque de robles que dicen que es el mejor conservado de Suecia.

Empecé a meterme por caminos hasta que me perdí y tuve que preguntar a unos policías montados a caballo. Una de ellas me acompañó al camino que tenía que coger para salir. Pensaba volver andando al centro pero me dolía la espalda, así que cogí el autobús. Fui a la oficina de turismo para preguntar por un médico y allí me encontré unos españoles desesperados por encontrar alojamiento. La cosa estaba tan mal que me dio pena y me los llevé a casa de Ana. Eran vascos y acababan de terminar su Erasmus en Dinamarca. Ahora ya tenía compañía para mis días en Estocolmo.

Al día siguiente llevé a los vascos a caminar a Gamla Stan, en el casco histórico, y les encantó. Hacía un día espléndido de sol y calor. Además yo me encontraba mucho mejor de la espalda, ya casi no me dolía y no me hizo falta ir al médico. Me despedí de los vascos en Norrmalm, un distrito que está en pleno centro de la ciudad, ya que ellos querían ir a Djurgården para ver el museo Skansen. Hablamos de quedar más tarde enfrente del famoso museo Vasa para visitarlo juntos.

Me fui a caminar por Drottninggatan, una larga y ancha calle peatonal del centro de Estocolmo. Es probablemente la calle comercial más importante de la ciudad y allí aproveché para comprar algunos recuerdos. La calle nace cerca del edificio del parlamento cerca de Gamla Stan, y sigue en línea recta hacia el norte, pasando por la Plaza Sergels Torg. El tramo más abarrotado es el que está entre Sergels Torg y la Plaza Hötorget, con sus puestos de verduras, frutas y flores. Allí aproveché para comprar fruta y eso fue lo que comí aquel día. Luego caminé por Sergels Torg, donde está la casa de la cultura, el centro comercial de Åhléns y una gran fuente. Muy cerca está la gran central de metro y tren, a 200 m.

Después fui a Kungsträdgården («El jardín del rey») que es un famoso parque situado en el centro de la ciudad. Hay dos plazas: la de Carlos XII y la de Carlos XIII, y dos fuentes: la de Molin y la de Wolodarski. Ahora no se apreciaba mucho el parque porque habían montado muchos bares y casetas por el festival. Me senté un rato a descansar allí y después me animé a ir caminando a Djurgården.

Cuando llegué aún quedaba mucho tiempo para quedar con los vascos, así que aproveché para pasear de nuevo por el parque nacional. A las 17:30 me presenté en la puerta del Vasa donde habíamos quedado. Ellos me dijeron que al final no iban a entrar en este museo y que me esperarían fuera.

El museo Vasa exhibe el único barco del mundo construido en el S. XVII, que ha conseguido mantenerse en pie. Empecé leyendo cada panel explicativo que encontraba pero cuando descubrí que tenía siete plantas, tuve que acelerar. El Vasa se hizo a la mar en 1628 y era un poderoso buque de guerra. Sin embargo, se hundió en su primer viaje. En 1961 fue rescatado de las profundidades en bastante buen estado de conservación debido a las aguas salobres en las que se encontraba. Por ejemplo las tallas de la popa del barco están muy bien conservadas y merece la pena dedicar un rato a observarlas.

Después de hora y media en el museo, acabé bastante harta y decidí salir. Nos fuimos andando a Kungsträdgården donde todas las tardes a las 7 había un teatrillo del aniversario y fuegos artificiales. La verdad que aún no había visto nada del festival y ya tenía ganas. Era una pena que los fuegos artificiales fueran de día porque apenas se veía nada (era la primera vez en mi vida que veía fuegos artificiales de día).

Volvimos a casa para cenar y luego salimos por ahí. En el Operan había djs de música árabe de baile y estuvimos moviendo las caderas un rato. Fue divertido aunque se nos acercaron unos cuantos moscones a las chicas y a mí. Todavía si hubieran sido suecos que son tan guapos habría estado bien, pero los árabes no me gustan mucho precisamente.

Sigtuna

Hoy día 6 de junio es la fiesta nacional sueca y para celebrarlo me fui a Sigtuna, el pueblo más antiguo de Suecia, situado junto al lago Mälaren, en la región metropolitana de Estocolmo. Fue fundado en el año 980 por el rey Erik Segersäll y las primeras monedas suecas fueron acuñadas aquí. Para ir hasta allí cogí un tren a Märsta y de ahí un autobús, tardando en total una hora. Los vascos no vinieron conmigo porque prefirieron ver más de Estocolmo.

Sigtuna es muy pequeño y no tardé mucho en recorrerlo. Primero paseé por la calle principal que es Stora Gatan (se dice que los restos de la ciudad original están escondidos a 3 m por debajo de esta calle). De Stora Gatan sale Stora torget donde está Sigtuna Rådhus, el ayuntamiento más pequeño de Suecia. Después me fui a la calle St Persgatan donde encontré los restos de una de las iglesias de granito que fueron construidas aquí durante la Edad Media (había siete pero sólo quedan las ruinas de tres). Una de ellas es St Per y dentro de ella hay una piedra con runa. Se dice que este es el municipio con más piedras rúnicas, 150 en total. Muchas fueron enterradas y fueron sacadas, pero yo sólo vi una.

Luego visité la iglesia de Maria Kyran que data del 1247 y originariamente era un monasterio de los dominicos; posteriormente fue reformada. Para terminar fui a pasear por la orilla del lago Sigtunafjärden y me quedé a comer allí. Antes de coger el autobús a eso de las 4 de la tarde, di una última vuelta por el pueblo.

Cuando llegué a Estocolmo había mucho ambiente de fiesta y mucha gente llevaba la banderita sueca en la mano. Descubrí una plaza con un mercado medieval llamada Birger Jarls Torg donde había una iglesia muy bonita, Riddarholmskyrkan, del S.XII. Habían recreado muy bien el ambiente medieval y muchos suecos iban vestidos de época. Me quedé un buen rato porque había un concierto de música tradicional sueca. Después quedé con los vascos en Kungsträdgården y fuimos a cenar algo por ahí.

Fjäderholmarna

Aquella mañana los vascos se iban a Oslo pero a mi todavía me quedaban un par de días en Estocolmo. Hoy quería visitar alguna de las numerosas islas que rodean la ciudad. El archipiélago que rodea Estocolmo cuenta con 2400 islas, pero yo sólo me pude permitir visitar las más cercanas: Fjäderholmarna, que está a 30 minutos en barco.

Las Fjäderholmarna (islas de la pluma) constan de cuatro islas principales: Stora Fjäderholmen, Ängsholmen, Libertas y Rövarns holme, y otras menores. La primera mención que se hace de estas islas data de 1381 en un documento mercante y se las llama Fierdholmarna: islas de la bahía. De 1920 a 1976 la marina sueca estuvo instalada en algunas partes de las islas, y en 1995 se las declaró parque nacional.

Yo la verdad no sé en cuál de las cuatro islas estuve, pero la verdad que es muy pequeña y enseguida me la recorrí. Hay muchos bares, restaurantes, heladerías, un teatro al aire libre, etc. También visité el Trägarden que es muy agradable. Mucha gente estaba en la costa tomando el sol. Yo me subí a unas rocas para explorar un poco y me encontré a un polluelo de gaviota que parecía perdido. Me acerqué a él y poco después bajó una gaviota con muy mala leche a atacarme. Menos mal que pude esquivarla pero tuve que irme.

Dos horas fueron suficientes para ver la isla y me volví a Estocolmo. Pasé otra vez por la plaza de Birger Jarls Torg a ver si había algo y tuve la suerte de que estaba a punto de comenzar un concierto de música tradicional sueca. Los músicos iban vestidos con ropas medievales y tocaban varios instrumentos antiguos. Eran buenísimos, tocando música folclórica pero con mucha originalidad, y además eran capaces de entusiasmar al público. Se llamaban Poeta Mágica por si queréis buscarlos en internet.

Después del concierto hubo un desfile de trajes de Estocolmo en las distintas épocas. Mis preferidos eran los de la Edad Media. Qué pena que no hubiera descubierto aquella plaza antes porque había un ambiente buenísimo.

Al día siguiente sólo me dediqué a prepararme para continuar mi viaje. Dividí mi equipaje en tres partes: una que dejaría allí para que Ana se lo llevara a España (se iba a finales de junio), otra que dejaría allí pero recogería cuando volviera de Finlandia y otra que me llevaría conmigo. Fue un alivio porque ahora mi mochila pesaba mucho menos.

Sólo salí de casa para dar una última vuelta por Gamla Stan, ir a correos y comprar el billete de autobús a Oslo para la noche. Pensé en viajar de noche para ahorrar tiempo y dinero. Estuve muy estresada con los últimos preparativos, como siempre me pasa antes de irme de viaje. Casi pierdo el autobús por entretenerme en internet antes de salir de casa. No quería perder el autobús por nada del mundo porque había metido las llaves de Ana en su buzón al marcharme, así que no tendría donde meterme aquella noche. Al salir del metro tuve que correr para coger el autobús que ya estaba saliendo al llegar yo. Menos mal que el conductor me vio corriendo detrás de él, si no habría pasado la noche en la estación. Estaba tan cansada que me pasé casi todo el viaje durmiendo aunque de vez en cuando me despertaba y veía unos paisajes preciosos de bosques y lagos. Qué bonito fue Suecia, aunque sólo haya visto una pequeña parte. Espero volver algún día para ver más.

Dinamarca: Copenhague (28/05/2002)

El viaje para llegar aquí fue largo a pesar de que la distancia no fuera tanta. Había conseguido dos vuelos muy baratos con Ryanair, uno de Glasgow a Londres y otro de Londres a Mälmo (Suecia). La verdad que yo no tenía idea de ir a Copenhague, surgió sobre la marcha.

Salí de Edimburgo el día 27 de mayo por la tarde en un tren que me llevó al aeropuerto de Prestwick (Glasgow). Allí cogí el vuelo a Londres, en concreto al aeropuerto de Stanted, donde pasé una larga noche. Al día siguiente por la mañana cogí el vuelo a Mälmo donde llegué a las 10 de la mañana, y me enteré que desde el aeropuerto salía un autobús a Copenhague, así que decidí cambiar mis planes e irme para allá.

En 50 minutos me planté en la capital danesa, donde no tenía ningún alojamiento reservado ni nada planificado; viva la improvisación. Pregunté a una chica del autobús donde estaba la oficina de turismo y para allá me fui. Me mosqueaba que en ningún sitio estuviera escrito el nombre de Copenhagen (como se dice en inglés) y más tarde descubrí que es danés se decía København. Ya me podía ir acostumbrando a ver todo escrito en estas lenguas escandinavas tan extrañas para mí. En la oficina de turismo me indicaron un albergue juvenil que estaba en pleno centro, no lejos de allí. Tuve que sacar dinero en un cajero porque no tenía coronas danesas. El albergue me costaba 150 coronas una noche, que entonces eran como 18€.

De camino al albergue me encontré con una chica que me preguntó si iba allí y le dije que sí. Resulta que nos habían puesto en la misma habitación y en la misma litera, qué casualidad. Era de Finlandia y se llamaba Saija. Me ofreció ir a comer con ella y ver la ciudad juntas, y yo me alegré de haber encontrado compañía tan rápido. Saija vivía en la ciudad de Oulu y estaba haciendo un interrail durante un mes ella sola.

Compramos unos bocadillos en un supermercado y nos fuimos a comer a un parque, quizás era el Fælledparken, pero no lo apunté en su momento. Luego hicimos un recorrido turístico por la ciudad con la ayuda del mapa. Saija me guiaba, yo estaba demasiado cansada (hay que tener en cuenta que pasé la noche en el aeropuerto sin apenas dormir). Llegamos a una zona de la ciudad que se supone que era medieval, aunque a nosotras no nos lo pareció mucho. De ahí fuimos a la calle de tiendas de la ciudad donde aprovechamos para reponer fuerzas en una heladería. A continuación fuimos a unos jardines preciosos rodeados de edificios antiguos y un castillo: King’s Gardens en Rosenborg Castle. De ahí fuimos a ver The Little Mermaid (La Sirenita), famosa escultura de la ciudad y quizás su mayor atracción turística. Aprovechamos para dar un paseo en el puerto donde estaba situada la estatua. Luego fuimos caminando al puerto nuevo que era un sitio con muchos bares y ambiente nocturno.


Ya de vuelta en el albergue, fuimos a prepararnos la cena en la cocina. Conocimos a unos australianos que habían estado viajando tres meses por Europa y ya estaban al final de su viaje. Luego en la habitación nos encontramos con unas suecas y aproveché para preguntarles sobre los sitios que tenía pensado visitar en su país. Así terminaba mi estancia en Copenhague, corta pero bien aprovechada.

India 2011

Después de tantos años esperando el momento de visitar este fascinante país, conseguí organizar un viaje solidario en el que llevaría un grupo de dieciocho personas. El viaje, de tres semanas de duración, combinaba voluntariado, intercambio cultural y turismo, y transcurría en cinco estados del norte de la India: Delhi, Rajasthán, Uttar Pradesh, Himachal y Punjab. El programa incluye actividades tan variadas como clases de hindi, bollywood, bhangra y yoga, trekking en las montañas, voluntariado,… Entre las visitas turísticas están el Taj Mahal, safari de tigres en el Parque Nacional de Ranthambore, recorrido a camello en el desierto de Thar, Dharmshala (residencia del Dalai Lama) y Amritsar con su Templo Dorado. Después yo me quedaba con unos amigos dos semanas más para ir a Rishikesh, capital mundial del yoga, en el estado de Uttarakhand, y Varanasi, la antigua y sagrada ciudad del Ganges, destino final de nuestro viaje.
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México 2011

Yo nunca pensé que este año iba a ir a México, pero a veces un viaje no surge porque uno tenga la idea de ir allí y lo planifique; a veces simplemente la vida te lleva a hacerlo porque pasan determinadas cosas. Esto es lo que pasó con México. Mi hermana se fue a vivir allí el año pasado y unos meses después nos dijo que se iba a casar. La boda se iba a celebrar en el mes de marzo, así que para allá me fui junto con algunos familiares. Yo encantada de tener una excusa para visitar este magnífico país, que nunca estuvo entre los primeros de la lista, pero sí es cierto que algún día quería visitarlo.

Pasamos la mayor parte del tiempo en México DF, donde vive mi hermana, pero también estuvimos en otros sitios como Guadalajara y la Riviera Maya. Sólo fueron 15 días, y fueron más los asuntos familiares que los turísticos los que nos ocuparon, aunque seguro que tendré oportunidad de viajar más allí en futuras ocasiones. México es un país poderoso, un país que le remueve a uno la energía y a nadie deja indiferente; pero también es un país con mucha alegría y color.

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Polonia 2010

Yo estaba planificando un viaje a Nepal para aquel verano pero no salió por falta de gente para el grupo. No estaba dispuesta a quedarme en Madrid en verano, así que busqué un plan B, que resultó ser… Polonia. ¿Por qué decidí irme allí? Apenas conocía Europa del Este y este era uno de los pocos países de esta parte del mundo que me atrevía a visitar sola (aunque a última hora una amiga se unió a parte de mi viaje), además de ser el que más me atraía por lo que había escuchado de él. Primero busqué una granja orgánica donde hacer voluntariado a través de la organización WWOOF, y encontré una interesante ecoaldea donde realizaban terapia homa (ciencia de sanación ayurvérdica). Allí estuve como voluntaria casi tres semanas, y después me fui a las famosas montañas Tatras donde pasé varios días realizando numerosas rutas de senderismo. También visité la famosa ciudad de Cracovia, con su preciosos edificios medievales y escenario del terrible holocausto nazi. Allí estuve en casas de couchsurfers, incluso una de ellas, me llevó a pasar un fin de semana a la granja de caballos de un amigo. Estuve todo el tiempo en la provincia de Malopolska, ya que prefería concentrarme en una única región y conocerla bien, que tratar de ver todo el país rápidamente.

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Inglaterra 2009

Fuimos a Glastonbury para asistir al famoso Festival de Beltane, fiesta pagana que tiene lugar a primeros de mayo. Es quizás en Glastonbury el sitio donde más se celebra, lugar que se asocia a la mítica Avalon. Abundan los lugares energéticos aquí como El Tor, Chalice Well y White Spring. Fuimos con un grupo de gente que está metida en temas de paganismo, así que además de visitar estos lugares, participamos en rituales y eventos del festival. Después fuimos a Stonehenge donde no todos pudimos entrar, y Avebury, con sus misteriosos círculos de piedras, bosques de hadas y círculos de cosechas. Como nuestro vuelo fue a Bristol, tuvimos la oportunidad de ver esta interesante ciudad británica también. Incluso al final del viaje pudimos visitar la bonita ciudad de Bath. Nos quedamos en casas de couchsurfers tanto en Bristol como en Glastonbury.

Marruecos 2010

Este fue un viaje que organicé con un guía turístico de allí que yo conocía a través de la agencia de voluntariado con la que trabajaba. Le propuse llevar un grupo para hacer senderismo en el Atlas y visitar pueblos bereberes. Él se encargó de contratar a los guías de montaña, los muleros y el cocinero; yo me encargué de conseguir a la gente del grupo, y así montamos esta expedición montañera. Conseguí llevar a quince personas, la mayor parte de ellos amigos y conocidos, a estas tierras bereberes conquistadas por los árabes cientos de años atrás. Marruecos, país que no deja de sorprender por su gran variedad de paisajes, ya sea desierto, palmerales, montañas nevadas o bosques de cedros, ciudades imperiales o pequeños pueblos de adobe. Esta era mi segunda visita a este país, e iba a ser totalmente diferente a la primera. Desde que fui a aquel tour turístico diez años antes para ver el desierto y las ciudades imperiales, me prometí que volvería pero para concentrarme sólo en la región del Atlas. En Marrakech estuvimos al principio y al final del viaje, ciudad variopinta y exótica donde es imposible aburrirse. El resto del viaje transcurrió entre imponentes montañas y valles, y pueblos bereberes donde parecía no haber pasado el tiempo, con gentes hospitalarias y nobles.

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